El deductivo señor Tábano
Hace unos años, cuando una persona quería establecer con otra una conversación banal, de ascensor, solía recurrir a temas concretos como el tiempo. Temas sobre los que todos podemos opinar y que ciertamente: tampoco molestamos a nadie con nuestros juicios.
En la actualidad, solemos caer en la tentación de utilizar como temas de ir por casa, algunos temas sociales como pueden ser la inmigración, la enseñanza, los centros penitenciarios,…. Temas que antes, solían tratarse con un poco más de sensibilidad, de coherencia, se convierten en cuestiones socorridas que se utilizan de una manera poco “profesional”.
El primer día que entras en contacto con el mundo penitenciario, te das cuenta de que existen grandes diferencias entre la información que circula por la calle y lo que verdaderamente hay. Quizá sea muy sencillo hablar del interior de los centros penitenciarios de manera generalizada, atendiendo a estereotipos, dejándote influir (ahora me viene a la cabeza lo que me dijo el otro día un compañero funcionario en la escuela: “las series americanas han hecho mucho daño”).
Me gustaría puntualizar que la visión que voy a aportar, es una visión de alguien que entra y sale todos los días, que tan sólo convive, el día que más, seis horas con vosotros y en un medio, la escuela, harto diferente al de los módulos y los patios. Por ejemplo, cuando estoy en clase con mis alumnos, la realidad se trunca, pues en ningún momento entro con veinte internos de Daroca, sino que entro en clase con mis veinte alumnos (cuando vienen todos, cosa que no siempre ocurre).
Y comprendió que juzgar algo
sin conocerlo es cosa de necios
Cuando apareces por primera vez en escena piensas que en el Centro, existen dos tipos de personas, los internos y los funcionarios, ahora lo pienso y me parece una apreciación bastante “catetica” del asunto, y tal como hemos podido aprender, con los grandes documentales televisivos, tipo CSI, los internos, son seres bastante diabólicos y los funcionarios, bueno, los funcionarios es que son malísimos. Pues bien, con el paso del tiempo, empiezas a darte cuenta de que esta visión difiere y mucho de la realidad. Para empezar, los funcionarios y los internos no son los únicos que forman esta tela de araña, sino que además, esos estereotipos sobre cómo son y cómo actúan, son bastante peliculeros. Aquí dentro, hay de todo como en botica, pero por lo general, la gran profesionalidad de unos y la buena intención de otros, suele ser la nota predominante de lo que vemos en la escuela.
Pues bien, como siempre me ha gustado ser maestra, voy a hacer lo que solemos hacer las maestras, contaros un cuento, se titula “El deductivo señor Tábano” de P. Sacristán, y dice así:
“ El señor Tábano era el nuevo responsable de la oficina de correos de la pradera. Y aquel primer día de trabajo, en cuanto vio aparecer por la puerta a don escarabajo, la señora araña , la joven mantis y el saltamontes, ni siquiera les dejó abrir la boca:
- No me lo digan, no me lo digan. Seguro que puedo deducir cada uno de los objetos que han venido a buscar- dijo mientras ponía sobre el mostrador un libro, una colchoneta, una lima de uñas y unas gafas protectoras.
- La lima de uñas será para doña Araña, sin duda. De tanto arañar tendrá que arreglarse las uñas.
- La colchoneta, -prosiguió aún sin dejarles reaccionar- sin pensarlo se la entrego al señor saltamontes, pues debe entrenar sus saltos muy duramente para mantenerse en forma.- Las gafas tienen que ser para el escarabajo, todo el día con la cara tan cerca del suelo obliga a protegerse los ojos. Seguiremos con este gran libro, que seguro es una Biblia; tendré que entregárselo a la joven mantis religiosa, a la que pido que me incluya en sus oraciones. Como verán…
No le dejaron concluir. Lo de la mantis, conocida en la pradera por haber renunciado a su apellido de religiosa, fue demasiado para todos, que estallaron a reír en carcajadas…
- Menudo detective está hecho usted – dijo el saltamontes entre risas-. Para empezar, doña araña viene por el libro, ella es muy tranquila, y por supuesto que no araña a nadie. La colchoneta es para el señor escarabajo, que gusta de tumbarse al sol todos los días en su piscina, ¡y lo hace boca arriba!… nuestra coqueta la mantis, por supuesto, quiere la lima de uñas, y al contrario que doña araña, no tiene nada de religiosa. Y las gafas protectoras son para mí, que como ya no veo muy bien me doy buenos golpes cuando salto por los montes…
- Ajá,- interrumpió el tábano, recuperándose un poco de la vergüenza- ¡luego usted sí salta montes!
- Yo sí -respondió el saltamontes-, pero como verá, guiarse por sus prejuicios sobre la gente para hacer sus deducciones provoca más fallos que aciertos…
Cuánta razón tenía. Sólo unos días más tarde, tras conocer en persona a los insectos del lugar, el propio señor Tábano se reía bien fuerte cuando contaba aquella historia de sus deducciones, hechas a partir de sus prejuicios antes incluso de conocer a nadie. Y comprendió que juzgar algo sin conocerlo es cosa de necios”.
no dice el cuento
cual es la actitud del señor tabano