Auschwitz

Hace unos días en un anuncio de un autobús pude ver un par de frases que me conmocionaron.

“No hace mucho. No muy lejos”

Dichas premisas, anunciaban una exposición sobre Auschwitz y los campos de exterminio que existieron durante la Segunda Guerra Mundial.

Ahora justamente que parece que vivimos nuevamente en la historia del siglo veinte, con la depresión, las derechas y los extremos emergiendo en política y ganando elecciones. Justamente ahora, estas palabras resuenan en mis oídos, como si se tratara del corifeo de una obra de teatro griega, ese corifeo que te muestra la realidad que no ven los personajes.

Auschwitz

No hemos cambiado tanto, la sociedad no ha evolucionado tanto. Al igual que durante la Segunda Guerra Mundial, “nadie” sabía lo que se estaba haciendo con los judíos, gitanos, etc…, ahora tampoco creemos saber lo que se está haciendo mientras vivimos en mundos de redes sociales, Netflix y necesidades inventadas.

En aquel momento, debido a la gran represión, el ciudadano de a pie no hacía nada. La inacción, pegada al no saber voluntario eran la clave para tener justificaciones posteriores.

Debe decirse, que las condiciones en el periodo bélico eran peores que las actuales, entonces se vivía bajo el jugo de la violencia y la represión de la sangre. Ahora los yugos son diferentes, son pequeños egoísmos que no vemos, envueltos en nuestros mundos que no nos dejan divisar más allá de nuestro círculo de visión. Y por ello, no responsabilizo abiertamente a todos los que no hacen nada.

Pero la inacción, por parte de los ciudadanos, de los gobiernos, basada en el miedo, también hace que ahora, ni tan lejos ni hace tanto se esté dando algo que nos puede llegar a poner en la historia a la altura de todos esos ciudadanos que se hicieron los sordos y mudos durante la Segunda Guerra Mundial.

Los refugiados de países en conflictos bélicos, se mueren nadando y flotando en nuestros puntos suspensivos. Los barcos cargados, sin medios, son como barcazas de muerte esperando a que se vacíen para volver a llenarse. Nadie les recoge, no hay sitio para ellos. Ellos, sin apenas recursos y esperando nuestra nada, no pueden mantenerse y sobrevivir. Es algo lógico que no queremos ver. Es sumar y usar el sentido común para ver que aunque los medios no lo digan, los refugiados mueren, por falta de medios, por falta de asistencia, por falta de muchas cosas… Mientras nosotros vivimos por encima de esos puntos suspensivos, olvidamos poner el punto y final para solucionarlo.

En España, esos puntos de los que penden y dependen se basan en lo bien que puede quedar de cara a las elecciones. De tal forma que si el ciudadano dice bien, “lo hacemos”, si el ciudadano se comporta como un bebé de teta y decide a los cinco minutos que no “no lo hacemos”. Mientras no nos damos cuenta de que jugamos con vidas. Y señor@s no hay nada más valioso que la vida humana.

No hace tanto, no tan lejos. Justamente repetimos las mismas acciones, demostrando que la memoria histórica no sirve si no se usa. Pero también demostramos, que la empatía es algo que sigue colgado de puntos suspensivos esperando a que alguien la use.

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