Estar a la que salta

Aunque el diccionario de la Real Academia intenta ser aséptico en sus definiciones y no deja entrever en esta frase hecha un uso peyorativo («estar a la que salta: 1.loc. verb. coloq.estar siempre dispuesto a aprovechar las ocasiones»), pienso que, en la actualidad, debería alargar un poco más su descripción y completarse de esta manera: «con el fin de arrojarse al pescuezo del contrario a las primeras de cambio». Para defender esta sugerencia que remitiré a la Academia si me dais el consentimiento me baso en una anécdota, en un cruce de palabras al que he asistido hace un rato, consciente de que debe de haber muchas más en este encuentro de enemigos en el que nos desenvolvemos a diario.

En el Premio Planeta 2013Con el anuncio del premio Planeta 2013 y, sobre todo, de su finalista, la ex ministra de Cultura Ángeles González-Sinde, ha surgido una ola de comentarios jocosos en distintos medios y redes sociales. Uno, sin ir más lejos, por parte dela conocida web El Mundo Today (http://www.elmundotoday.com/), que ha colocado en primera página un largo titular («Ángeles González-Sinde, finalista del premio Planeta con su BOE 55, 03/2011, Sec. I, pg. 25033 4117») que confieso que en un primer momento me he creído, pues, aunque nunca le he encontrado el ritmo y el interés a los boletines oficiales, me acordé enseguida del poema muy incompleto que dedicó Dámaso Alonso a Salinas, «La invasión de las siglas», y me dije quién sabe, igual es algo así como los textos de la Biblia y encuentro, entre leyes y anuncios, algún versículo aprovechable.

Pensar que el ministro Wert
fuera finalista de ese premio

Pero no quiero desviarme del tema. La cuestión es que un amigo, a quien llamaremos x, comentó en Facebook (¿hay otro modo de comunicarse hoy en día?) algo así como que le daba miedo pensar que el ministro Wert fuera finalista de ese premio uno de estos años.

La observación, que a mí me pareció divertida y, por encima de todo, inocente (evidentemente, no es un personaje público que levante pasiones amistosas, aunque es algo que no me incumbe: cada cual que bregue con sus simpatías y sus antipatías, tanto personales como políticas), nos dio pie a algunos a imaginar el posible título de la novela o, incluso, a ver al ministro como protagonista de la misma, acudiendo a recursos facilones como emparentarlo con Eduardo Manostijeras recortando presupuestos y otras cosas por el estilo.

Eduardo-manostijerasLa sorpresa de este amigo, al que seguiré llamando x, llegó cuando alguien, en un tono más desabrido, añadió que igual deberíamos leernos el libro (al de González-Sinde se refería, que ya teníamos perdido de la cabeza al habernos sumergido en nuestro propio imaginario cómico-absurdo) antes de criticarlo tanto. El pobre se disculpó de un modo correcto y seguramente se fue a jugar con su gato, quien, a pesar de su agilidad y sus instintos brincadores, seguro que no está todo el día a la que salta.

Quiero decir que observo que estamos más crispados de la cuenta. Ya no solo debemos resignarnos a la habitual impaciencia en el semáforo, que se traduce en pitidos y palabras elevadas (de tono, que no de contenido), o a las quejas en la consulta del médico por lo que nos hacen esperar, sino que parece que nos hemos convertido en los protagonistas del chiste del hombre que fue recogido en un camino por el conductor de un carro y, cuando para romper el hielo, dijo «pues sí», el interlocutor le contestó «pues no, y como el carro es mío se baja usté ahora mismo».

Lo difícil que es para dos españoles
intercambiar opiniones sin exaltarse

Estamos deseando que alguien cuelgue una noticia para criticarla, desmentirla, puntualizarla, darle la vuelta… hasta el punto de que a veces nos sentimos cohibidos y no nos atrevemos a dar nuestra opinión. Ya más de una vez, entre amigos, he comentado lo difícil que es para dos españoles intercambiar opiniones sin exaltarse. Y os aseguro que sigo experimentándolo cada vez que salgo con ellos.

Algunos me dicen que lo hacen por el simple placer de provocar, de llevar la contraria, para recuperar un arte algo perdido: la dialéctica como método filosófico o técnica de conversación. Yo simplemente digo que quizás podríamos proponerlo como deporte nacional y llevarnos todas las medallas.

postres-enfadados

Y eso que no hablo de las tertulias televisivas preparadas con esa única finalidad, para mostrarnos el enfrentamiento entre dos o tres sujetos (la palabra «sujetas» no está admitida en el diccionario, aunque igual en mi próxima consulta a la Academia lo propongo también) que no quiero calificar que acaban a gritos por tonterías tan variadas y absurdas que aún no entiendo cómo pueden servir para vertebrar un programa.

En fin, para quienes amamos la palabra, recuperar la dialéctica no solo está muy bien como homenaje a Platón, sino que es algo necesario. Sobre todo si la única alternativa es llegar a las manos, en cuya definición la Academia sí que no tiene dudas («llegar a las ~s.1. loc. verb. Reñir, pelear»).

Por eso, desde aquí pido un poco de serenidad para devolver a los términos su justeza y que «estar a la que salta» deje de anteceder obligatoriamente a «llegar a las manos»para recuperar su sentido primitivo.

Aprovechemos las ocasiones. También para contar hasta diez antes de saltar a la yugular más próxima.

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