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Clásicos recreados (II)
Posted By Encarnación Ferré On 04/10/2010 @ 22:21 In Apuntes,Artes y letras | No Comments
Escrito por: Encarnación Ferré
“Clásicos en breve” y “Clásicos recreados” constituyen un hito excepcional en la vida y obra de una escritora de majestuoso empuje en el tejido de lo bello y sublime y gran conocedora del corazón humano. Encarnación Ferré celebra sus Bodas de Oro con la Literatura ofreciendo al gran público, de forma generosa, con oficio y valentía, con aparente sencillez, grandezas y tesoros. Un nuevo paisaje de palabras formado por la adaptación y recreación de un conjunto de obras maestras (disciplina noble desde el punto de vista aristotélico). Así, los textos originales -pertenezcan al campo de la dramaturgia, la narrativa, la filosofía o el ensayo- se han metamorfoseado para llegar a ser hijos de sí mismos: lujo inocente que ilumina.
Enseña deleitando al tiempo que vuelve a inventar. Como alguien dijo de Menéndez Pelayo, nos ahorra el leer muchos libros, quedando, no obstante, abierta la posibilidad de estudiarlos en parte o en su totalidad, de forma superficial o profunda, sin que por ello se pierda carácter, pasión, efecto, sacudida… De ahí, quizás, que me venga a la memoria esta frase de Larra: “El ingenio no consiste en decir cosas nuevas, maravillosas y nunca oídas, sino en eternizar, en formular las verdades más sabias”.
María de la Trinidad Ibarz Ferré. Doctora en Filosofía.
(Música)
Soldado: (Entra con espada al cinto y se queda frente a la casa de Cristinica montando guardia. Al cabo entra el sacristán embozado en una capa) ¿Quién eres, sombra vana?
Sacristán: No soy sombra, que soy el sacristán. (Aparta la capa del rostro)
Soldado: ¿Y qué buscas aquí? ¿No será a una linda fregona llamada Cristinica?
Sacristán: Tú lo has dicho.
Soldado: ¿Hablaste con ella alguna vez?
Sacristán: Le hablo cuando quiero.
Soldado: ¿Le hiciste algún regalo?
Sacristán: Un pedazo de carne de membrillo y recortes de hostia y unos cabos de vela.
Soldado: ¿Cómo te corresponde?
Sacristán: Dándome esperanzas. ¿Y qué le diste tú?
Soldado: Muchos suspiros, lágrimas, sollozos, lamentos y congojas.
Sacristán: ¿Le ofreciste alguna serenata? Yo se la doy tocando las campanas, y aunque lo pertinente sea doblar a muerto, repico a vísperas.
Soldado: Pues te ordeno que te apartes de ella. Mía es.
Sacristán: Eso, lo veremos. (Sale)
(Entra un mozo haciendo sonar una campanita y con un cestillo para las limosnas)
Mozo 1º: ¡Den, por amor de Dios, para santa Lucía! Que les guarde la vista. (Hablando hacia la casa de Cristinica) ¡Ah, de la casa! ¿Dan algo?
Mozo 1º: Pido para la santa.
Soldado: ¿Y te suelen dar algo?
Mozo 1º: Casi todos los días un maravedí.
Soldado: ¿Quién sale para dártelo?
Mozo 1º: Una fregona joven llamada Cristinica.
Soldado: Pues márchate de aquí y no regreses.
Mozo 1º: ¿Por qué?
Soldado: (Sacando la espada del cinto) Porque lo mando yo.
Mozo 1º: Ya me voy, ya me voy. No se enoje usía. (Sale)
(Entra otro mozo con una cesta)
Mozo 2º: (Anunciando su mercancía) ¡¡¡¿Quién compra randas, holanda, hilo portugués?!!!
Cristinica: (Entra y habla con el mozo) ¿Llevas vivos para las camisas?
Mozo 2º: Sí llevo.
Cristinica: Pues entra en casa, que el ama te quisiera comprar. (Sale)
Mozo 2º: (Hace ademán de seguir a Cristinica)
Soldado: (Cortándole el paso) ¿Dónde crees que vas?
Mozo 2º: A mostrarle los vivos a su ama.
Soldado: El vivo lo eres tú. (Sacando la espada del cinto)¡Ni se te ocurra pisar esos umbrales!
Mozo 2º: (Sale)
(Entra un zapatero con unas zapatillas en la mano y hace ademán de meterse en la casa)
Soldado: (Quitándole el paso) ¿Qué buscas aquí?
Zapatero: A una fregona a la que debo dar estas chinelas.
Soldado: Llévatelas, pues sé de buena tinta que no las necesita.
Zapatero: (Sale)
Cristinica: (Entra con una escoba y barre la entrada de la casa mientras canturrea) “¡Sacristán de mi vida tenme por tuya y fiado en mi fe canta aleluya!”.
Soldado: ¿Qué estoy oyendo?
Cristinica: (Sale)
(Entra el amo de la casa)
Amo: Mozo, hace días que te veo rondado. ¿Qué buscas por aquí?
Soldado: Busco lo que no encuentro y lo que todos me quisieran quitar. Y usía, ¿quién es?
(Entra el sacristán con un amigo. Llevan una estaca cada uno)
Sacristán: (Al amigo) Éste es el fanfarrón. ¡Dale de palos!
(El sacristán y su amigo pegan al soldado)
Soldado: ¿Me atacáis en cuadrilla y a traición? ¡Ahora veréis, cobardes, sinvergüenzas! (Saca la espada del cinto)
Amo: ¡Quietos, por el amor de Dios!
(Entran Cristinica y el ama)
Ama: ¿Qué pasa aquí?
Amo: Riñen por Cristina.
Ama: (A Cristinica) ¿Alguno de los dos te deshonró?
Cristinica: Sí, señora. El sacristán me deshonró en medio de la plaza.
Ama: ¿Que te ha deshonrado y a ojos de la gente?
Cristinica: Me llamó sucia puesto que, según dijo, barro mal.
Ama: Ya que riñen por ti, ¿a cuál eliges?
Cristinica: No lo quiero decir. Tengo vergüenza.
Ama: No la tengas, muchacha, porque te juegas mucho.
Cristinica: Pues lo diré cantando. “¡Sacristán de mi vida tenme por tuya y fiado en mi fe canta aleluya!”.
(Música)
(Todos los actores entran a saludar)
(Música)
(Chanfalla y la Chirinos entran con un teatrillo de guiñol)
Chanfalla: Para que el embuste salga bien, óyeme atenta y recuerda todas mis advertencias.
Chirinos: No padezcas, Chanfalla, que otra cosa no tengo ¡pero buena memoria!
Chanfalla: Ahí viene el alcalde con el gobernador. Disimula, Chirinos.
(Entran el alcalde y el gobernador)
Chanfalla: (Haciéndoles una reverencia) ¡Cuánto nos honran al permitir que exhibamos en el pueblo nuestro hermoso Retablo!
Gobernador: Quisiéramos saber por qué le llaman “el de las maravillas”.
Chanfalla: Por las cosas tan extraordinarias que pueden verse en él.
Alcalde: ¿Quién lo inventó y qué virtudes tiene?
Chanfalla: Lo inventó el sabio Tontonelo y su mayor virtud es que no pueden verlo los flojos de mollera.
Alcalde: ¿Cuánto nos cobrarán por exhibirlo?
Chanfalla: Diez escudos, y por adelantado.
Alcalde: No me parece mal. (Da a Chanfalla el dinero) Tenga los diez escudos y aguárdenos aquí, que vamos a buscar al resto de la gente.
(Salen el alcalde y el gobernador. Al poco vuelven a entrar con la hija del alcalde, un sobrino y una sobrina. Cada uno de ellos trae una silla. Las disponen frente al teatrillo y se sientan)
Chanfalla: Si ya vinieron todos, ¡manos a la obra!
Chirinos: (Queda oculta tras el teatrillo)
Sobrina: ¡El corazón me rebota en el pecho!
Chanfalla: ¿Conocen ya qué condición deberán poseer aquellos que contemplan el retablo?
Hija: Sí señor. No lo pueden ver quienes son algo flojos de mollera.
Gobernador: (Para sí) (Miedo me da. Mira que si yo… precisamente… Si acaso sucediese, disimularé).
Chanfalla: Ahora, ¡silencio todos! Invocaré al autor. “¡Oh, tú, que fabricaste este retablo! Te conjuro y te mando que nos muestres aquí todas sus maravillas”.
Chirinos: (Disimuladamente hace sonar tres golpes) ¡Pam, pam, pam!
Chanfalla: (Pregunta a los espectadores) ¿Escucharon los golpes?
Todos: ¡Síiiiiiiii!
Chanfalla: Pues eso significa que se aviene a nuestra petición y que nos va a mostrar sus maravillas. ¡Miren ahí! Ha salido Sansón. ¡Se abraza a las columnas e intenta derribarlas!
Alcalde: ¡Quieto, Sansón! Que no se caiga el techo.
Todos: ¡Aaaayyyyy!
Gobernador: (Para sí) (Yo no vi al tal Sansón pero forzoso es disimularlo).
Chanfalla: ¡Cuidado, que sale el Minotauro! ¡Al suelo todos!
(Los espectadores se tiran por el suelo gritando)
Alcalde: Señor Chanfalla, ¿por qué hace salir algo tan peligroso?
Chanfalla: Ahora vienen ratones del arca de Noé, que son muy juguetones.
Hija: ¿Ratones dice? ¡Aaaayyyyy, aaayyyyy!
(Todos se suben a la silla y comienzan a chillar)
Chanfalla: ¡Cuidado no se mojen, que llueve agua del Jordán!
Alcalde: ¿Qué nos sucederá si nos mojamos?
Chanfalla: Si les diese en el rostro, no envejecerán.
(Los espectadores procuran que la lluvia les salpique en el rostro)
Chanfalla: Ahí llega algo bueno. Es Herodías, que sale a bailar. ¿No habrá hombre que quiera acompañarla?
Sobrino: ¿Con Herodías tengo que bailar? Sólo sé unos pasos de jota.
Alcalde: ¡Prueba, prueba y no sientas vergüenza! Muéstrale cómo se baila aquí.
Sobrino: (Baila una especie de jota)
Todos: (Le jalean mientras dura el baile) ¡Oléee! ¡Bravoo! ¡Muy bieeeen!
Alcalde: ¡No pares; déjala rendida!
Todos: ¡Olé, requeteolé!
Maestro: (Entra) ¿Qué celebran con tanto regocijo?
Alcalde: Señor maestro, mi sobrinico es, que baila con la bella Herodías.
Maestro: Al sobrino lo veo pero a Herodías no.
Gobernador: (Para sí) (¿Tampoco la ve él siendo maestro? Entonces… aquí hay gato encerrado).
Alcalde: ¿No ve usted a la tal Herodías?
Maestro: ¿Qué dicen, insensatos? ¡Estas gentes los quisieron timar!
Alcalde: Ahora que lo dice… tienen cara de pillos.
Alcalde: ¡Démosles sin tardar su merecido!
Todos: (Con las sillas en alto persiguen a Chanfalla y a Chirinos dando vueltas por el escenario) ¡A ellos, a ellos!
Chanfalla: ¡Vámonos, que nos matan!
(Todos menos el maestro salen corriendo)
Maestro: Siempre lo dije. ¡Qué gente más incauta tenemos en el pueblo!
(Música)
(Todos los actores entran a saludar)
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