Ignorancia y Libertad

Me das miedo —le dijo Ignorancia a Libertad antes de conocerla. Y ésta, entrelazando sus manos, la miró a los ojos profunda, inteligentemente, intentando transmitirle ese coraje, esa fuerza vital que ella irradiaba. No lo consiguió, la otra renegaba. Entristecida decidió marcharse, e Ignorancia se creyó más libre por haber sido tocada por Libertad, si bien era más esclava de sus limitaciones por haberla rechazado de aquel modo.

Al cabo de algún tiempo volvieron a encontrarse e Ignorancia, amparada en la impertinencia que a veces la acompaña, se aproximó hasta Libertad con desparpajo:

Ya no te temo —le espetó con orgullo desdeñoso—. Coge mis manos y llévame contigo.

Libertad improvisó una excusa razonada y se alejó de ella. De todos es sabido que cuando Soberbia e Ignorancia marchan juntas, pisotean la Libertad de cuantos las escuchan.

Esta historia no es un cuento chino, hindú ni tibetano, al menos que yo sepa, sino una improvisada alegoría sobre la que reflexionar. La esclavitud y la ignorancia no son en sí la misma cosa, cierto es que incluso los más sabios han llegado a ser esclavos de las circunstancias, de su tiempo, de la historia, incluso de sus emociones y pasiones. No significa, desde luego, que todos los cautivos sean ignorantes, ejemplos suficientes hay de ilustres personalidades que pasaron parte de su vida en privación de libertad y ello no les ha impedido dejar notable huella de su sabiduría, humanidad y grandeza: Miguel de Cervantes, Nelson Mandela y el reciente Nobel de la Paz Liu Xiaobo, entre otros, son ejemplos ejemplares al respecto.

La ignorancia nos limita.
Nos empequeñece. Nos hace siervos

Pero no nos engañemos: la ignorancia nos limita. Nos empequeñece. Nos hace siervos. El conocimiento, el aprendizaje verdadero, la capacidad de discernir y de tomar nuestras propias decisiones con consciencia plena de lo que suponen, es un elemento inseparable de la libertad. La verdad existe, con independencia de que la hayamos descubierto —y hecho nuestra— o no. Debemos convertirnos, pues, en investigadores permanentes de la realidad, en aprehendedores de ella; buscar dosis diarias de sabiduría y de conocimientos para poder romper nuestros amarres, nuestras dependencias, nuestras limitaciones. Porque el espíritu ignorante nunca será libre, solo el sabio puede disfrutar con plenitud la libertad.

Retomando la historia del principio, Libertad no abandonó a Ignorancia a su suerte. Movió los hilos de la diplomacia para que Humildad, Esfuerzo, Constancia y Enseñanza acudieran a su encuentro. Les costó alejarla de Soberbia pero, cuando lo lograron, Ignorancia no tardó en evolucionar hacia un estado superior y comenzó a aprender cosas. Mejoró, creció, se superó a sí misma. Y al romper los grilletes del desconocimiento consiguió mirar sinceramente a los ojos de Libertad y sumergirse en ella sin prejuicios ni temores.

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