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Fin a una larga terapia

Posted By Daroca (Zaragoza) On 12/07/2010 @ 21:30 In Apuntes,Aragón,Miscelánea | No Comments

Escrito por: Miguel Pardeza

Miguel PardezaEl triunfo de España en la pasada Eurocopa de Suiza-Austria cerró un debate que duraba cuarenta y cuatro años. Mucho tiempo incluso para los que disfrutan despreciando un juego centenario. Aquel gol de Marcelino a Rusia en el 64, que los artistas del Nodo trucaron porque llegaron tarde a su ejecución (el pase no fue de Amancio, sino de Pereda), no sólo logró un trofeo de alcance mítico para nuestras parcas vitrinas. También abrió un aburrido y penoso parlamento acerca de la identidad del fútbol español, al que Luis Aragonés en aquella ocasión y ahora Vicente Del Bosque y sus chicos parecen haber dado carpetazo por fin.

Fueron tantas veces el caerse                                                                       y levantarse para volver a caer

Pero, la travesía no ha tenido desperdicio. Así como los italianos han sido capaces de sobrevivir a cualquier desastre sin cuestionar sus rasgos esenciales, aquí en España cada fracaso abría un cisma que, hasta el siguiente, se cerraba con la llegada del nuevo entrenador y su manera de entender las cosas. Kubala, Santamaría, Miguel Muñoz, Luis Suárez, Clemente, Camacho, entre otros, se encargaron a su debido tiempo de reconducir los destinos de un grupo derrotado deportivamente y vapuleado mediáticamente.

El aficionado de a pie ya no estaba para más tristezas. Fueron tantas veces el caerse y levantarse para volver a caer que hablar de la selección nacional era como hacerlo de ese familiar pesado que cuando llama es sólo para pedir algo a cambio de nada.

El refugio recurrente fue el equipo de tu localidad o el Real Madrid, que siempre ha servido para todo. En la desorientación dialéctica, quien más y quien menos han tenido que presenciar discusiones o participar en debates que parecían sacados de una de esas abadías medievales donde se determinaba el sexo de los ángeles o la pobreza del clero. A uno mismo no le ha quedado más remedio que hinchar las palabras en alguna que otra tertulia que con gran pomposidad diseccionaba el alma del ser español balompédico. Y, claro, uno hablaba como si acabara de desayunar con Ortega y Gasset.

Lo que no tenía sentido, decía muchas veces, es que se descrea de las virtudes autóctonas y se quiera construir algo sin atender a la naturaleza del futbolista español. Observar y aprender de los demás está bien. Pero no se podía, por el contrario, caer en la paleta fascinación de pensar que lo otro siempre es lo mejor. Si ganaba Alemania, nuestro problema era la genética endeblez física. Si lo hacían los brasileños, tampoco estábamos a su altura técnica.

Ya no me llama nadie para                                                            preguntarme por qué España no gana

En el colmo del disparate, Clemente llegó a alinear a dos centrales para que armaran el juego del centro del campo. Entonces como ahora se llevaban los medios centros aguerridos y kilométricos. Era el comienzo de una moda que ya tarda en desaparecer, aunque para el vasco de Baracaldo las modas, por lo general, han empezado y terminado en su particular narcisismo. Luis Aragonés no lo tuvo fácil. Discutido por parte de la prensa, mosqueado con los rectores de la Federación, se centró en fortalecer un equipo en el que dominaba el futbolista de técnica depurada. No buscó lo que no había, como hicieron sus antecesores. Sólo se dispuso a explotar y dar confianza a lo que tenía. Y le salió bien.

La Eurocopa le dio al fútbol español un segundo título continental. Marcelino encontró en Torres  y ahora en Iniesta a unos magníficos compañeros para las fotos legendarias. Ya no tendrá que salir solo a explicar cómo batió al mítico Yahsin en el Bernabéu. A su lado tendrá al delantero del Liverpool para explicar también cómo lo hizo él ante Lehmann, y a Iniesta ante la correosa Holanda.

Pero lo mejor es el silencio que, a este respecto, rodea a la selección. Se callaron los impugnadores y los eternos insatisfechos, y hasta uno ha dado por bueno todo lo que ocurrió. Ya no me llama nadie para preguntarme por qué España no gana.


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