Las bondades del bosque

Escrito por: Antonio Serrano

Es preciso adentrarse hasta el mismo corazón de un bosque para comprender la grandeza y el valor espiritual que los árboles han alcanzado en la vida del hombre. Firmemente anclados al suelo por sus raíces y con la copa mirando hacia el cielo, han sido durante siglos testigos mudos de todo tipo de celebraciones, tanto sociales, como religiosas y también paganas. Ceremonias que tuvieron lugar al amparo de sus ramas, como bodas, bautizos, entierros, pactos, juramentos, hechizos y hasta alianzas con el mismísimo diablo.

Y es justo que hayan ejercido y ejerzan de guardianes de promesas y ritos porque muchos árboles viven tanto como la vida superpuesta de varias generaciones de hombres. Cuesta creer que algunos árboles en cuestión, como ocurre con el tejo, bien pudieron haber sido testigos directos de la llegada de los árabes a nuestra península, allá por el año 711 de nuestra era, del descubrimiento de América más tarde y de otros muchos acontecimientos históricos que tuvieron lugar después.

Penetrar en un bosque por el simple placer de recibir impresiones nuevas, no tiene parangón alguno con otras sensaciones. Desde edad temprana deberíamos caminar más entre árboles. De mayores nos enfrentaríamos mejor a las preocupaciones de la vida cotidiana, al estrés y al ritmo trepidante de las nuevas tecnologías que nos invaden y nos convierten en esclavos permanentes de continuos aprendizajes. Y es que sólo unos pocos entre los muchos ciudadanos son capaces de sustraerse y disfrutar en su tiempo libre de un modo distinto, de alejarse del ruido de la ciudad, del coche, de la televisión, del ordenador y del imprescindible móvil. Para una buena parte de la población el espacio vital finaliza donde concluye el asfalto, donde al coche ya no le es posible avanzar más.

Penetrar en un bosque por el simple
placer de recibir impresiones nuevas

No son sólo los árboles, los arbustos, las plantas y las flores los que dan vida al bosque, sino que, aunque menos perceptibles, son también los animales. Es también el placer de pisar el esponjoso humus de la hojarasca y poder recapacitar mientras se camina sobre lo que el bosque e imaginarse lo que ha significado para nuestros más recientes antepasados, que han obtenido de ellos madera, hojas, ramas, herramientas de trabajo, armas, leña para encender fuego, carbón vegetal, caza, alimentos diversos, frutos, medicamentos y muchas otras cosas. Y es también la magia, el embrujo y el misterio que encierran con sus leyendas, los señores de los bosques, los duendes, los gnomos, las hadas, las brujas buenas y las malas y hasta los demonios.

Sin los árboles el bosque no tendría razón de ser. Para que se le pueda llamar de esa manera han de convivir apretujados un número mínimo de ejemplares sobre una superficie determinada. Si no es así se trata de una simple arboleda o parque. Pero aunque se considera que ese es un requisito imprescindible, los árboles no necesitan encontrarse agrupados para poseer entidad propia, ya que la tienen incluso cuando crecen aislados.

Imprimir artículo Imprimir artículo

Comparte este artículo

Deja un comentario

Por favor ten presente que: los comentarios son revisados previamente a su publicación, y esta tarea puede llevar algo de retraso. No hay necesidad de que envíes tu comentario de nuevo.