Juan Bolea y la Novela Policíaca

El pasado martes, 29 de septiembre, recibimos la visita de este maestro de la novela policíaca contemporánea, quien acaba de publicar, con gran éxito, “Un asesino irresistible”, la cuarta entrega de la saga de la ya inspectora de homicidios Martina de Santo.

Comenzó, quizás por lo pintoresco del lugar, refiriéndonos los sitios especialmente originales donde antes había conferenciado, entre ellos un barco ruso que atravesaba el Atlántico lleno de peregrinos de Santiago y de marineros rusos que no entendían el castellano. “Así que empecé a hablar en la taberna del barco sobre las diez de la noche, y a la una de la madrugada ya se habían dormido todos los oyentes. Quedaba sólo uno y continué hasta que acabé con él también”. Con nosotros, damos fe de que no fue éste el caso, ya que consiguió que el tiempo que duró su disertación pasara como una exhalación.

Edgar Allan PoePara este apasionado del género, la novela policíaca fue creada por un gran contador de cuentos, Edgar Allan Poe, quien trabajó en los años 1830-40 en los Estados Unidos (nunca viajó a Europa), y que con “La caída de la casa Usher”, “El cuervo” y otros,  inventa el relato de terror y la novela policíaca, que no existía hasta entonces. Nadie creía en él, lo que le llevó a pasar épocas de depresión, soledad y abandono, pero ello no impidió que revolucionara con sus relatos la Literatura de la época.

En concreto, con tres de sus relatos “los crímenes de la calle Morgue”, “El misterio de Mary Roget” y “La carta robada” de 25 páginas cada uno, creó este género, e inventó al detective Auguste Dupín, al que hizo francés, fantaseando un París gótico y sombrío. En el primer relato se cometen, lo que los escritores llaman “crímenes a cámara cerrada”, es decir, en una habitación con puertas y ventanas cerradas, en la que era humanamente imposible entrar; en el segundo, una vedette de los cabarets parisinos aparece muerta en el Sena, y es Dupin quien le practica una autopsia que hoy en día la firmarían muchos forenses actuales, y que le conduce a la solución del enigma. Dupin, inteligente y sensible, humilla a la tosca Policía y consuela a la víctima.

Cuarenta años después, Arthur Conan Doyle inventa al mayor detective de todos los tiempos, Sherlock Holmes, cuyas sobresalientes cualidades y estrambóticas aficiones son descritos en su novela “Estudio en escarlata”. Y en menos de cinco años se convierte en un fenómeno mundial. Sus historias se venden porque son historias populares y llegan a Estados Unidos, en donde Conan Doyle es recibido como un héroe.

Sin embargo, éste, aborrecido del personaje y con la finalidad de escribir otro tipo de Literatura, decide matarlo en una caída vertiginosa junto al malvado Moriarty. No obstante, lo resucitará años después cediendo al clamor popular, que pedía más aventuras de Sherlock Holmes. Desde 1880 hasta 1920, Sherlock Holmes arrasó en el mercado mundial, vendiendo más de cincuenta millones de ejemplares.

Agatha ChristieEn 1920, Sherlock Holmes encontró otro rival a su altura. La escritora inglesa Agatha Christie crea a un detective completamente distinto, Hércules Poirot. Si el primero es el prototipo de la inteligencia y frialdad inglesas, Poirot es belga, rechoncho, con un gran bigote y una variada gama de tics y manierismos. Sin embargo, triunfó rápidamente.

Y es que las tramas de Agatha Christie, por ejemplo en “Diez negritos”, “Asesinato en el Orient Express”, “Muerte en el Nilo”, etc. son extraordinariamente precisas y en ellas  es prácticamente imposible adivinar quién es el asesino antes del final. Ostenta el récord de ventas en el mundo, únicamente por detrás de otro best seller, la Biblia.

Posteriormente, nos adentramos con nuestro invitado en la novela negra americana de los años treinta, cuarenta y cincuenta. Dashiell Hammett, Raymond Chandler, James M. Cain, Mickey Spillane y otros. De mayor crítica social y realismo, e incluso sordidez.

En España, no hubo novela policíaca hasta 1967, año en que Francisco García Pavón crea al primer detective español: Plinio, jefe de la policía municipal de Tomelloso. Dotado de un gran sentido común y de una aguda observación, resuelve los casos con la ayuda del farmaceútico amigo y su seiscientos.

En 1972, Manuel Vázquez Montalbán creó una de las series de novela negra más exitosas y prolíficas de la literatura española. Esta serie de 23 novelas (que van desde 1972 a 2004), protagonizada por el detective Pepe Carvalho, constituye un vehículo expresivo del autor para legar una crónica sociopolítica, histórica y cultural de los últimos 40 años. Carvalho es también muy español, pero, a diferencia de Plinio, tiene algo americano: ese fatalismo existencial, su forma de trabajar y, en general, el perfume que se respira en sus aventuras.

A estos dos grandes autores se les han ido sumando otros como: Juan Madrid, Eduardo Mendoza, Lourdes Ortiz, Rosa Montero, Andreu Martín, etc. que conforman una frondosa lista.

Juan BoleaPor supuesto, la exposición de este autor no pretendía ser, en ningún caso, exhaustiva, sino que intentaba explicarnos cuáles fueron y son sus autores favoritos y definidores de su estilo narrativo.

Juan Bolea se enmarca dentro de la novela policíaca clásica, que es aquélla en cuyas primeras 50 páginas ya han aparecido todos los personajes, así como las claves para resolver el misterio. Tiene especial cuidado en documentarse exhaustivamente, tanto para construir personajes creíbles como enclaves geográficos adecuados y tramas sólidas, que tengan al lector en vilo, capítulo tras capítulo, hasta el final de la novela. Posteriormente a la fase de documentación, escribe un guión cuasicinematográfico de toda la historia, fraccionado en capítulos y escenas, que finalmente rellenará dando forma definitiva a la novela.

En “Un asesino irresistible” partió de la idea clásica de un hombre encarcelado por un crimen que no cometió, que sale de la cárcel al ganar un recurso. Su originalidad radica en que, desde el primer momento, hace dudar al lector de la total inocencia de éste.

Su pretensión es entretener exclusivamente, utilizando todos los recursos de la acción a su alcance. Sirva, como ejemplo, decir que el director de cine favorito de este autor es Alfred Hitchock. Y es que a este autor le sigue sorprendiendo y le parece mágico que una persona de un país o enclave lejano se le acerque y le diga que se ha emocionado con sus novelas. Nosotros, por tanto, debimos sorprenderle mucho en aquella mágica mañana de septiembre.

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