Escrito por: Eugenio G.

Creo que desde niño, desde muy joven, quise dar una imagen de persona dura porque tenía el convencimiento de que era lo mejor para conseguir el respeto ajeno. Ya en el colegio me forjé una imagen así, de tío que aparenta que no le importa nada y continuamente estaba metido en peleas.

Fuera ya de la edad escolar, siguió en mí forjándose esa idea, convencido de que ello me abriría muchas puertas, ya que en el mundo en el que me movía me fue útil dicha imagen. Sin embargo, debo reconocer que se me cerraron muchas, y más importantes, como son las de encontrar trabajo, tener pareja y familia por tal actitud postiza.

Ingresado en el CP, mi convencimiento de la necesidad de aparentar dureza se acrecentó pensando en conseguir el respeto de los demás compañeros. Así anduve deambulando por varios módulos durante tres años, sintiendo que, por esa actitud, mucha gente me rechazaba y otra, por el contrario, me decía que esa actitud no cuadraba con mi forma de ser.

Ya en el programa terapéutico, me sobró un mes para darme cuenta de que no hace falta aparentar ninguna imagen para que te respeten, hacer amistades, etc., y que hay que ser uno mismo siempre, con los defectos y virtudes propios de cada persona y que, precisamente por esa imagen que demos, será por lo que nos van a juzgar.

Por ello, compañeros, con este pequeño resumen quiero que veáis que la imagen ficticia puede traeros problemas y que la primera impresión sincera y veraz es la que realmente vale. El verdadero respeto hacia uno mismo se consigue respetando a los demás y aceptándonos tal y como somos.