Navidad y los presos

Escrito por: Toñín

Muchos internos en prisión van a estar sotos por Navidad; algunos ya llevan unos años pasándola solos; otros será la primera vez que la pasen solos y para estos últimos será mucho más dolorosa, posiblemente, que para los anteriores.

Navidad en prisiónPero ¿por qué es más doloroso pasar estos días solos, que cualquiera del resto de los días del año que también están solos? No se conoce una respuesta válida, pero sí se sabe que es así. En estos días se produce una modificación en los sentimientos y nace en el interior de la mayoría de la gente un anhelo muy fuerte de estar con los suyos. ¿Por qué? Nadie lo sabe, pero ahí está ese sentir generalizado, se palpa, se vive, se ve. Todo el mundo desea pasar la navidad con los suyos. Ahí están las enormes cifras de desplazamientos y el enorme incremento del uso de los transportes públicos, ya sean de tierra, de mar o de aire. Algo tiene la navidad que tiende a unirnos.

Cierto es que hay personas que la rehuyen, la rechazan, que buscan alternativas que les liberen de algo que pesa en ellos con más gravedad en Navidad, y puede que esas alternativas incluso consigan en algún momento distraerles, pero difícilmente pueden sofocar esa tensión interior de tono medio melancólico que es provocada por vivencias anteriores -quizás en épocas incluso de infancia- en las que esas personas experimentaron la alegría del agrupamiento familiar de un modo u otro.

Tampoco podemos dejar de lado la influencia del consumismo en provocar precisamente la desnaturalización de esa tendencia al reagrupamiento familiar. Las relaciones humanas se debilitan cuando el contacto interpersonal lo sustituímos con el envío de un saludo y un regalo que excusan nuestro esfuerzo para desplazarnos a ver a nuestros familiares. En muchas personas se está sustituyendo el afecto por el efecto de un regalo, y, sin embargo, todos sabemos que nunca será lo mismo.

Se está sustituyendo el afecto
por el efecto de un regalo

También los hay socarrones que hacen chiste en torno a esta circunstancia del encuentro familiar en la navidad, y te preguntan: ¿Qué tal la navidad? ¿Bien? ¿O en familia?

Jesús, María y JoséNo les vendría mal experimentar cómo se echa en falta a la familia cuando estás privado de libertad. Seguro que valorarían más lo que tienen y de lo que se burlan o rechazan. La verdad es que estos días no son normales y estas circunstancias apuntadas, debilitantes de ese espíritu de la Navidad, son insignificantes en relación a la inmensa mayoría de personas que se ven envueltos en ese algo indefinible que nos transforma.  Y para ver qué es lo que nos transforma, o cómo se ha generado ese espíritu tenemos que ir hacia atrás, muy hacia atrás, donde se pueda determinar cómo empieza todo esto y donde se vivió esto con puridad y sin pizca de las adulteraciones que ahora se aprecian en torno a la Navidad.

Dicen que la celebración de la Navidad surge en el siglo cuarto y es instituída en las mismas fechas que se celebraba el solsticio de invierno precisamente para que los cristianos no acudieran a la celebración de tal fiesta pagana. Sea cual fuera la causa del inicio de la celebración de la Navidad, lo cierto es que la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, supuso durante siglos -y aún lo supone en muchísimos más hogares de los que creemos- un gozoso acontecimiento que provoca en los componentes de cada familia un anhelo de unión y de celebración conjunta de una naturaleza superior al provocado por cualquier otra festividad.

Y se preguntarán los lectores, ¿qué tienen que ver estas líneas con los privados de libertad?  Se podrían escribir muchas páginas al respecto, pero para ser breves, concretos y claros, bastará recordar que por seguir las enseñanzas de palabra y de vida de ese Jesús cuyo nacimiento celebramos los cristianos en estas fechas, hay, hoy, en todo el mundo, muchos hombres y muchas más mujeres, que dedican su vida o gran parte de ella, a estar junto a los privados de libertad, para humanizar esa privación, y, para -en la medida de lo posible- hacerles ver que por encima de la libertad física de movimientos, existe otra Libertad con mayúsculas, que no hay justicia humana que te la pueda quitar sí tu no te dejas: es la libertad de sentirte amado por aquel que más necesitamos, por Dios mismo.

Seguir la palabra de ese Jesús que dijo “… estuve preso y vinisteis a verme…” sigue enganchando a mucha gente para bien de los privados de libertad, aunque gran parte de la sociedad no quiera enterarse y mire para otro lado. Que sepamos dejarnos invadir por ese Amor que es expresión de Libertad y que nos llega a todos en Navidad.

Publicado por cortesía Revista GALERÍA del centro penitenciario de Pamplona 

 

 

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1 comentario

  1. También hay que pensar en la soledad de aquellos a quien un delincuente les ha quitado la vida de un familiar o amigo, les ha quitado la propiedad de un objeto valioso o sentimentalmente valioso, les ha violado o les ha provocado un trauma difícil de superar, o simplemente les ha quitado la ilusión o las ganas de vivir, esa soledad no se cura con unos años en la prisión, a veces no se cura nunca y deriva en depresiones e incluso en suicidios y a poca gente le da pena.

    Nos estamos equivocando con el tema de los presos, a mi me parece muy bien que se reinserten, que se les recupere como personas integrantes de la sociedad una vez cumplido el castigo por su falta, pero la tendencia actual es a la lastima, “pobrecillo, que ha cometido un delito y lo han encerrado por X años”.

    Pues lo tenia muy fácil, que no lo hubiera cometido y no tendría que dar pena ni ahora que llega la Navidad ni nunca. El que fue asesinado, el que fue robado, el que fue violado… esos son los que nos tienen que dar pena y por quienes tenemos que mirar, si el preso padece soledad es porque él se lo ha buscado, y dentro del sentimiento de piedad que nos debe producir cualquier persona que haya caído en desgracia, esa soledad es una de las funciones que cumple la prisión, de otro modo serían unas vacaciones de lujo pagadas por los afectados por su delito, que al fin y al cabo somos el resto de la sociedad.

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