La economía es, sobre todo, “el estudio de la humanidad en sus quehaceres cotidianos” según la definió Alfred Marshall en el siglo XIX. Si viajamos por el fantástico viaje de la humanidad, algo sabemos con certeza: la cultura y la economía son dos caras de la misma moneda.

En el tránsito de los cazadores – recolectores nómadas a los agricultores y ganaderos sedentarios nos permite descubrir las primeras huellas de lo que sería el germen de un comercio incipiente que utiliza el trueque para el intercambio de los excedentes de la agricultura, la pesca y el pastoreo. Estos cambios tuvieron lugar, inicialmente, hace diez milenios en el Próximo Oriente, actualmente – Israel, Palestina, Jordania, Siria, Líbano, Turquía, Irak e Irán-. Cinco mil años después se inventó las tablillas de arcilla, los precursores de los libros. La escritura cuneiforme y las fichas de arcilla prehistóricas compartirían información económica.

Una forma efectiva para representar los productos que se intercambiaban fue utilizando los “tokens”, pequeñas piezas de arcilla con forma de esferas, círculos y triángulos que servían para dejar constancia de la transacción realizada. Posteriormente tomaron la forma de vales o fichas, como por ejemplo las que utilizan en los autos de choque o en  los casinos (fichas de plástico que sustituyen al dinero fiduciario). En la actualidad  la tecnología blochain genera los tokens criptogáficos cuya utilidad es la de transferirse valor de forma fácil y segura. La tokenización nos introduce en una nueva complejidad  cuyo contenido va más allá de una moneda  y  sus prestaciones dependerán de su diseñador.

El conocimiento puede que no sea el valor más cotizado, pero sí el más necesario para nuestra calidad de vida. Será el conocimiento quien determinará a dónde llegaremos. Se esconde aquí una paradoja: si sabemos nuestro destino que está representado por la productividad, sin embargo no somos capaces de hacerlo sin sobresaltos. Muchos debates sobre el funcionamiento  de un capitalismo industrial, financiero y digital, pero  ¿dónde están las soluciones a los problemas identificados? Existe un fracaso global para frenar el cambio climático; desigualdad social que tiene su origen en la riqueza de grupos e individuos que influyen en el poder político y, a su vez,  generan más riqueza; no hay garantías de que las próximas generaciones puedan vivir mejor que la anterior.

José Luis Sampedro hablaba de quedarse en la periferia porque desde allí puedes ver todo el bosque y no sólo los árboles, y desarrollar la capacidad crítica mejor que si te quedas en el centro. La esclavitud fue la base de la riqueza en las culturas egipcia, griega y romana. Pasar de hombre libre a esclavo fue siempre un riesgo inherente en la Antigüedad. El Feudalismo estableció su propio sistema, donde el señor feudal y la iglesia recibían una cantidad de la cosecha de los siervos a cambio de protección.

El Capitalismo incipiente tiene su origen en el  Mercantilismo (siglo XVII y mitad del XVIII), donde los comerciantes influían tanto en el gobierno que se podía decir que eran el gobierno. El comercio se convirtió en una guerra de paz cuyo objetivo fue adoptar medidas proteccionistas, barreras arancelarias y apoyo a la exportación. Marx lo denominó, “la acumulación originaria”.

El recorrido de la economía ha estado ligado al conocimiento que no siempre ha sido compatible con las ideologías religiosas, políticas y sociales. Ninguna idea es útil si disminuye la libertad de millones de personas. Ningún índice económico  puede captar el desarrollo, pero puede medir, por ejemplo el nivel de empleo o desempleo que afecta al sentimiento de libertad.

Los cambios de la humanidad han provocado otras economías. ¿O ha sido la economía la que ha propiciado otros mundos?