Cincuenta años chasqueando los dedos

Cuando salíamos del cine de ver aquella maravilla raro era el que no chasqueaba alguna vez los dedos. Lo había visto hacer en la película a aquellos pandilleros neoyorquinos que se enfrentaban bailando aunque en un dramático momento aparecían las navajas para desencadenar la catarsis.

West Side StoryHan pasado cincuenta años desde que se rodara West Side Story, mítico musical que se llevó nada menos que diez óscars y que llegó a España un par de años después de su filmación. Era la Navidad de 1963 cuando el tristemente desaparecido Teatro Fleta estrenó en versión original con subtítulos esa película que tanto nos iba a marcar a algunos espectadores.

Yo mismo la ví no menos de ocho veces en las salas, siempre pasando por taquilla. La aparición del video doméstico me permitió revisarla total o parcialmente en numerosas ocasiones, pero ninguna de ellas borró el recuerdo de aquel 25 de diciembre en el que me senté en la demasiado próxima fila siete y me dejé llevar por aquella explosión de talento.

Con el curso del tiempo me fui enterando de curiosidades sobre la génesis de la película, y así supe que procedía de un éxito de Broadway estrenado en 1957 y que en principio la idea que habían tenido Leonard Bernstein como compositor y Jerome Robbins como coreógrafo era contar una adaptación del Romeo y Julieta shakespeariano ambientada en los conflictos religiosos entre judíos y cristianos de la zona este de Manhattan.

Esa idea era de finales de los cuarenta pero la cambiaron siete años después, cuando se vislumbró la posibilidad de concretarla. Lo de los judíos se había moderado y entonces eran los conflictos entre portorriqueños y anglosajones los que llenaban las páginas de sucesos de la prensa. La trama iba a ser similar pero la acción había que llevarla al lado contrario de Manhattan, ese lado oeste donde vivían esos muchachos.

Han pasado cincuenta años
desde que se rodara West Side Story

A punto estuvo de no estrenarse el musical por problemas financieros. Finalmente aparecieron nuevos socios capitalistas, la obra fue un éxito –dos años en cartel- y dos o tres temas invadieron las radios. No fue difícil que Hollywood mostrara interés, pero el proyecto se vislumbraba caro. Era una pieza con muchos más números musicales que de ordinario, nada corta, y bastante coral, por lo que se necesitaba un buen número de bailarines.

West Side Story 2Se recurrió a algunos que la habían representado sobre las tablas y se buscaron rostros ajenos a ellas para los roles protagonistas. Discutida fue la elección del blandito Richard Beymer para el papel de Tony. Luego se ha sabido que se había postulado Warren Beatty para el mismo, y que fue haciendo una prueba cuando su entonces novia Natalie Wood le hizo la réplica leyendo el texto, para acabar siendo ella la propuesta para ser María y quedándose Beatty sin papel … y pronto sin novia. Claro que esto le preocuparía menos, dado que una tras otra se fue beneficiando a casi todo el escalafón. Bueno, salvo Shirley Mac Laine, que era su hermana.

Para el papel de Riff, el jefe de los Jets, se eligió con buen criterio a todo un experto, Russ Tamblyn, aquel que había sido el benjamín de los siete hermanos que casaban con las siete novias. Esta elección y la de George Chakiris, bailarín de origen griego, resultaron incontestables. Para ellos fue con diferencia lo más importante de sus carreras, y su presencia resultó –y sigue resultando- absolutamente arrebatadora.

Era la Navidad de 1963 cuando el tristemente desaparecido
Teatro Fleta la estrenó en versión original

Y qué decir de Rita Moreno, para siempre la Anita del filme. Ganó el óscar a la mejor actriz secundaria, llenando con su fuerza expresiva la pantalla. Hizo una gran carrera en el mundo del espectáculo esta auténtica portorriqueña, siendo la única artista capaz de ganar en su carrera el Óscar, el Grammy, el Emmy y el Tony, o sea un pleno absoluto de premios.

Rita MorenoDesde el comienzo del filme, con esa aproximación aérea hacia Manhattan, para descender hasta la zona donde se desarrollará la acción, hasta la culminación con la muerte de Tony, asistimos a una inteligente transposición del drama concebido por el bardo de Stratford, adobada por unas canciones y unos bailes que van desde lo brillante a lo genial.

Quién puede olvidar el tema “América”, interpretado en la terraza de la casa donde viven los caribeños. O el concertante interpretando “Tonight”, que precede a la pelea. O ese baile en el gimnasio a ritmo de mambo. Por no hablar de “María”, todo un clásico de la lírica moderna, el ingenio de “Sargento Krupke” y la fuerza expresiva de “Cool”, la pieza que dirige Ice a sus compañeros Jets en un garage, rematada por un travelling de los bailarines absolutamente genial.

Debo cortar. Estaría horas y horas escribiendo sobre la película, lo que supuso para los jóvenes de aquellos años, lo que ha supuesto para este modesto columnista en su larga vida de espectador y lo que espero siga suponiendo a aquellos que se asomen a ella, aunque tristemente ya apenas podrá ser en una pantalla de 70 mms. como aquella que tenía el Fleta. U otras en España. Qué le vamos a hacer. Son los tiempos que nos ha tocado vivir.

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