Nueva exposición de Adán Zurita: “Diálogos de soledad”

Escrito por: Luís J. García Bandrés

Hace un año, el taller de arte del Centro Penitenciario de Daroca, salía a la calle. Lo cual, para una cárcel, no estaba nada mal. Para empezar, no es poco. La sala Torre Nueva de Ibercaja se fió y nos dejó colgar los cuadros producto de tres años de taller. Allí permanecimos algo más de un mes. La mayoría de las obras expuestas fueron adquiridas y, definitivamente, ellas alcanzaron la libertad. ¡Bien!

De mis – porque son míos- 25 alumnos seleccionados, sobresalía uno y no sólo por la cantidad de sus obras. Un ser imparable, creativo, parlanchín y comunicativo que  había descubierto la esencia de la pintura. Bueno, y la pintura lo había descubierto a él: le había inoculado el sentido del reto, la aventura y la libertad diferentes. Tuve la suerte de presenciar cómo, poco a poco, ese pintor nacía y crecía, sufría, gozaba y sus ojos miraban más allá de las paredes de una celda, de un patio, de una prisión. Y me sentí orgulloso y próximo.

Un ser imparable, creativo, parlanchín y comunicativo                                 que había descubierto la esencia de la pintura

Ahora, cuando me planteo escribir estas líneas, me encuentro con un texto escrito por Zurita, que no me sorprende, pero que me ayuda y mucho, a que él también “hable”. Aquí tienen sus palabras al narrar esos comienzos del flechazo con la acción de pintar:

Mi recuerdo más recóndito es de cuando cursaba la escuela primaria. Mis maestros flipaban con las caras picasianas que pintaba en cualquier pared, en cualquier trozo de papel. Más de un coscorrón me llevé. No le presté atención, pero sabía que dentro de mi algo había. La reacción de la gente cuando veía algún dibujo, también me animaba. Pero siempre pensé, que si eso era una virtud o un don, el destino y el tiempo lo pondrían en mi camino.

Cumplidos los cincuenta y de regreso a la prisión de Daroca tras una conducción, estaba en el módulo sin destino, es decir sin trabajo, y cual fue mi asombro que al pasar por la cartelera de anuncios veo uno que pone “Curso para pintores noveles”. Era la ocasión. Y conocí a Luís J. García Bandrés, el profe, amigo y compañero.

Don Luís me aconsejaba y no paraba de incentivarme. Se me quedó grabado lo que un día me dijo: “Hay que canalizar esa forma de pintar que llevas en la mente. El tiempo es relativo y la mente es libre”.

Contaré una anécdota: Trabajando en la enfermería de la prisión, como interno de apoyo, por las tardes pintaba e invitaba a pintar a mi propio Atelier a quienes estaban allí. Algunos de ellos sufrían esquizofrenia paranoide, trastornos de diferentes tipos, protocolos de suicidio, etc. Pero el caso es que toda esta gente se relajaba mientras pintaba. Una tarde, el psiquiatra y todos los funcionarios del módulo no encontraban a ningún paciente para consulta, y ¡es que estaban en mi Atelier! Cuando dieron con nosotros, yo pensé: “aquí me juego el parte”. Pues no, me sorprendió cuando me felicitó y me dijo que era muy bueno para la gente que sufre trastornos psicológicos. Yo le contesté: “También es bueno para los que se creen que están normales, ja, ja, ja”.

Transcurrió el tiempo y don Luis me comunica que se va  a  hacer una exposición, en la Sala Torrenueva de Zaragoza. No puedo acudir a la inauguración, pero resulta que mis trabajos gustan y son valorados.

La pintura me ayuda mucho en lo personal. Si pusiera en un reloj todas las horas que me quito de condena, estoy seguro de que el reloj se lleva la mitad porque cuando pinto, aunque suene vulgar, me transporto hacia esos paisajes lunares que solo están en el universo de mi mente”.

Esa ayuda de la pintura, esa mano hacia una libertad personal, es lo que he deseado llevar a Daroca y que el pintar fuera una manera de lucha, de superación por conseguir algo, aunque haya momentos malos. Zurita es un ejemplo. Mucho más que un ejemplo. Es amigo, compañero y profesor. Y, además, solidario, pues aunque él prefiere que no lo diga, y pese a su precaria situación personal, ha donado el posible fruto de la venta de uno de sus cuadros a la causa de las víctimas del terremoto de Haití.

Las nueve obras expuestas en esta Sala son posteriores a esa exposición de hace un año. Las dos vertientes de su trabajo, su evolución están bien claros. Y si están aquí, donde han expuesto Fernando Malo, José Luís Cano, Domingo Sanz, Maribel Lorén es por que su obra se lo merece.

* La exposición se ubica en la sala “El rincón del café”  del Bar Nerea. Paseo Cuéllar, 55. Zaragoza. Y se podrá visitar desde el jueves, 4 de febrero hasta mediados de marzo.

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