Políticos marcianos

Y yo que creía que ya lo había visto todo. Que la excentricidad de los políticos era cosa nacional. ¡Qué va! Estoy empezando a creer que la gente de esta casta no es como nosotros. Que tienen un gen de más, o de menos, que les impide ser sensatos, razonables y normales en sus comportamientos. Quizá son como E.T., extraterrestres, aunque desde luego mucho menos entrañables. O tal vez sean sometidos a un contumaz lavado de cerebro, a una lobotomía gremial, en cuanto se sacan el carné de cualquier partido y deciden dedicarse a la política.

_senado_ce6d4faeHay cosas, desde luego, que de otra forma no se entienden. Que sí, que seguro que si hablamos con los políticos de turno nos lo justifican con sesudas explicaciones llenas de subordinadas, mire-ustés y subjuntivos. Pero analicemos este hecho que voy a relatarles, absolutamente actual, con las simples lentes de la sensatez. Ni más ni menos. Dejemos los análisis para los expertos, apliquemos solamente nuestro sentido común.

El político en cuestión es el senador republicano norteamericano Ted Cruz. El martes 24 tomó la palabra y comenzó su discurso con un propósito muy claro: no dejar de hablar. Sí, sí, tal y como suena. Hablar y hablar para conseguir que el tiempo pase y, no siendo posible retirarle el uso de la palabra a un senador hasta que acaba, impedir de esta manera que un proyecto de ley sobre la reforma sanitaria llegue a ser votado.

¡Si hasta tiene nombre esta estrategia!
Se llama filibusterismo

El tío ha estado hablando de los huevos (fritos) de su padre, de Dark Vader y Star Wars, de su afición por los piratas y de otras estupideces semejantes. ¡Incluso llegó a leer un cuento infantil para sus hijas! Contó, eso sí, con el apoyo de dos o tres secuaces de su cuerda que le formularon varias preguntas largas para darle cierto margen de descanso. Ahora bien, sin abandonar la sala ni sentarse para no perder el turno. Veintidós horas seguidas se ha pegado el tío con semejante chapa. Y los demás políticos, bien pagados y mejor comidos, allí aguantando mecha. Pero, agárrate que hay curvas, no es un caso único. ¡Si hasta tiene nombre esta estrategia! Se llama filibusterismo. Y ya se ha utilizado en los Estados Unidos unas cuantas veces.

Realmente inconcebible, ¿no les parece? Imagínense que intentan hacer algo parecido un médico, un fontanero o un cajero de supermercado. Ni siquiera se puede imaginar, es imposible. Pero, ¡ah!, los políticos, ellos son distintos. No sólo podemos imaginarlo, sino que lo hacen realmente.

¿Son marcianos? ¿Engendros? ¿Mutaciones? ¿Nacen así o se transforman? No es de extrañar que los políticos actuales nacionales e internacionales tengan tan pésima fama. Si son tan ajenos al resto de mortales, metámoslos a todos juntos, encerrémoslos y tiremos la llave al fondo de los mares.

Ellos conseguirán arreglárselas solos. Y, si se aburren, siempre pueden dedicarse al filibusterismo. Que, por lo visto, lo llevan en los genes, en el carné o en la nómina.

 

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