Mi segundo permiso

Escrito por: Juan A.

Y si me pierdo algún día,
que me busquen… en Benidorm

Del Romancero Popular

Lo reconozco, tenía mis planes. Idealmente en las tardes y las noches en absoluto silencio tumbado en mi celda, imaginaba sucesos, encuentros… “voy a ir a tal sitio”, “voy a hacer esto y lo de más allá”. Y al mismo tiempo me conozco: “no te sucederá nada de lo que planeas”. Igual que te sucede a ti y a cualquier hijo de vecino si te tomas unos días sin trabajar.

BenidormLo que me pasó es que quizás esperaba un encuentro sentimental. Una nueva amistad. Una chica, ¡claro! Sin pretensiones pero con fantasía: quizás alguien en quien pensar cuando vuelva, a quien escribirle. Con quien comunicarme.

Adoro a la mujer, a las mujeres. Por los increíbles sucesos de mi vida, no por elección ni por gusto, he ido derivando en personita mística. Y mi vida, en un continuo sentimiento… “oceánico”, como lo define Ortega y del que hablan todas las místicas.

Total, que sí. Me estaba esperando una mujer, conocida y desconocida. Un viejo, viejísimo amor, y nuevo. Más que una mujer. Aunque me gustan todos los tipos, ésta era de mi favorito: caderas inmensas, hombros redondos bien torneados, pechos…en fin. Y de una mirada –seré tópico-… subyugante. ¡Uf! Uno está desentrenado, hasta para hablar o escribir, no digamos para iniciar una amistad. No digamos un… ¿romance?

Este será el relato menos sorprendente que has leído: seguro que vas por delante y ya sabes que la mujer que me esperaba, qué digo, la Diosa, era la ciudad, mi ciudad. Pues sí, Benidorm. Pajaritos por aquí, pajaritos por allá.

Una jubilación, “el retiro del guerrero”
a lo hindú, y con taparrabos

En el primer permiso ella sólo me miró de reojo: tenía mi agenda repleta: “-Anda, ve y cumple, chato. Ya luego ya, si eso en el segundo…”  Ahora me estaba esperando. El tiempo, febrero, aún frío, lluvioso, a ratos desabrido: -“Poco a poco, no me voy a mostrar de golpe para que no te de un infarto, pobrecito mío, estás tan… desentrenado”. Iba, pues, bien tapadita. Jugando a ser tímida. Creo que, un poco como yo, jugando a no ser. Incluso a no estar.

El tema del mundo como una Diosa, de cada ciudad como una Diosa distinta, llenaría, en la tradición novelística y poética, una buena biblioteca. Sentirlo es muy, muy hermoso.

UdaipurSi me hubieran dicho hace diez o doce años qué lugar hubiera elegido como mi compañera, se me hubieran ocurrido unos cuantos. Sobre todo uno: La India. Por la fascinación de su arte, su pensamiento y su historia. Por su inagotable exotismo. Siempre me imaginaba “volviendo” a La India. Una jubilación, “el retiro del guerrero” a lo hindú, y con taparrabos. La estampa final de mi vida ha sido muchos años viéndome de espalda frente a un ventanal sin cristales, en una pensión de algún palacete de Jaisalmer o Udaipur sentado en el suelo, tocando alguna cosita muy sencilla con un instrumento que me es completamente desconocido: el sítar. Con guirnaldas colgando del mástil como en los calendarios de los chóferes de autobús. Con luz tibia de melocotón a media tarde, con el aire abrasador y maternal del desierto.

Hete aquí que al tercer o cuarto día de mis “vacaciones”, recalo en el KU de la Playa de Levante. Quizás lo conozcas. Una cafetería-pub decorada a todo tren con esculturas de granito de Diosas indias (dos y dos), con relieves, marqueterías, celosías en maderas nobles, artesanías antiquísimas… Una terraza elegantísima, frente al mar, con palmeras casi centenarias… Verme allí sentado, con el sol y la brisa, con esa luz increíble del Mediterráneo y con los millones de kilómetros caminados por mi conciencia en todos estos años, con las heridas cicatrizadas, con una novísima simplicidad de mi carácter, con los ojos limpios y la mirada cristalina. Cafelito y copa de coñac… ¡1,90 Euros! Música de Terence Trent Darby y Marvin Gaye. Sí, ya estaba en La India. Qué extraño es todo. Lloré emocionado.

Con una novísima simplicidad de mi carácter,
con los ojos limpios y la mirada cristalina

Me fui a la orilla del mar a caminar. Hacía fresco, el agua estaría helada… “no me puedo descalzar, me resfriaré”. Me sentía como un idiota con los zapatos sobre la arena. Delante, una niña jugaba con el agua hasta las rodillas, vestida de blanco… “¡Qué leches! ¡Descálzate, piltrafilla!”. La mar, mi vieja amante, mi compañera de juegos desde que en 1966 la vi por primera vez al final de un paseo en carro tirado por ¡burro! Mis baños en el Mármara, o en las playas desiertas de Orán, mis buceos en el Cabo de Gata, mis miles –miles- de horas jugando con las olas entre Benidorm y Jávea. Los baños nocturnos, invernales, o con la mar encrespada… Los baños lujuriosos con la compañera. Los castillitos de grutescos de niño en la orilla. Y enterrarse en la arena, y comer bocadillos de mortadela llenos de arena… ¡Descálzate, piltrafilla!

Como diría el insigne José Mota: “Es el descalzarme y echar a llorar como una Madalena”. El agua en los tobillos, la espuma caracoleando, la olita jugando a mojarme los pantalones… Caminando y haciendo pucheros.

del autorMi frase favorita de Juan Tamariz: “El truco maestro de la vida es conservar la niñez sin ser tonto”. Diez años sin ver el mar, sin sentir su caricia hace que sea como la primera vez del niño, pero con la profundidad de la madurez. Algo único.

El Ku, el mar… subiendo por Martínez Alejos un músico de calle tocaba un arpa majestuosa, con amplificación y un juego de pedales para los bajos: como una orquesta entera que, ante un corro atónito y encantado, hechizaba el aire y la calle entera. Interpretaba un tango argentino. La vida es como un tango, pues sí, por mi parte sí. Tercer llanto, dónde meterme. Sin vergüenza, con orgullo, llorar delante de la gente, a moco tendido. La Diosa parecía decirme: te has mirado en mil espejos deformados, mírate ahora en este. Pues aquí, uno, humildemente, es músico. Y uno de mis planes era hacer música en la calle. Por el mal tiempo y por mi salud, imposible: “No hace falta, no tienes nada que demostrar, mírate en él y esponja tu corazón con tus lágrimas”.

Se acusa a Chaplin de lacrimógeno en Candilejas. Se acusa a Lafcadio Hearn de lacrimógeno en Kokoro, ese impresionante fresco sobre la vida japonesa. Pero Khalil Gibran nos defiende: “No poseo en esta vida más que mis risas y mis lágrimas. Pero no las cambiaría por todos los tesoros del mundo.” A veces el contenido de una lágrima costaría explicar quinientas páginas. De ahí que puedan ser tan sumamente dulces cuando van completadas, redondeadas, con la consciencia de su valor, con la risa que las envuelve.

De vez en cuando pregunto a la gente: “Y tú cuándo ha sido la última vez que has llorado y reído al mismo tiempo”. Pueden pasar cinco, diez, veinte años o más sin que se dé la situación. Pero es una experiencia de pura luz, y en un minuto el corazón restaña heridas de diez, veinte años…

El truco maestro de la vida
es conservar la niñez sin ser tonto

El arpista pasó a otra melodía. No sabría decir de quién pues casi todas las obras maestras son anónimas o de difícil recuerdo. El verdadero genio casi siempre borra su nombre de la Historia para que sea su obra la que permanezca. Era una mezcla entre Chopin y Tchaikovski, entre Lito Vitale, Andrea Piazza (músico callejero también) y las mornas de Cesaria Evora… Una melodía alegre y grande, preciosa, aérea, tierna, fantástica, delicadísima, femenina, infantil, de una inteligencia musical extraña, antigua, …edénica. Con una sensación de verdad apabullante: “Y ahora ríe, piltrafilla, o qué te piensas, ¿Qué todo esto es pa ná? ¿Que las estrellas están huecas? ¿Qué los sueños, sueños son?…”

En el cruce de la Calle Palmera con José Antonio la estatua dorada e inmóvil de una diosa-titiritera que se abanica por unos céntimos me decía: no te acerques, ya me lloraste ayer y ya vas hoy bien servido, súbete para casa, anda.

He dado tres pinceladas de una de mis mañanas y esto se alarga. ¿Cómo voy a contar seis días? Quiero decir algo de mi amante.

Benidorm años 70Viví en Benidorm del 68 al 77 y luego del 89 al 91, y siempre he vuelto por mi familia a pasar días o semanas. Lo he visto crecer, cambiar, mutar. En los setenta era la alegría de la huerta, sin la sofisticación de otros destinos playeros del Mediterráneo pero sorprendente y vivo, muy popular. Los intelectuales y los snobs lo repudiaron por esto mismo: era la playa de Manolo Escobar y de las películas de Pajares y Esteso. Era el sueño del europeo corriente y del españolito de a pie.

Mientras al pueblo le encantaban sus playas, su desenfado y su aire de pitorreo constante, era repudiado por vulgar y plebeyo por la gente bien. En los ochenta pasó inviernos durísimos al haber sólo turismo estival. Decían: este monstruo va a petar. Pero no fue así. Vinieron el Inserso y la tercera edad a salvarlo. Ellos dieron vida a la ciudad mientras la ciudad les daba vida a ellos. Hasta hoy. Su desproporción vuelve a estar de moda. El ladrillazo lo ha llenado de torres fantasma, la crisis hace que las tiendas vendan todo a seis euros, a tres, a uno.

Vinieron el Inserso
y la tercera edad a salvarlo

Benidorm sigue siendo aristocráticamente plebeyo. Yo paseaba por sus nuevas obras como un pueblerino que por primera vez va a la gran ciudad. El Ayuntamiento, ¡la leche! Un inmenso ladrillo de cristal colgando del cielo, al estilo de la vanguardia parisina o asiática, con los nombres de todos los empadronados esmerilados en el vidrio. Un puntillo.

FiguritaEn fin, era yo un turista en mi propia ciudad. O pueblo. Alguien que busca su sitio en un lugar que siempre ha acogido a todos con una ternura muy… telúrica. O muy aérea: con tanto cemento, Benidorm parece… de papel, parece flotar ingrávido…, casi no ser. Mi amante ha sido siempre como transparente. ¡Y tan casquivana! ¡Tan festera y relajada! Tan orgullosa y tan humilde. Tan previsible y tan inesperada. En fin, un amor para toda la vida.

Después ha venido el tercer permiso, el cuarto, el quinto… Ahora espero otras cosas mientras alimento mi paciencia haciendo minúsculas fallas de papel. Figurillas que siendo, no son. O que si hay que ser, son, pero ser para nada es tontería.

Y ya aprovecho para dejar un mensaje a mi amante: ” Oyes, que no pasa ná, pero que no pasando na que sepas que ser, eres”.

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