Lucía ya no luce

Debo confesar que nunca he tenido trato con ella y que, pese a todo, siempre me ha caído mal. Que desde sus primeras apariciones públicas tras ganar el Premio Nadal con Beatriz y los cuerpos celestes me ha chirriado su manera de ser y comportarse, la cual me resultado siempre sobreactuada e histriónica. En lógica coherencia, al no gustarme su personalidad jamás he leído nada suyo, motivo por el cual este artículo no debe aplicarse a sus trabajos literarios. No los juzgo, porque no los he leído. Nunca me han interesado. Sí he tenido la oportunidad de escucharla como tertuliana en el programa de Julia Otero en Onda Cero, donde siempre me ha parecido absolutamente insulsa y prescindible, con opiniones subjetivas y clara tendencia al exhibicionismo emocional. Tampoco han mejorado mi opinión, antes al contrario, sus apariciones en los debates televisivos de Telecinco. Ni por estética ni por contenidos.

lucia-etxebarriaResumiendo: no la trago. Vaya esto por delante para que quede claro mi posicionamiento personal respecto a este personaje público. El cual podría haber sido totalmente contrario; es decir, de admiración y alabanza, y no habría cambiado en una coma lo que estoy a punto de escribir. Porque mi siguiente comentario no pertenece al ámbito de las valoraciones subjetivas, sino al de los hechos. A un análisis objetivo de la realidad basado en los conocimientos generales del marketing y la comunicación. Y los expondré muy claramente con una máxima sencilla: en cuestión de imagen, el decir y el ser han de ser siempre gemelos. Los hechos han de asemejarse a las palabras. No es tolerable presentarse ante la audiencia como adalid de la cultura más notable y exigente, presumir de excelencia literaria, exquisitez intelectual, independencia, criterio y creatividad femenina, y venderse a los royalties de la tele comercial apareciendo en un reality show de lo más cutre y salchichero. Más deleznable todavía me parece justificar esta realidad con unas acuciantes necesidades económicas. Como si el dinero lo disculpara todo. No, Lucía Etxebarria, esto no es así. No se puede uno jactar de liberal y cultureta y escandalizarse después en un campamentucho por un quítame allá esas pajas. No se puede ser puta y decente al mismo tiempo. No se puede aspirar a liderar el ranking de la crema intelectual y luego aparecer en la caja tonta interactuando burdamente con casposos y aspirantes a casposos.

En cuestión de imagen, el decir
y el ser han de ser siempre gemelos

Todos somos libres para hacer con nuestra vida aquello que queramos. Libres para aparecer en cualquier programa de televisión, sea el que sea. Pero somos también esclavos de nuestras palabras. Y quien arrojó piedras afiladas para lapidar a cuanto representan este tipo de programas, no debería protagonizarlos ahora como si tal cosa. Y, para colmo, perdiendo los papeles más que cualquier otro de los concursantes presentes y pasados.

No sé qué opinarán los lectores de Lucía.

A mí, desde luego, me parece una incoherencia imperdonable.

 

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1 comentario

  1. Habría que buscar con los dedos de una mano, a lo largo de trece o catorce concursos de Gran Hermano, Supervivientes, La Casa de tu vida… y todo un etc. de programas de entretenimiento, una persona tan desequilibrada, casi en la primera noche del concurso.

    Algunos dicen que es una manipuladora… si es así lo hace muy bien. Lo que todavía tendría mucha más culpa en una persona que, gracias a la aureola que lleva la consecución de un gran premio literario, debería preocuparse por mostrar a los demás un camino hacia la vida de la cultura y del alma.

    Si por otro lado, está enferma, sólo puedo mostrar compasión. Nunca se debería haber presentado ante un público sediento de…

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