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Clásicos recreados

Posted By Encarnación Ferré On 07/07/2010 @ 07:30 In Apuntes,Artes y letras | No Comments

Escrito por: Encarnación Ferré

Presentación

“Clásicos en breve” y “Clásicos recreados” constituyen un hito excepcional en la vida y obra de una escritora de majestuoso empuje en el tejido de lo bello y sublime y gran conocedora del corazón humano. Encarnación Ferré celebra sus Bodas de Oro con la Literatura ofreciendo al gran público, de forma generosa, con oficio y valentía, con aparente sencillez, grandezas y tesoros. Un nuevo paisaje de palabras formado por la adaptación y recreación de un conjunto de obras maestras (disciplina noble desde el punto de vista aristotélico). Así, los textos originales -pertenezcan al campo de la dramaturgia, la narrativa, la filosofía o el ensayo- se han metamorfoseado para llegar a ser hijos de sí mismos: lujo inocente que ilumina.

Enseña deleitando al tiempo que vuelve a inventar. Como alguien dijo de Menéndez Pelayo, nos ahorra el leer muchos libros, quedando, no obstante, abierta la posibilidad de estudiarlos en parte o en su totalidad, de forma superficial o profunda, sin que por ello se pierda carácter, pasión, efecto, sacudida… De ahí, quizás, que me venga a la memoria esta frase de Larra:El ingenio no consiste en decir cosas nuevas, maravillosas y nunca oídas, sino en eternizar, en formular las verdades más sabias”.

María de la Trinidad Ibarz Ferré. Doctora en Filosofía.

Encarnación Ferré

Nacida en Monzón (Huesca) el 4 de octubre de 1944, cursó estudios de Magisterio, Filosofía y Letras, Doctorado en Psicología (Universidades de Zaragoza, Toulouse, Santiago de Compostela, Deusto). Fue nombrada Hija Predilecta de Baracaldo, donde dirigió el Colegio P. Beurko durante varios años. Finalista en numerosos certámenes literarios. Compuso letra y música de algunas canciones. Fue mecenas de Abd Víctor, pintor que ilustró varias de sus obras. Candidata nº 5 al Congreso por el PSOE (Vizcaya, 1982).

Ramón J. Sender le dirigió su última carta conocida (ver III Congreso Internacional “Escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939”, Barcelona, 2003). Publicó reportajes sobre viajes y artículos de opinión en diversos periódicos (Tribuna Vasca, Hoja del Lunes, Aragón Exprés, El Día, El Correo Español, La Gaceta del Norte, Heraldo de Aragón, etc.). Profesora en el IES de Híjar. Tiene dos hijas y varios nietos.

Finalista en el Premio Planeta (Barcelona, 1974), entre otros. Primer premio de Teatro del MEC (Madrid, 1984), Premio Internacional Goralski (Canadá, 1983), Segundo premio del Ateneo de Santander (Santander, 1978), Nominada al “Premio de las Letras Aragonesas” (Zaragoza, 2003). Su magna obra poética, narrativa, de ensayo y de teatro ha recibido un gran reconocimiento a través de numerosos premios, nominaciones y menciones.

Entre sus últimas obras se encuentran: Del amor infinito (Fundación Cultural Bajo Martín, Zaragoza, 2005); Saturna (Editorial Ialda, Zaragoza, 2005); Dietario de un profesor escéptico (Editorial Mira, Zaragoza, 2007); El trastorno afectivo en las obras de Encarnación Ferré (Instituto Aragonés de la Mujer, Zaragoza, 2007); Todo teatro (Fundación Cultural “Bajo Martín”, Zaragoza, 2007);El tributo de Jano (Teatro estrenado en Híjar, 13 de julio, 2007); Pensamientos audaces V y VI (Fundación Cultural Bajo Martín, Zaragoza, 2008); Boceto de mujer (Editorial Mira, Zaragoza, 2009);La naturaleza del artista (Fundación Cultural Bajo Martín, Zaragoza, 2008).

Agradecimiento especial

Desde el Área de Formación de la Prisión de Daroca queremos agradecer a Encarnación Ferré su gran generosidad al permitirnos no sólo la publicación de estos magníficos textos en nuestra revista sino asimismo brindárnoslos para nuestro trabajo con los alumnos de la Escuela del centro.

Comencemos, pues, este magnífico banquete de obras maestras de todos los tiempos con dos de los entremeses de Miguel de Cervantes.

Entremeses de Cervantes

1. El juez de los divorcios

Personajes que intervienen

Mariana
Vejete
Juez
Soldado
Esposa del soldado
Cirujano
Esposa del cirujano
Ganapán
Mensajero

(Música)

(Además de silla y mesa para el juez, en el escenario habrá otras seis sillas)

Juez: (Entra y se sienta frente a la mesa atestada de papeles, los cuales revisa)

(Al cabo de unos instantes entran Mariana y el vejete)

Mariana: (Observando al juez y hablando fuerte) Ahí veo al juez de los divorcios. Espero que esta vez consiga quedar libre de mis duras cadenas.

Vejete: Habla quedo, Mariana.

(Mariana y el vejete se aproximan a la mesa del juez)

Juez: ¿Qué pendencia traéis?

Mariana: Necesito que usía me divorcie de este que veis aquí.

Juez: ¿Hay razones para ello?

Mariana: Ya no puedo sufrir tantas impertinencias, que llevé buena dote al matrimonio. ¿No ve cómo me tiene? Cuando entré en su poder la cara me brillaba lo mismo que un espejo y ahora la tengo mustia. (Señalándose el rostro) Los surcos puede ver vuestra merced. ¿De qué piensa que son? Del llanto que derramo cada día. (Lloriquea)

Juez: Bajad la voz y secaos las lágrimas, que se os hará justicia.

Mariana: Permítame que llore, señor juez, pues llorando descanso. ¿Por qué el matrimonio dura toda la vida? Mejor sería poderlo deshacer cada tres años como si fuese un contrato de alquiler.

Juez: ¿Me podéis explicar de modo más concreto las causas que os inducen a pedir el divorcio?

Mariana: Haberme de levantar todas las noches a calentarle paños, a ponerle más alto el almohadón, a darle sus jarabes y aguantar el olor nauseabundo que sale de su boca.

Juez: Tendrá una muela podrida.

Vejete: Eso es imposible, señor juez, que en la boca no tengo ni una muela. Véalo, véalo. (Abre mucho la boca y muestra al juez que no tiene muelas)

Mariana: ¿No hay una ley que dice que el mal olor de boca es causa de divorcio? Pues me acojo a ella.

Vejete: ¡Qué mal conoce nadie a esta mujer! Empujones me da hacia la sepultura. Soy yo quien muere en su poder.

Juez: ¿Al casarse con ella estaba fuerte y sano?

Vejete: Sanísimo, señor.

Juez: No encuentro razón para el divorcio.

Vejete: ¿Me va a dejar en manos del verdugo? Encierre a esta fiera en algún monasterio.

Mariana: Que te encierren a ti, pues ya no tienes ojos con que ver ni oídos con que oír ni pies con los que andar. Yo tengo mis sentidos bien cabales.

Juez: No repliquéis. No encuentro causa.

(Se sientan refunfuñando)

(Entran un soldado y su mujer y se dirigen al juez)

Esposa del soldado: Señor juez, ¿podría descasarme de este leño?

Juez: Hable más comedidamente. No insulte a su marido.

Esposa del soldado: No tiene más arranque que un madero.

Juez: ¿No se casó con él sabiendo cómo era?

Esposa del soldado: Creí que era un hombre corriente y aun moliente, pero a los pocos días comprobé que era sólo un leño. ¿Me creerá si digo que no mueve una mano para traer a casa qué comer? La mañana la pasa en sentarse en la plaza a murmurar. La tarde, en la casa de juego.

Juez: (Al marido) ¿No dice nada en su favor?

Soldado: Diré que esta mujer me mortifica. Así pues, terminemos el pleito.

Juez: (Señalando las sillas) Siéntense ahí.

(El soldado y la mujer se sientan)

(Entran el cirujano y su mujer)

Cirujano: Vengo a pedir el divorcio por cuatro buenas causas.

Juez: Dígalas.

Cirujano: La primera porque no puedo soportar a mi mujer. La segunda por lo que ella ya sabe. La tercera por algo que me callo. Y la cuarta porque me llevan los demonios cada vez que la veo.

Esposa del cirujano: Si mi marido esgrime cuatro causas, yo tengo cuatrocientas. Primera: en cuanto que lo veo pienso que está delante el mismo Lucifer. Segunda: me casé engañada. Tercera: es tan celoso que hasta maldice al sol cuando me toca. Cuarta: no lo soporto. Quinta…

Juez: ¡Alto, señora! Que si piensa decir las cuatrocientas estaremos aquí una semana.

Esposa del cirujano: ¿Nos va a descasar?

Juez: (Señalando las sillas) Aguarden allá un poco.

(El cirujano y su esposa se sientan junto a los demás)

(Entra Ganapán y habla con el juez)

Ganapán: Un ganapán soy, aficionado al vino. Y el caso es que, en medio de una borrachera, prometí a una mujer de vida errada que la iba a desposar y le puse un puesto de verduras. Pero es reñidora; que no viene ninguno a comprar una col con el que no litigue y le dé con un peso en la cabeza.

Cirujano: (Aproximándose a la mesa del juez) Este hombre le dice la verdad. Conozco a su mujer y es casi tan mala como la mía propia.

Mensajero: (Entra) Señor juez, traigo un recado.

Juez: ¿De parte de quién es?

Mensajero: De aquellos que vinieron a pedir el divorcio y usted se lo negó y logró apaciguarlos.

Juez: ¿Y qué quieren de mi?

Mensajero: Agradecérselo por medio de una fiesta.

Juez: De buena gana iré. (Hablando a los que aguardan) Y a usías les diré que lo mediten, pues más vale un arreglo medianillo que el divorcio mejor.

(Todos salen mientras suena una música festiva)

(Todos vuelven a entrar y saludan al público)

2. El rufián viudo llamado Trampagos

Personajes que intervienen

Trampagos
Vademécum
Monstrenca
Repulida

(Música)

(Entra Trampagos de luto y lloriqueando. Le acompaña Vademécum)

Trampagos: ¡Ay, Pericona mía!, te llegó el fin. ¿Adónde te ha llevado esa enemiga muerte?

Vademécum: (Para sí) (Según lo irregular que fue su vida, bien puedo adivinarlo). Ya basta de gemir, señor Trampagos. Trueque las lágrimas por limosnas, misas y oraciones, que mejor bien le harán al alma de la señora Pericona.

Trampagos: Hablas como un teólogo.

Vademécum: ¿A qué años se ha ido la finada?

Trampagos: A punto de cumplir los treinta y dos.

Vademécum: ¡Edad lozana! (Para sí) (De cierto sé rozaba los sesenta. ¡Ay, qué teñir de canas! Qué modo de cambiar la plata por el oro). ¿Puedo saber de qué mal se murió?

Trampagos: Dijeron los doctores que de mal de hipocondrio.

Vademécum: (Para sí) (Las malas lenguas dicen que tenía cien llagas en las piernas por el que llaman todos “mal francés”). Mire vuestra merced cómo vienen llorando sus amigas.

(Entran Mostenca y Repulida, con claros signos de ser de vida alegre)

Monstrenca: ¡Ay, amigo Trampagos!, qué dolor. ¿Pero es necesario vestir con tanto luto?

Trampagos: Sería un Polifemo, un antropófago, un caimán comevivos, si no vistiera así. ¡He perdido una mina!

Monstrenca: (Se aproxima a oler a Trampagos) Huele usía de una forma muy rara. ¿Es que ha bebido anís?

Trampagos: ¡Qué va, qué va! Es tan grande mi pena que destilo aguardiente por los ojos.

Monstrenca: Deje ya de llorar. Aquí me tiene a mí, que aún valgo algo.

Repulida: ¡Pero menos que yo!

Monstrenca: ¡Calla, membrillo con cuartanas!

Repulida: ¡Calla tú, masa de pan podrida!

Mostrenca y Repulida: (Riñen agarrándose del pelo) ¡Ay ay ay!

Trampagos: (Mirando afuera) ¡Silencio, que viene el alguacil! ¿A ver si entra? No, que sigue calle abajo.

Monstrenca: ¡El alma me temblaba porque me anda buscando la justicia!

Trampagos: Pasemos el mal trago y saque Vademécum de beber.

(Vademécum coge de un rincón una botella)

Monstrenca: (A Trampagos) Y usía, ¡fuera el luto!

Trampagos: (Se quita el sayo negro)

Vademécum: ¡Todos a beber!

(Se pasan la botella unos a otros y hacen como que beben)

Monstrenca: (Comienza a canturrear y a tocar palmas)

Repulida: Bien dice aquel refrán, señor Trampagos.

Trampagos: ¿Cuál refrán, Repulida?

Repulida: “El muerto al hoyo y el viejo al bollo”.

Vademécum: ¡Qué cierto es!

(Música)

(Todos los actores saludan al público)


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