Taller de creación literaria

Con la colaboración de la Biblioteca de Aragón y de la Asociación Aragonesa de Escritores, hemos tenido el placer de disfrutar de la amena charla y sabias enseñanzas del escritor y profesor universitario Antonio Serrano Nicolás, quien en tres jornadas nos ha dado unas pautas imprescindibles a la hora de enfrentarse a un folio en blanco.

Nos habló del artículo periodístico y de los distintos géneros existentes: el artículo informativo, el artículo de opinión y el artículo ameno. Así como que, a diferencia de la novela en donde el interés aumenta según avanza el relato, aquí el acontecimiento va decreciendo en orden de importancia. Ahora, cada vez que leamos un periódico nos acordaremos del estudio realizado en este taller.

En su exposición “Sobre el relato corto o cuento”, nos dio unas pautas fundamentales: No desviarse del eje central; centrarse en la acción; saber comenzar un cuento es tan importante como saber terminarlo; mejor sugerir que explicar; la tensión se consigue por contrastes o por la creación de una atmósfera, etc.

Y nos desgranó algunos cuentos: tradicionales (“La misa por el diablo” de Gerardo García Ruiz); costumbristas de posguerra (“La tierra de promisión” de Camilo J. Cela); cortos (“El dinosaurio” de Augusto Monterroso); y clásicos (“Casa tomada” de Julio Cortázar).

Aquí va un relato realizado, durante dicho taller, por dos de los asistentes al mismo.

Dinosaurios liberados

 

Escrito por: Carlos A. C. y Federico T.
Dedicado a Antonio Serrano

La mañana de aquel día el escritor Antonio Serrano ya nos había advertido de que “La literatura en prisión es la mejor forma de evasión que existe  y que,  incluso en las condiciones más predecibles, debemos estar preparados para lo inesperado”. Yo, como buen gallego, me reí para mis adentros. Cómo esperar lo inesperado en una prisión. Si es el lugar más predecible, organizado milimétricamente en sus espacios y tiempos. Hay una hora para casi todo, para levantarse, para desayunar, para limpiar el chabolo, para comer, para ducharse…y casi hasta para ir al baño.

Incluso en las condiciones más predecibles,                                 debemos estar preparados para lo inesperado

Sin embargo, lo que me ocurrió posteriormente iba a demostrar que Antonio Serrano tenía razón. Todo comenzó al anochecer, tras la cena, mientras paseaba por el patio de mi módulo. Un compañero a quien sólo conocía de vista se me acercó y, con una voz susurrante, me advirtió: “Será esta noche”. Inmediatamente me volví para pedirle una explicación, pero él ya se había ido con la misma sigilosa rapidez con que me abordó, y finalmente se perdió entre la multitud de otros internos que se apiñaban en la puerta de subida a celdas.

Me quedé perplejo. No tenía ni idea de a qué se podía estar refiriendo. Quizás una fuga planeada para esa noche, pero entonces qué sentido tenía que se dirigiera a mí que no estaba en el ajo; o bien un motín, ¡pero si no había nada en el ambiente que delatara una situación tan grave!; o quizás el ingreso de algún conocido… Y así me fui sumiendo en mis pensamientos hasta que, finalmente, me venció el sueño.

Aquella noche soñé que me encontraba en el patio de la prisión y que éste estaba completa y anormalmente vacío. Un sol cegador me deslumbraba y el silencio reinante casi se podía palpar. Entonces un fuerte temblor sacudió la tierra, que se abrió en una inmensa grieta por la que caí.

Me desperté sobresaltado y sudoroso, sólo había sido una pesadilla. Fue, en ese momento, cuando vi lo que parecían unas letras grotescas que misteriosamente habían surgido en una de las paredes de mi celda. Con trazo grueso claramente se podía leer una frase: “Cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí” *

No volví a ver jamás a ese interno en la prisión, ni esa noche había habido una fuga, ni se había ido en libertad, pero lo más inquietante es que, en el patio, nadie lo recordaba. Quizás todo había sido producto de mi imaginación, que aquel mismo día, gracias a la literatura, consiguió por fin abandonar los estrechos límites de mi prisión.

* En referencia al célebre cuento “El dinosaurio” de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”
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