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Serie Penitencia: Introducción y relato “Todo negro”

Posted By Daroca (Zaragoza) On 14/07/2010 @ 21:28 In Aragón,El sueño de | 2 Comments

Cuando se ha cometido un hecho abominable, tanto desde el punto de vista social como desde el del propio autor, el proceso penitencial es largo y doloroso. Y a través de él se suele pasar por diversas fases: la negación, la distorsión de la realidad,  la autojustificación, la separación del hecho cometido (a fin de contemplarlo más objetivamente desde la distancia temporal y espacial), la “duda”, y, en algún caso, la asunción de la culpa.

El hombre y sus máscarasPor eso tiene tanta importancia “recordar y escribir lo recordado”. Porque, con independencia de que “esta última mentira o verdad” sea contada a la sociedad a través de esta web o a sí mismo por el propio autor, y de que se haya cometido o no el hecho execrable, en unas circunstancias u otras, “recordar” siempre supone el inicio irreversible de este largo proceso penitencial.

Presentamos, pues, relatos escritos en primera y en tercera persona; generalmente autobiográficos aunque, en determinados casos, también se cuentan confesiones dichas en voz baja; mentiras o verdades referidas bajo pseudónimo o nombre real; cárceles interiores que pugnan por salir a la luz en un entorno de cárceles exteriores. 

Este primer relato “Todo negro”, y otros que le seguirán, pueden formar parte o no de este proceso, así como situarse en una u otra fase del mismo.  El lector decidirá…

TODO NEGRO

Escrito por: Mario F.

HOMBRE

La lluvia mojaba la carretera y el viento soplaba fuerte, moviendo la cima de los árboles. Los caracoles comenzaban a asomarse lentamente por entre la hierba mojada. En este escenario solo una figura se movía veloz, la de Nicolás, la de la locura. Nicolás tenía en la mano derecha una pistola de la marca Baretta 92 F con cargador de 15 balas.

Humo blanco con olor a pólvora; delante de sus ojos, su mujer, María, yacía tumbada en la hierba. La sangre de María ensuciaba la ropa de Nicolás que, con una mirada fija en la nada, aún no se daba cuenta de lo que había hecho. Él la “amaba” más que a su vida. Aquella mujer de raza española poseía una belleza rara, que al tiempo lo volvía loco de celos cada vez que otro hombre la miraba. Era suya, solo suya y ahora lo era para toda la eternidad. Porque ella lo habría traicionado. Él vivía para su María y ninguna otra mujer, su Dios, su Vida, su Amor.

Su culpa, la echaba a la cárcel. Sí, él habría cometido muchas faltas, drogas, atracos… pero siempre para tener más dinero, para hacer feliz a su María del alma. Y ese dinero sucio fue el principio del fin, pero esto no lo supo hasta que lo hubo perdido todo. Hacían el amor día y noche. Reían al mismo tiempo y, al mismo tiempo, lloraban de sentimiento. Él la miraba y pensaba: ¡Qué feliz es mi Amor! Pero un día llegó la policía y todo terminó. A la fuerza lo llevaron a la cárcel y la pobre María se encontró sola, lejos de todos, y, sin saber qué hacer, trabajó hasta que a Nicolás le devolvieron a la libertad.

Lo demás se limita a un estúpido ataque de celos, la percepción del miedo en los ojos de María, y esa maldita inseguridad en sí mismo, que siempre le abocaba a una desmesurada violencia en sus reacciones. Ahora, allí y en todas partes, no le queda nada…sólo disparar una vez más la maldita pistola…El viento seguía soplando y la lluvia caía sin prisa. 

Todo negro

MUJER 

El sol en la vida de Pilar y Antonio era su hija María, una chica guapísima, alta, morena, con el cabello largo y brillante. Una noche, María conoció a Nicolás en una discoteca de la playa. Un chico bien parecido, alto, moreno y con los ojos azules como el mar. La sonrisa de Nicolás hizo una brecha en su corazón. Bailaron el resto de la noche y terminaron besándose bajo una intensa luna de junio.

Él, enamorado, tiene por toda familia a María y para ella vive. Crece en ella el amor, pero cuando se entera de la manera en que Nicolás se gana la vida le entra el miedo, un miedo real y creciente. El tiempo le da la razón, con frecuencia crecen los ataques de celos, la violencia de las palabras. Se jura a sí misma que no volverá a la misma pesadilla de su madre, al trato que recibió por parte de su cobarde padre.

Sí…ella pensó que la cárcel lo cambiaría… se equivocó. Una noche alzó la mirada y vio al que fue su amor, delante de sus ojos, el corazón le latía con rapidez, un mal presentimiento le recorrió. A la mañana siguiente cogieron el coche y se fueron al bosque, la lluvia caía, ella lo miraba y estaba segura del fatal desenlace. De pronto, todo negro…


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