Una Estrella bajo mil estrellas

Poblado maldito, centro de energías telúricas, bosque de refugio para forajidos, lugar santo, centro de devoción y procesión, incluso “paridera” para damas de alta cuna “preñàs” sin previo aviso. Todo eso es La Estrella, uno de los lugares más mágicos de todo el Maestrazgo

El bendito engaño

Peirón de La Estrella

Peirón de La Estrella (imagen tomada de mashpedia.es)

 Puede sonar paradójico pero llegamos a La Estrella gracias a lo recóndito de su localización. Me habían avisado en Cantavieja de que para acudir al poblado con coche debíamos afrontar una pista forestal más apta para todoterrenos que para Chevrolets urbanos como el mío. Por suerte este coche mío, a pesar de su espíritu urbanita, no se arredra ante nada.

Y llegué engañado, sí. Porque si me hubieran avisado de lo que significaba para mi mensajero una “pista forestal” hubiera desistido nada más avistar la imagen misma del Peirón de la Virgen. Pero bendito engaño.

Doce kilómetros, doce, de camino descendente y empedrado, pista estrecha y (no quiero saberlo) en invierno o en primaveras lluviosas seguramente intransitable hasta para el más avezado de los pollinos.

Bendito engaño, repito, pues cuando decidí dar la vuelta y dejar La Estrella para noches mejores arribé a los barrancos mondos y cortados del río Monleón en los que maniobrar con un vehículo era someterse al criterio, siempre ambivalente, de San Cristóbal, protector de los conductores.

De modo que continuamos senda abajo, donde quisiera que nos llevara aquella trocha abierta al monte. Y entonces, abajo, al fondo, engarzada en su valle, la atisbamos.

Un poquito de historia (habrá más)

Las aventuras y desventuras del barrio de La Estrella siempre han estado ligadas a la historia de Mosqueruela y la de ambos, en sus inicios, al castillo del Mallo.

Restos del Castillo del Mallo (descubriendopenyagolosa.blogspot.com)

Restos del Castillo del Mallo (descubriendopenyagolosa.blogspot.com)

Cuentan las crónicas que Jaime I de Aragón pasó por estas tierras expulsando de ellas a los musulmanes y tomando este territorio como punto de partida para la conquista de Valencia. Leyendas aparte (a las que dedicaremos muchas páginas en esta idem) parece ser que el rey aragonés entregó el castillo de “la Moschorola” a uno de sus caballeros y éste, o el mismo monarca, entregó el futuro lugar de La Estrella a los caballeros templarios.

Realidad o no, la historia inicial de este lugar mágico, como casi todos las del Maestrazgo, se intrinca con la gracia/desgracia de los Caballeros del Temple. Cuentan que tras la anexión como territorio cristiano el castillo del Mallo aún resistió un tiempo en manos de los musulmanes. Y que un valeroso e inteligente caballero cristiano lo tomó mediante ardid. Sucedió tal cosa en 1234. En 1265 Jaime I funda o “refunda” Mosqueruela con su término y le otorga los mismos fueros de que gozaba el Concejo de Teruel.

Cruce de caminos sin caminos

Arribar a La Estrella encoge el alma, cuando no el ánimo, que no poca diferencia hay. Sus calles yermas enlazadas sobre la pendiente a la vera del río Monleón (seco en mi visita), los impresionantes riscos que la rodean (algunos de ellos elevados a más de 1.200 metros), la imponente figura de la iglesia del Santuario que se levanta como protegiendo a los hijos de las embestidas de la corriente, los esqueletos de las casas consumidas por el tiempo…

Plaza Mayor de La Estrella (http://club.telepolis.com/meugenia1/poblado_la_estrella.htm)

Plaza Mayor de La Estrella (club.telepolis.com)

Ignorantes (o no)aparcamos en la parte trasera y entramos a la plaza de la Iglesia por un callejón lateral. Allí fuimos recibidos por una manada de gatos, no menos de cuarenta, tomando el sol. Levantaron la cabeza un tanto, como poco sorprendidos por nuestra presencia, y volvieron a su dolce far niente. Ya lo sabíamos pero el inconsciente humano actúa de esta manera; nos dirigimos a la puerta del Santuario y empujamos. Por si acaso. El acaso quiso que la iglesia estuviera cerrada.

Como buenos peregrinos llevábamos la encomienda bien aprendida de nuestra mensajera de Cantavieja: buscad a Martín y Sinforosa, son los últimos habitantes de La Estrella, los ermitaños. Quizás ya no vivan allí, advirtieron, avisadnos para no incluirlos en las guías turísticas. El silencio era absoluto y a nuestro alrededor sólo había… gatos. Pero gatos gordos y sanos. Buena señal.

La aparición de la Virgen

Toda tierra conquistada a los “infieles” necesita ser reafirmada dentro de la doctrina cristiana. Son demasiados años en contacto con la religión equivocada y quizás ahí (como en tantos otros lugares) deba buscarse la explicación a la aparición de la Virgen de la Estrella.

Vista general de La Estrella (elclubdigital.com)

Vista general de La Estrella (elclubdigital.com)

En realidad, la aparición mariana no presenta diferencias con tantas otras; un pastor que guarda sus ovejas en el lugar, una llamada de los cielos, una luz cegadora (de ahí lo de “La Estrella”) y el encuentro final con la Madre de los Cielos y su santísimo hijo de brazos.

A partir de ahí, cabezonería celestial. El pastor, y más tarde los vecinos de Mosqueruela, se empeñan en llevarse la imagen para su iglesia parroquial. Y ésta, como no podía ser de otra manera, vuelve misteriosamente una y otra vez al lugar de la aparición.

Así se dictan las sentencias de los cielos. La imagen de Nuestra Señora de la Estrella quiere residir en lo profundo de su valle y los hombres, píos y obedientes, le levantan santuario de devoción. Cualquier otra cosa hubiera resultado una blasfemia.

La ermitaña

Sinforosa abrió el portón de la enorme casa de peregrinos y nos saludó con un gesto cortés de cabeza. No pareció sorprendida. Preguntó de donde veníamos y si habíamos llegado en jeep. Cosas de quien sabe bien lo que se dice.

Calle de La Estrella

Calle de La Estrella

Preguntó cómo andaban de agua las acequias valencianas. Luego tomó un perol lleno de pienso para gatos y a su tintineo, tunos ellos, toda la camada se movilizó. ¿Habéis visto el cartel de la riada? Seguramente era lo primero por lo que todos los visitantes se interesan. Negamos. Embebidos por la visión gatuna habíamos obviado el homenaje a modo de vítor universitario salmantino que La Estrella dedica a su desgraciado pasado.

Luego Sinforosa señaló hacia otro cartelito azulejeado sobre otro hastial de la plaza mayor. ¿Conocéis al Niño de la Estrella? Hemos oído hablar de él. Fue torero, un gran torero, nació en aquella casa, allí, murió en Francia. ¿Corneado? No, en un accidente de moto. Ya es buscarle las cuatro patas al gato, pensamos. Nos interesa más el asunto de la riada.

He leído que el río se desbordó y se llevó la mitad del pueblo. Sinforosa niega, sonriendo como quien explica una tontuna a un niño pequeño. Mirad el foso y los contrafuertes, nunca el río, ni en su mayor crecida, podría superar los muros. El agua vino de arriba, de la montaña –señala uno de los pétreos farallones que circundan el pueblo-, llovió tanto que el agua arrastró parte de la montaña y se llevó la mitad de la aldea por delante. Subid a la calle mayor mientras yo voy a buscar la llave de la iglesia; veréis que acaba bruscamente, cortada por la mitad. Antes abarcaba el doble de longitud. La riada partió el pueblo por la mitad.

La riada

La riada

La riada

El 9 de octubre de 1883 el cielo se desplomó sobre el barranco del río Monleón. Los contrafuertes del poblado soportaron la embestida del río evitando su desborde pero el monte aledaño perdió pie y un río de piedras y lodo cayó sobre la parte este de la aldea llevándosela por delante. Murieron 26 personas y La Estrella quedó diezmada.

En los años posteriores muchos de sus habitantes se marcharon del lugar. Durante todo el siglo XX el goteo de emigrantes fue continuo y como último testimonio de la vida pasada resisten en ella Martín y Sinforosa, ermitaños y cuidadores del Santuario.

Una estrella; mil estrellas

La llave parecía negarse a dejarnos entrar. Sinforosa se debatió con ella en el enorme portón hasta que escuchamos, no sin cierto alivio, el clá sordo de la victoria del metal contra el cerrojo.

Santuario

Santuario de la Estrella

El Santuario de la Estrella es digno de sí mismo; tres naves imponentes con capillas laterales, bóvedas labradas en el más puro estilo algo recargado del gusto del siglo XVIII. Durante la guerra civil, dice la ermitaña, vinieron militares y se llevaron todo lo que había; la iglesia a punto estuvo de venirse abajo y hubo que apuntalarla, dime tú a mí qué daño les hacía un monumento como este.

Colgado de la primera columna un cuadrito en blanco y negro, un daguerrotipo de fosfato deja la imaginación a un lado y muestra la suntuosidad del lugar allende los tiempos. Al fondo, bajo la cupulita pintada con estrellas, la Virgen y su Hijo aguardan al visitante. La Estrella bajo mil estrellas.

Tampoco ella parece asombrarse de recibir visitas en pleno invierno. Así es la fe presuntamente, como gustan decir hoy día. Los estucos barrocos tienen buen aspecto; Sinforosa se maravilla con ellos como si los contemplase por primera vez. Hay que ser un artista para hacer esas cosas, dice. Hay que serlo, sí, decimos.

Sinforosa (blog.clubdemuntanyacastello.com)

Sinforosa clubdemuntanyacastello

Guardamos silencio. Y ella lo respeta, dejándonos a nuestro aire pasear por la nave, pequeños, encogidos, mientras abre la sacristía para mostrarnos las ofrendas, escasas.

Un cura se llevó todo lo que había, explica. Telas, regalos, vestiduras talares. Una muñeca desnuda, con esa piel rosada de plástico que da un poco de miedo, ofrendada quizás por un parto bienaventurado.

El tiempo no existe o al menos deja de tener importancia. Ni siquiera soy capaz de recordar cuanto de él pasamos allí; supongo que el suficiente para darnos cuenta de que Sinforosa tenía cosas que hacer.

 

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