Desmadres y despadres (I): “Yo no grité”

Escrito por: Fco. Javier Aguirre

¿Por qué tenía que hacerlo? Yo no grité cuando España metió el gol que le dio el campeonato mundial de fútbol de 2010 en el infierno sonoro de Sudáfrica. Dice el periodista rememorando la gesta: “Toda España gritó”. Falso. Toda España pudo meter el gol porque el aire estaba lleno de intenciones y los deseos colectivos pueden convertirse en realidad, pero no toda España gritó.

Había en ese momento gente, como yo mismo, comiendo gachas, bebiendo gazpacho o en otras manducancias. ¿Qué puede ocurrir si un individuo con la boca llena de gachas, o de tortilla española –esa pastaza– lanza un grito estentóreo porque un chico en calzones ha dado una patada al balón y lo ha introducido en la portería contraria? Lo más patriótico que puede hacer el sujeto en cuestión es no gritar porque empastrará el comedor de su casa o la mesa del bar donde esté dando cuenta de la tortilla con una cerveza de barril al lado. Peor aún si tiene la boca llena de gazpacho, porque entonces la explosión tendrá mayores consecuencias.

No puedo recordar ahora qué estaba haciendo yo precisamente en aquel momento mágico, pero estoy seguro de que no grité. Llevo años sin gritar. Diría que incluso  siglos. El periodista se ha pasado, no me ha preguntado antes de incorporarme a ese absoluto. “Toda España gritó”. Una exageración. Si yo fuera susceptible, devolvería ahora mismo mi carnet de identidad. O pondría una querella por menosprecio de silencio. ¿Por qué ha de gritar un ciudadano a causa de cosa tan simple? Y los peligros que se derivan del hecho.

¿Por qué ha de gritar un ciudadano
a causa de cosa tan simple?

Un grito puede movilizar una ambulancia o un coche de bomberos. En buena lógica, aquella noche genial debieran haber recorrido el país varios millones de ambulancias y otros tantos vehículos apagafuegos, según la gravedad del asunto. Todas y todos los disponibles, salvo uno de cada especie, el que y la que me corresponden en caso de emergencia verdadera, porque aún no he vuelto mi carné de identidad. Pero ¿qué ocurrió realmente? O, como preguntaría un cubano: ¿Qué realmente ocurrió? ¿Que los bomberos y las ambulancias gritaron todos también?; ¿que el periodista los oyó y por eso dijo: “Toda España gritó” ? Falso: yo soy bombero y no grité.

Aún no tengo el título homologado por la Real Academia de la Bombería, pero cumplo la función con magnífica eficacia cuando se tercia. Aquella noche gloriosa estaba yo apagando un fabuloso fuego interno, bien lo recuerdo, y por eso no grité, además de la costumbre de no hacerlo; no grité para que no se espantaran las llamas. Fui un patriota, porque aún puede suceder algo más grave que una proyección violenta de gachas, gazpacho o tortilla si uno grita a destiempo. Por ejemplo, ¿alguien puede imaginar qué podría haber ocurrido si la boca del sujeto en cuestión, fuera yo u otro afortunado, se hubiera convertido en un lanzallamas?

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