Mi aldea pitufa

Siempre he sido muy práctico, en lo que a los móviles se refiere. Cuando empecé a usarlos –hace ya muchos años-, a la hora de elegir mi teléfono, me conformaba con que me gustara estéticamente –dentro de lo que había- y que, como dice mi mujer, “sirviera para llamar y escribir mensajes”. Si cumplía esta doble condición, yo era feliz. También es verdad que aquellos primeros móviles venían bastante “pelaos” de funciones y/o aplicaciones.

smurfs-pitufosEl día que estrené un Nokia (no recuerdo el modelo) descubrí con auténtica e incondicional entrega por mi parte, lo adictivo que podía llegar a ser un juego tan simple como el “Snake”, o “la serpiente”. Para los que no lo conozcan, tenía un planteamiento tan sencillo como tener que ir “alimentando tu serpiente con los puntos que iban apareciendo, teniendo cuidado de no enredar a tu mascota virtual al desplazarla por la pantalla”. ¡La de tiempo que dediqué a retarme a mí mismo en un incomprensible, pero irrechazable, desafío sin fin! Afán de superación lo llaman algunos. Ahora, con el paso del tiempo, yo lo llamaría “exceso de tiempo libre”. Diré en mi defensa que no fui el único, ¡qué va! Todo aquel que, por entonces, era dueño de un Nokia, entregó a esta noble causa varias horas de su vida.

A “la serpiente”, como al “buscaminas” en los ordenadores de sobremesa, enseguida le empezaron a acompañar nuevos juegos de serie. Más atractivos, con mejores gráficos y con aventuras más variadas. Fue el final de una época.

Yo que era de los que siempre
tenía a mi tamagochi “cagao”

Además, la oferta del entretenimiento móvil crecía día a día, y la gente podía descargar en su terminal el juego que le apeteciera. De todo para todos. Ante esta avalancha, yo, inconscientemente, volví a mi pensamiento inicial: con que “sirviera para llamar y escribir mensajes”, suficiente.

snakeY así fue… hasta que entró en mi vida el iPhone. En ese momento sucumbí irremediablemente a sus encantos. Y es que éstos, sus encantos, son muchos y muy variados. Un menú infinito de aplicaciones que abarcan juegos, guías turísticas, enlaces web, programas fotográficos y, en definitiva, miles y miles de utilidades –a veces, inútiles- para tu móvil. Entre sus, también incontables, juegos, encontramos el popular “Angry birds” (sucesor, por derecho, de nuestra recordada “serpiente”) o, uno menos popular, pero que a mí me ha enganchado, llamado “The Smurfs”; o lo que es lo mismo, “Los Pitufos”.

Dicho juego consiste en construir una aldea pitufa. Para ello has de ir subiendo de nivel, a base de construir casas (setas) para aumentar tu población de pitufitos y, sobre todo, plantar y recolectar… No tiene más. Podríamos decir que sigue la estela del otrora popular “tamagochi”; juegos que requieren, sobre todo, de una constancia y una –miníma- dedicación. Mucho o poco, ahí me tienes a mí: plantando y recolectando…

Quién me ha visto y quién me ve; yo que era, como dice mi amigo Sergio Fernández “El Monaguillo”, de los que siempre tenía a mi tamagochi “cagao”. No sé cuánto tiempo más durará mi enganche; sólo sé que cuando me canse, estoy convencido que volveré a mi pensamiento inicial: iPhone o no iPhone, “si sirve para llamar y escribir mensajes, suficiente”.

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