La exigencia de tentáculos

Una de las principales dificultades del sector servicios es la imposibilidad de prever, organizar y gestionar las cargas de trabajo. Los diseñadores, lo mismo que los peluqueros, los asesores fiscales o cualquier otro profesional de este estilo, estamos sometidos a los caprichos y vaivenes del mercado.

pulpoTan pronto nos encontramos preocupados porque no llegan clientes como nos vemos obligados a desdoblarnos, a perder horas de sueño para poder dar abasto a todas las demandas recibidas. Se trata de algo inherente a esta actividad: lo sufren las grandes multinacionales, las pymes y los autónomos; no se trata de una consecuencia de la dimensión, sino de la imprevisible obligación de adaptarse en todo momento a las cambiantes circunstancias.

En el ámbito de la publicidad, en el cual me muevo con mi agencia Zúmmum a la vez que en la literatura, se trata este de un fenómeno constante. Precisamente ahora me encuentro sumido en un proceso laboral de exigencia máxima, con fecha de caducidad inaplazable, cortísima, y un ingente volumen de trabajo al que, con ayuda de las noches y las madrugadas, conseguiremos dar respuesta.

Es en estos momentos de máxima exigencia y dificultad cuando cada uno mide su verdadera talla profesional. Es entonces cuando el oficio, el talento y la laboriosidad forman el cóctel perfecto para alcanzar grandes retos. En esto, todo sea dicho, los publicistas tenemos ventaja: nos va la marcha, los esfuerzos concentrados, la máxima presión creativa.

Los profesionales de servicios
necesitamos tentáculos para poder llegar a todo

Por si fuera poco, esta época de vorágine publicitaria personal ha coincidido con mi labor promocional literaria de Psicario, mi última novela, lo cual me exige atender a los medios de comunicación y estar presente en las ferias del libro de Zaragoza y Madrid. Es lo que tiene compaginar dos actividades profesionales, cada una con sus ritmos. Superar este tipo de exigencias recarga nuestras pilas, refuerza nuestra estima y, por supuesto, nos enriquece también humanamente.

En estos trances de vorágine profesional el apoyo familiar resulta insustituible, se agradece al máximo, precisamente porque es cuando más tiempo les robamos a nuestros seres queridos… y cuando se convierten en nuestro mayor estímulo diario.

Los profesionales de servicios nos parecemos a los pulpos, y no solo porque ocasionalmente podamos echar algún borrón, puesto que nadie es perfecto. Sobre todo porque, con frecuencia y como ahora,  necesitamos tentáculos para poder llegar a todo.

Afortunadamente, el tiempo pasa y los proyectos se acaban. Entonces el mar vuelve a la calma y continuamos disfrutando del perpetuo bamboleo de sus olas.

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