Organizada para seguir cogiendo ritmo de cara a la peregrinación tuvo como protagonista la cohesión del grupo. Doña Ana y Don José Luis fueron nuestros guías esta vez. Don José Miguel se añadió al grupo en sustitución de uno de los voluntarios de la Pastoral, porque la otra voluntaria, Elena, no faltó a la cita.

Pero a pesar de los cambios ocurridos dentro del organigrama del grupo, pude comprobar, en primera persona, que el compromiso de los integrantes del mismo se halla en un estado óptimo.

Dejando aparte los problemillas que surgieron en relación con el reloj “GPS” (no culpen a P. de lo sucedido, ejem.) el recorrido fue tan ameno y sorprendente que tardaremos mucho en olvidarlo.

De todas formas, todavía no se ha esclarecido el misterio de la desaparición del bocata de Fran (por cierto, qué bueno estaba el de lomo con pimientos) ni qué inesperados desafíos se nos presentarán en la próxima etapa de nuestra preparación.

Como ya he citado antes, la cohesión surgida en el seno del colectivo me ha demostrado que deriva en otras actitudes positivas que han llegado a sorprenderme. Si camino solo, alguien viene a mi lado e iniciamos una conversación llena de armonía y buen humor. Si un compañero suda, rápidamente otro le ofrece agua o un lugar a la sombra. Si alguien se carga un avestruz, nos encubrimos mutuamente, y si las escaleras se vuelven demasiado empinadas, alguien te tenderá su mano. Sé que es muy pronto y que esto acaba de empezar, pero extrañamente me siento muy orgulloso de pertenecer a este grupo.

Esta vez no esperéis un link para ver la ruta, pero os prometemos que en próximas caminatas y durante el camino os las colgaremos.