Cuatro de la mañana. Una llamada me despertó. No reconocía el número. Me reincorporé, y salí del cuarto, para no despertar a mi pareja. Deslicé el dedo, aceptando la llamada. Preocupado, por si fuera alguna urgencia discográfica.

En otras ocasiones, debido a los cambios horarios, me habían contactado a altas horas de la madrugada. Sin embargo, no reconocía el número.

— ¿Qué ocurre? —no recibí respuesta— ¿Quién es?

Detrás de la línea, una respiración entrecortada.

— Te echo muchísimo de menos —era una chica—. Me acabo de despertar de un sueño, estabas tú. Y… ¿sabes? Cuando sueñas con otra persona, es que esa persona también está soñando contigo. Decidí que era el momento adecuado para llamarte.

— Disculpa, ¿de qué estás hablando? ¿Te conozco?

— Me subiste al escenario en el concierto de Granada, ¿no te acuerdas de mí?

— No.

Comenzó a levantar la voz, pero me mantuve firme.

— Estaba en primera fila, era la morena con los pendientes de perlas. ¿No te suena?

— ¿De dónde has sacado mi número de teléfono?

El concierto de Granada fue rutinario, parte de nuestra gira por Andalucía.

Pensé en colgar, volver a la cama, bloquear el número y hacer como si todo esto no hubiera ocurrido. Pero no me parecía una respuesta adecuada a su locura.

— Mira nena, todo es mentira.

— ¿Qué? ¿Qué dices?

— Toda mi carrera. Mi apariencia. Mi masculinidad.

— No te entiendo.

— Cielo, que no me gustan las mujeres. No siento nada a su lado. Todo lo que canto en mis canciones y hago en mis conciertos son mentiras para las fans como tú.

— Pero… vi como me mirabas. Me comías con los ojos.

—  Puro teatro.

— Eres un mentiroso. Todo estos años siguiéndote, amándote y eres un pedazo de…

— ¿De qué? Dilo.

Colgó. Encima de loca, homófoba.

Apagué el móvil, y volví a mi cama.

— ¿Quién era? —preguntó mi novia.

— Nadie, cariño —besé su frente—. Se habían equivocado.