Historias, leyendas, mitos y curiosidades de la antigüedad clásica (2ª parte)

Pasemos a otra historia

De todas las civilizaciones que han existido a lo largo de la historia de la Humanidad, una de las más fascinantes, si no la que más, es la civilización egipcia. Y entre todos los personajes que hicieron eso posible hay uno, en mi modesta opinión, que fascina por encima de todos los demás: la reina Cleopatra. Cleopatra es uno de los personajes históricos que más ha inspirado a escritores, cineastas y artistas de todo tipo. Ya los historiadores contemporáneos y los inmediatamente posteriores gastaron abundantes papiros y pergaminos para hablar de ella. En nuestros días, Cleopatra sería, sin duda alguna, la reina indiscutible de las revistas del corazón.

CleopatraHay diversidad de opiniones, entre los historiadores, acerca de su belleza. Unos dicen que era bellísima, arrolladora, seductora. Otros dicen, en cambio, que tenía una enorme nariz que afeaba considerablemente su rostro. En lo que no hay discusión alguna y sí unanimidad total es en lo referente a sus cualidades menos físicas: todos coinciden en que era muy inteligente, hablaba perfectamente varios idiomas, coqueta, seductora, cultísima y muy astuta. El historiador romano Plutarco nos hace la siguiente descripción de nuestro personaje: “Cleopatra era bellísima, una sirena del Nilo, con un encanto fascinador, irresistible, graciosa, traviesa como una gatita, pero muy culta también, capaz de sostener elevadas conversaciones. Tenía además una voz musical y acariciadora.” ¿Alguien da más?

No ha llegado hasta nosotros ningún dibujo, ninguna pintura o estatua fidedigna de su nariz grande o menos grande, aunque, en cualquier caso, sí tenía un buen olfato para saber a quién arrimarse; sí nos ha llegado una historia o leyenda que nos da prueba de su astucia. Vamos a verla.

Tradicionalmente se ha asociado a Cleopatra con el romano Marco Antonio. Hemos oído mil veces eso de “Marco Antonio y Cleopatra”. Esto ha sido debido, fundamentalmente, a las versiones tanto novelescas como cinematográficas de la vida de este personaje. Sin embargo, Cleopatra tuvo otro amante mucho más importante tanto para su vida particular como para la historia en general, con el que esta egipcia vivió sus años de mayor esplendor y con el que tuvo su único hijo varón, Cesarión. Este personaje, uno de los más importantes de la antigüedad, es Cayo Julio César. César. Pero empecemos por el principio.

Sería, sin duda alguna, la reina
indiscutible de las revistas del corazón

Nos situamos a mediados del S. I a.C., es decir, hace unos 2050 años. En aquella época lo que entonces era la República Romana estaba inmersa en una cruenta guerra civil entre los partidarios de Julio César y los de Pompeyo. Curiosamente el mayor número de batallas tuvieron lugar en suelo hispano o griego. Pompeyo, por ejemplo, tenía casi todos sus aliados en Hispania. No es casualidad, pues, que fundara la actual ciudad de Pamplona, que en latín es Pompaelum, es decir, “ciudad de Pompeyo”. Pero, bueno, volvamos a lo que estábamos, al camino que nos lleve a Cleopatra y que está justamente al otro lado de Europa. En Grecia tuvo lugar la última batalla de esta guerra civil, concretamente en Farsalia en el año 49 a.C. En ella César vence de manera aplastante a Pompeyo y a sus seguidores. Pompeyo ve como única salida para conservar su pellejo dirigirse a Egipto (país por entonces neutral y aliado de Roma) y refugiarse allí. Y así lo hace. César, por su parte, decide perseguirlo.

CesarPor aquellos mismos momentos, Egipto vivía una situación similar a la de Roma: Otra guerra civil. En este caso, entre los partidarios de una joven de 20 años, Cleopatra, más concretamente Cleopatra VII, y los de su hermano y esposo Ptolomeo, de unos 14 años. Posiblemente todo el mundo lo sabe, si no lo recuerdo: entre los antiguos egipcios era habitual y creo que hasta obligatorio el que los faraones se casaran con sus hermanos o hermanas.

Aunque se trataba de una guerra por el poder, teóricamente entre Cleopatra y Ptolomeo, lo mas juicioso es pensar que era una guerra promovida por los “validos” u hombres de confianza de ambos jóvenes, que pretendían gobernar en la sombra una vez ganada la guerra. Sobre todo, en el caso de Ptolomeo, casi un niño.

El hombre de confianza, el más cercano a este último estaba muy al corriente de lo que estaba pasando en Grecia entre los romanos. Cuando le llegaron las últimas noticias con el resultado de Farsalia y la huida de Pompeyo hacia Egipto pensó que la fortuna o la casualidad le ofrecían una oportunidad única para vencer a Cleopatra. Se trataba sencillamente de matar a Pompeyo en cuanto pusiera pie a tierra y ofrecer su cadáver a César cuando llegara. Éste, sin duda, agradecido, se pondría de su lado y, con la ayuda de sus legiones, vencerían fácilmente a las tropas de Cleopatra. Pompeyo, en efecto, fue asesinado, pero esta acción tuvo para sus asesinos el efecto contrario al deseado. César cogió un cabreo más que regular, según unos, porque no pretendía darle muerte, sino simplemente darle unos capones y decirle “malo, malo, más que malo” y, según otros, y ya más en serio, porque le fastidió que se le adelantaran y le privaran del placer de cortarle él mismo la cabeza. Aunque está históricamente comprobado que César dio muestras de una gran benevolencia en algunos casos como éste (no en todos), personalmente dudo que César persiguiera a Pompeyo por todo el sur de Europa únicamente para invitarlo al final a un crucero por el Nilo.

Cleopatra es bella, seductora, fascinadora
y César tiene una fama de mujeriego de primer orden

Ya tenemos pues a César en Egipto viendo desde la barrera la guerra entre los dos hermanos y con una idea clara: no ponerse nunca del lado de Ptolomeo. El problema para éste y los suyos es ahora que César deje de ser imparcial y se ponga del lado de su hermana. Ptolomeo, sus asesores y toda su gente lo saben y tratan de evitar por todos los medios que César y Cleopatra se vean. Cleopatra es bella, seductora, fascinadora, y todas las cosas que ya sabemos y César tiene una fama de mujeriego de primer orden. Dinamita pura, vamos. Seguro que a los asesores de Ptolomeo no se les iba de la cabeza aquel famoso refrán que tanto y tan bien utilizaron moralistas de tiempos pasados pero relativamente recientes: “El hombre es fuego, la mujer estopa, llega el diablo y sopla”. Aunque en el caso de Cleopatra y César no hacía y no hizo falta ni siquiera que soplara el diablo.

Cleopatra y Cesar por Jean Leon GeromeConscientes del peligro, los hombres de confianza de Ptolomeo montaron un sistema de vigilancia y unos controles que hacían poco menos que imposible que César visitase a la Reina o que ésta accediese al palacio donde se había instalado el romano.

Cleopatra, lógicamente, estaba tan bien informada de todo lo que estaba sucediendo fuera de su palacio como de lo que sucedía dentro de él. Un buen día, mandó a sus esclavos que fueran al zoco y compraran la alfombra más grande y más hermosa que encontraran. Quería regalársela a César. Así lo hicieron los criados y al día siguiente 6 fuertes esclavos salieron del palacio de la Reina llevando una enorme alfombra enrollada sobre sus hombros en dirección al palacio de César. No tardaron mucho en ser detenidos por un control. “¿Qué lleváis?”, “A la vista está. Una alfombra. Un regalo” “¿Para quien?” –siguió interrogando el soldado– “Para César” –respondió uno de los esclavos portadores de la alfombra– “¿De parte de quien?” –El mismo esclavo que había contestado anteriormente contestó, sin duda, con cara de fastidio– “¡Qué más da!”. “Tienes razón” –respondió el soldado dejando pasar a los esclavos.

Una vez en su destino, éstos fueron llevados ante César que se encontraba en un enorme salón. Sin decir palabra, los esclavos dejaron con cuidado la alfombra en el suelo y empezaron a desenrollarla lentamente. La alfombra iba dando vueltas despacio, muy despacio por la habitación ayudada por los esclavos en dirección al lugar donde se encontraba César. Una vuelta y otra y otra y otra más. Por fin, casi a los pies de Julio César, la alfombra acabó de desenrollarse apareciendo entre ella en todo sus esplendor la bella Cleopatra.

El resto de la guerra civil de Egipto, su resultado, la estancia de César en Egipto, el papel que jugaron las legiones romanas en toda esta historia, el final de Ptolomeo y sus seguidores, el reinado de Cleopatra… todo es un larga historia que ya se escapa a la finalidad de estas páginas. Lo que todo el mundo sabe y sino se lo imagina es cómo acabaron César y Cleopatra, ¿no es cierto?

(Continuará)

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2 Comentarios

  1. Muy bueno esto. Me gustó la publicación.

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