Escrito por: Felipe

Me apetecía poder compartir esta historia con los lectores de la revista Acento porque a pesar de ser triste, considero que fue una recompensa a casi 40 años de trabajo.

Las auxiliares de acción médica no son las primeras en responder a una urgencia. Ella estaba jubilada desde hace casi 2 años. Trabajó en el Hospital de Arrojos durante casi 6 años. Después pasó al Hospital de los Capuchos. Disfrutaba con lo que hacía, sobretodo al principio. Pero el caso es que con el tiempo en salas de operaciones del turno de tarde y de noche, era muy complicado, casi imposible, llegar a casa con la conciencia tranquila por haber realizado como debería el trabajo, según su exigente criterio.

Por eso mismo cuando pudo jubilarse, aún con una penalización del 4,5%, se jubiló. Quedó triste, pero con la certeza de que era lo mejor que podía hacer, a pesar de sentirse un poco maltratada después de tanta dedicación a su profesión. No obstante, continuó trabajando en lo que le gustaba, siempre que pudo y le daban esa oportunidad. Se puso a trabajar en la casa de una señora con hijos médicos e ingenieros.

Prefirió morir
a mi lado

Esta señora era farmacéutica. Felizmente, estuvo poco tiempo con la señora, y digo felizmente porque de este modo ella no sufrió mucho. La señora era una muy buena persona, un autentico ángel. Dios quiso que ella falleciese agarrada a su cuello, dentro del cuarto de baño. Fueron muy dolorosos los últimos suspiros, mas tuvo el coraje de hacer todo con calma y sin precipitaciones.

Ya ha pasado un año desde aquello y lo recuerda constantemente pues, para ella, esos momentos pasados supusieron una auténtica recompensa. Se reencontró con su verdadera vocación y se sintió útil y humana, en íntimo contacto con otra persona a la que ayudó en lo que pudo. Tuvo la certeza de que esa experiencia fue una recompensa por el trabajo de una vida entera y muchos años de amor al prójimo.

Con enorme agradecimiento a la Doctora Aura por haber escogido morir a su lado. Que Dios la tenga en el buen camino.