Una sopa muy cara

Sólo los seres humanos somos capaces de recorrer miles de millas en busca de tiburones, para una vez cazados, arrancarles las aletas y arrojarlos por la borda, de nuevo al mar. Dejándolos morir, mutilados y sangrantes en las aguas de cualquier mar u océano. Esta práctica que se conoce como ‘finning’, traducido al español significar cortar la aleta, no está permitido en nuestro país, ni en muchos otros, pero para nuestra vergüenza se sigue practicando.

No hay más que ver el documental “Sharkwater”, para comprender la crueldad con al que tratamos a una especie al borde del peligro de extinción. Un hecho que no deja de tener su ironía, porque hablamos del mayor depredador de nuestros mares.

Con la cruel matanza de delfines que muestra “The cove” es fácil acabar soltando unas cuantas lagrimillas al final del documental, y es esa misma sensación de impotencia la que logra que empatices con los tiburones, unos animales que pueblan nuestra aguas desde hace más de 400 millones de años.

Pero lo que hace que me sienta, en parte responsable del destino de miles de tiburones, es que aunque nos suene a una especie exótica y lejana, España es la mayor exportadora de tiburón de la Unión Europea, y tras India e Indonesia, el país cuya flota más tiburón apresa. La media anual de pesca de escualos en nuestro país es de 55.000 toneladas. En el mundo mueren dos tiburones cada segundo, hasta 70 millones anualmente. Éste es el número de tiburones que los científicos estima se extrae de nuestros océanos, y en gran parte el trofeo son sus aletas.

Ya hace años que varias ONG alertan de lo que consideran la sobrepesca de sus especies. Y todo, para que en nuestros restaurantes puedan servir sopa de aleta de tiburón ¿Merece la pena este plato por todo el daño que provoca? ¿Vale esta sopa todo lo que cuesta?

España es la mayor exportadora
de tiburón de la Unión Europea

Los tiburones tienen una muy baja fecundidad y un largo periodo de gestación, lento ritmo de crecimiento y una gran longevidad. Por esto, el aumento del número de capturas, provocado por la mayor de manda de sus aletas, lleva a que se estime que el 30% de las especies de tiburón están amenazadas o al borde de la extinción.

No tienen que caernos bien para protegerlos, ni llevárnoslos a casa como mascotas ni convertirlos en protagonistas de una película de Disney. Son grandes depredadores, cuando atacan una presa no tienen piedad, y espero no acabar como en “Openwater” nadando entre tiburones, pero eso no los hace merecedores de su extinción. Y aunque no podemos evitar que otros la sigan incluyendo en su dieta, sí podemos pedir que cambien las leyes internacionales para que este animal esté más protegido, y desde luego, podemos no tomar sopa de aleta de tiburón, algo que por cierto, la mayoría ni hemos probado ni pretendemos hacerlo.

Y de paso renunciar al bienmesabe, o cazón en adobo, que es un plato riquísimo a base de una de las especies de tiburón que también está en peligro de extinción.

Y es que esto es lo que pasa por informarse, yo pensaba que con renunciar a la sopa de tiburón mi conciencia ecológica iba a estar en paz, y ahora tengo que renunciar también al bienmesabe que todos los veranos disfrutamos en Cádiz, lo más difícil va a ser cómo convenzo a mi madre de que ella también tiene que contribuir a salvar el fondo marino. Si mis argumentos no funcionan, acabaré poniéndole un documental.

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