A muy alto precio (Introducción)

Cap 1º: Introducción

Escrito por: Sergio M. A.

Como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga. Me dirijo a la cárcel de Picassent en tránsito a la espera de otro transbordo que se dirija a mí nuevo centro de cumplimiento, Daroca (Zaragoza). Salí de la prisión de Font Calent el martes de esta misma semana.

Picassent es una macro cárcel y a la vez una de las más grandes de Europa. Nada más llegar a la prisión me tomaron las huellas dactilares, recogieron nuestros enseres y nos trasladaron a nuestra correspondiente celda. Una celda de apenas cuatro metros de largo por uno y medio de ancho, con un espejo de acero inoxidable que apenas te ves reflejado por los arañazos que tiene. Una cama y una ventana sin enchufes ni de televisión ni de luz, voy a tener que pasar el tiempo que dure mi conducción aquí. Todo está fuertemente soldado no hay esquinas en ninguna pared de la habitación. Las ventanas son de hierro y la mía da a la entrada de la cárcel, hay movimiento de gente, coches. Por suerte voy a poder distraerme un poco. De repente se oye el cierre de la puerta.

¡Martínez! –me dice el ordenanza.
Si, dime –le contesto yo.
La comida –

Dos ordenanzas que también son presos al igual que yo, van con un carro por las galerías repartiendo la comida uno por uno en cada chabolo. Unas albóndigas con tomate acompañado con algo de companaje y una barra de pan. Es difícil digerir algo de comida después del cerrojazo de la puerta de hierro. Es la una del medio día y hasta las cinco de la tarde no nos sacarán al patio a estirar un poco los pies y poder comprar algo en el economato, o sea que me tendré que comer la comida, sí o sí.

galeria carcel

Con la única distracción de la ventana, voy a tener que pasar aquí tres horas hasta que me saquen al patio. Mirando a través de ella se ve la entrada de la cárcel y otro módulo que aún no se muy bien cual es. Hoy es veintitrés de agosto y hace un calor inaguantable. Sin duda este es uno de los peores momentos de mí estancia en prisión. Tampoco tengo reloj y ni siquiera se que hora es. Aburrido y desquiciado consigo echarme en la cama y dormir un rato. Al oír los cerrojos de las puertas de las celdas de mis compañeros, me despierto y vuelvo otra vez a la dura realidad en la que me encuentro…

¡Venga al patio! –dice el ordenanza

Rápidamente, recojo las pocas cosas que tengo conmigo, ordeno la habitación lo más rápido que puedo, ya que por esto, puedo ser sancionado por tenerla en mal estado y salgo echando leches de este angustioso sitio.

Al salir al pasillo veo a varios compañeros que han venido también de otras cárceles y se puede ver una ligera sonrisa al igual que la mía al haber salido de ese agujero aunque solo sea por unas horas.

De entre todos los presos veo a Iván, un conocido con el cual ya he hablado antes en el autobús…

¿Qué pasa Iván, como lo llevas? –le pregunto.
Bien, esperando que pase este infierno de conducción –.
Yo, voy a Zaragoza a la prisión de Daroca, ¿Y tú a cuál vas?–le pregunto
Pues yo también voy a Daroca tío –.

Bueno pues ya tengo un compañero que es lo más importante en una situación así. Ya que vamos a entrar a un patio que no conocemos siendo un momento de mucha tensión por el hecho de no conocer a los demás presos ni saber de que palo va. Salir al patio solo, va a llamar la atención de los presos y va a ser víctima de algún robo o intimidación por parte de algún recluso veterano de ese patio, siendo menos llamativo para los reclusos no ir solo.

El Funcionario ha empezado a nombrarnos a uno por uno y diciéndonos a cada uno el patio al que tenemos que ir a pasear. Por suerte, a Iván y a mí nos ha tocado el mismo y vamos a caminar un poco al del módulo 9.

No tengo ni idea de que clase de módulo es el 9 y tengo que reconocer que estoy un poco nervioso, pero al menos, voy con Iván y que sea lo que Dios quiera…

¿Al nueve?,–le pregunto a Iván.
¡El nueve es conflictivo!, .–
Perdone señor Funcionario, ¿él módulo nueve es conflictivo?–
No, es normalito.—dice el Funcionario

Hemos caminado por unos pasillos hasta llegar a una puerta en la que había un cartel que ponía módulo 9.Con un golpe seco, la puerta corredera ha empezado a desplazarse hacia un lado y la primera impresión, ha sido impactante.

patio carcel

La gente pasea sin camiseta ya que hace mucho calor. Es normal que la gente te mire fijamente al llegar a un patio. Ya contaba con ello, pero aún así no deja de impresionarme. Uno a uno, el Funcionario va recogiendo nuestros carnés identificativos, los cuales nos devolverá al finalizar el paseo…

¿Normalito no?—le digo a Iván
¿Vamos a andar un poco al patio no?,– me contesta
Claro, así estiramos un poco las piernas.–

Yo vengo de un módulo de respeto, del módulo 3 de Font Calent y el cambio es abismal la verdad. Como si fuera la escena de una película, hay grupos de razas por todo el patio. Colombianos, de color, etnia gitana, rumanos. Todo el suelo está lleno de vasos de plástico de café, colillas etc.…

¿De que cárcel vienes tu, Iván?—
De Villena, pero no me dan ningún permiso y he pedido traslado a la cárcel de Daroca,¿Y tú?—
Yo vengo de Font Calent, he estado un año allí y me han clasificado en Daroca también. —
A mí me han hablado muy bien de esa cárcel, dicen que es una pequeña y las juntas de tratamiento son bastante buenas,–
Si, yo he oído lo mismo y por eso pedí el traslado allí –

Hemos caminado un poco por el patio de lado a lado e intentando no mirar mucho a la gente a la cara, teniendo la seguridad de que ellos ya lo hacían. Aún estando caminando por aquí dentro en comparación de estar encerrado en el chabolo de ingresos, esto es un lujo.

Ya hemos estado andando un rato y me he fijado en dos chavales que vienen caminando hacia nosotros de frente, Iván, sigue hablando conmigo, pero yo, miro fijamente a estos dos, y algo me dice que nos quieren decir algo…

Al estar a nuestra altura, escucho:

¡Amigo! –me dice el chaval que se acerca a nosotros.
¡Dime!–respondo yo.
¿Estáis de paso, no?—nos pregunta.
Si, vamos a Daroca mí colega y yo –
Si quieres te puedo alquilar un teléfono por tres paquetes de tabaco—
Que va tío, no tengo dinero—
Venga te lo dejo en dos paquetes—
“No hay mejor defensa que un buen ataque “
Y le dije:
¿No tendrás un cigarrillo para darme tío?—le digo yo.
No, lo siento, venga hasta luego—

Mí amigo Iván y yo, teníamos tabaco, pero el no dijo ni una palabra hasta que andamos unos metros…

¿Como te lo has quitado de encima eh?—me dice Iván
Llevo ya un año en la cárcel tío, algo he aprendido—
Yo llevo trece años—
¿Cómo?—le respondo
Si, mira mí carné—

Es cierto, su número de identificación era el 999…….. . El número de identificación de cada preso empieza por los dos últimos dígitos del año que se ingresa en prisión. Me impresionó muchísimo y ahora entendía sus cortes en el brazo izquierdo.

Me he dado cuenta que los presos que tienen mucha condena a sus espaldas tienen muchos cortes en ambos brazos. Son como cicatrices, hechas de lado a lado del mismo. A veces las cosas no son como parecen, nunca habría imaginado que mi nuevo amigo tenía tanta condena a sus espaldas.

20100731-carcel-3

Me parece increíble, eso es casi media vida en la cárcel. Iván tiene 37 años de los cuales lleva 13 en prisión, por un delito de sangre, teniendo una condena de 17 años. Como la mayoría de las cosas no es lo mismo decirlo que pasarlo, solo de imaginarlo se me pone un nudo en el estomago. Lo miro incrédulo y sorprendido, pero de estas cosas, no es muy bueno hablar mucho. Le va a ser muy difícil conseguir sus beneficios penitenciarios al ser un delito de sangre. Al igual que yo, el también ha oído que en la prisión de Daroca son más flexibles que en otos centros del sur de España.

Hoy es 23 de agosto del año 2012 y hace un calor insoportable, los muros tan altos no dejan correr ni una pizca de aire, en conclusión esto parece un infierno. Seguimos caminando de lado a lado del patio y conversando un poco de nuestras vidas. Por momentos logras desconectar de la situación que estás viviendo, pero, rápidamente vuelves otra vez a la cruda realidad…

¡Iván!, me has dejado de piedra –le digo yo
¿Por qué?—
Por los años que llevas preso, de no habérmelo comentado nunca lo hubiese imaginado –
Pues si, al final la cárcel se ha convertido en mí hogar y tienes que olvidarte del exterior, si no quieres terminar volviéndote loco, es así de sencillo al igual que complicado–.

Hemos estado hablando un poco mientras caminábamos y yo no termino de salir de mí asombro, al ver su naturalidad y vitalidad con lo que está llevándolo. Me ha comentado Iván que a lo largo de toda su condena había recorrido más de una docena de prisiones a lo largo del territorio español como Albolote, Sangonera, Acebuche, Brians1, Brians2, La Modelo, Valdemoro, Ocaña, Soto de Real, Alcázar de San Juan, Jaén y Villena.

Si es cierto que la única manera de poder sobrellevar está situación es intentar olvidar el exterior lo máximo que puedas en la medida de lo posible, estando aquí dentro es una vida totalmente diferente a una persona que no está privada de libertad.

De repente, suena el altavoz en el patio…

¡Paseantes de ingresos, paseantes de ingresos!—

Esos somos nosotros, tenemos que ir a la oficina de los funcionarios, coger nuestros carnés y volver de regreso a nuestras celdas. Esa angustiosa celda calurosa y claustrofóbica en la que voy a tener que pasar la noche y además, solo.

 

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