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Espíritu positivo

Posted By Elena Marqués On 27/09/2013 @ 09:00 In Opinión | 2 Comments

Últimamente me asaltan más dudas de lo habitual. Sobre si llegaré a fin de mes, si mis hijas encontrarán trabajo, si no será mejor marchar al extranjero. Sé que no es adecuado, recién invitada a participar en la revista, andar quejándome de cómo va el mundo, y que sería conveniente que me presentara primero. Pero es que debo mostrarme así, tal como soy y me encuentro: más angustiada de lo normal por haber perdido el norte.

3567843161_d5d553f255Me llamo Elena y tengo 45 años. Suficientes para haber aprendido alguna cosa de interés. Lo primero, que la vida no es un valle de lágrimas, pero sí un camino tortuoso y lleno de escollos en el que lo fundamental, a no ser que heredes algo o ganes un concurso de famosos, es trabajar contra viento y marea.

Me precio de haberlo conseguido todo de esa manera, a mandobles con los libros y muchas horas de dedicación; estudiando con becas (esas que ahora peligran) y quitando horas al sueño; levantándome cuando más cansada me sentía y enjugándome las lágrimas para seguir adelante. Porque nadie dijo que fuera fácil.

La recompensa se hizo esperar, pero llegó. Conseguí trabajo, me casé, tuve hijos, y ya «planifiqué» que podía dedicarme a lo que más me gustaba: a escribir, a leer, a disfrutar un poco del resto de la existencia. Ingenua.

Últimamente me asaltan
más dudas de lo habitual

Quizás la culpa es mía. Por un tiempo consideré que había logrado todo lo necesario y que era intocable, y que todo lo que vendría después serían mejoras: en mi calidad de vida, en el sueldo, en el tiempo para dedicarlo a mis aficiones, en el cumplimento de aquellos sueños que tejía y destejía mientras combatía a mandobles con los libros y las horas de dedicación. Simplificando un poco, que la energía trascendente del influjo kármico me recompensaría por todo lo hecho entre las curvas y escollos del camino con una madurez pacífica y exenta de problemas. Sin embargo, cuál no sería mi sorpresa cuando, en su lugar, llegaban a patadas las hordas de contratiempos y las eternas preocupaciones por lo incierto que aún habría de venir.

positivo15b15dPero bueno, ¿qué estoy diciendo? Si bien se mira, todo lo que he escrito en esta página demuestra un egoísmo del que hasta ahora no era consciente. No vivo sola en el universo, aunque sí en el que había creado para mí, a mi medida, sin querer darme cuenta de que ando en paralelo con otras vidas que son tan importantes o tan insignificantes como la mía, y que encerrarme en mis asuntos es igual de imposible que cambiar el curso de los astros o conseguir que los ríos dejen de dar a la mar, que es el morir. Y, también, que hay otros que se levantan con las mismas preocupaciones pero con menos armas para vencerlas.

Por eso, quizás, debería recomponerme un poco los desperfectos del maquillaje (¿os he dicho la edad?), regresar al principio de mi reflexión y, aprovechando este lugar de encuentro en el que espero participar con mis cuentos de última hora, mis artículos y todo aquello que los avatares de la vida me conceda, redactar estas líneas de nuevo con un espíritu algo más positivo:

«Últimamente me asaltan más dudas de lo habitual. Sobre si llegaré a fin de mes, si mis hijas encontrarán trabajo, si no será mejor marchar al extranjero o si, por el contrario, debería dejar de quejarme y, con mis menguadasarmas (las «sílabas contadas» y una pequeña dosis de optimismo), esforzarme por encarar las situaciones adversas con disciplina, mejor humor y un punto de flexibilidad. De hecho, cuando me invitaron a participar en la revista, yo andaba “planificando” mi invierno (de nuevo ese término absurdo, planificar, como si no fuera estupendo de vez en cuando rendirse a la improvisación), vertebrado desde hace unos años entre trabajo, escritura y salidas al cine, confiando en que nada se saldría de su cauce y nadie me molestaría más de la cuenta sin intuir siquiera qué cosas buenas me traería el inicio del otoño, qué vela arrastraría la marea y de qué extraordinario material (libros, amigos, amaneceres) puede estar hecha la brújula que me señale cada día un nuevo e inesperado norte.

 


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