Rubalcaba viene a decir que las diputaciones provinciales podrían suprimirse y sustituirlas por un “consejo de alcaldes”. Bueno, pues resulta que cuando la administración servía para administrar, para gestionar las cuentas de los propios concejos, se buscaba la efectividad y también la economía en la gestión (para los tiempos de los que estamos hablando), ya existía ese invento.

Dejé mi artículo anterior hablando de cómo se iba a organizar la extremadura aragonesa, y especialmente las tierras dependientes de la villa de Daroca, que ejercía todas las competencias en recaudación impositiva y administración sobre las aldeas.

Y esto fue así hasta 1248, cuando Jaime I otorgó, por razones meramente económicas, el privilegio a las aldeas de reunirse de forma independiente de la villa, y que ellas mismas se organizasen para pagar los tributos reales, organizasen su defensa y administrasen los bienes comunes, así como también se empezaban a regular las relaciones económicas productivas particulares.

Bien, pues en muy pocos años, alrededor de 120 aldeas lograron articularse perfectamente para desarrollar tales funciones. Cada aldea era gobernada por sus propios cargos, y éstas a su vez se agrupaban en sesmas (cinco hasta la incorporación de la Honor de Huesa en el siglo XVI), dando un ejemplo de gestión político administrativa que perduró hasta el primer tercio del siglo XIX una vez que se inventaron las provincias y fragmentaron la Comunidad en dos, contando en dicha división con el ejemplo de lo más absurdo: la mitad de la laguna de Gallocanta está en la provincia de Zaragoza y la otra mitad en Teruel.

Después de 33 años parece que
nos damos cuenta de que “sobran” administraciones

La Comunidad de Aldeas de Daroca era entidad jurídica que se creó por un acto de eficencia administrativa, útil para la hacienda real, puesto que de esta manera tenía controlada la recaudación de impuestos, y también útil para los ciudadanos, que de esta forma tributaban directamente al rey, y autogestionaban sus propias necesidades.

A lo largo de sus 600 años de historia, tuvieron frecuentes tensiones con el monarca, con la ciudad de Daroca, entre las propias sesmas y con las comunidades fronterizas, se adaptaron a los cambios políticos y económicos a veces no de forma gustosa, pero todas las aldeas de la Comunidad siempre mantuvieron una madurez organizativa envidiable para su época.

Y ahora resulta que después de 33 años de aprobarse la Constitución, parece que nos damos cuenta de que “sobran” administraciones.

Toda la historia política, administrativa, económica y social de la Comunidad de Aldeas de Daroca se puede consultar ampliamente en el libro “La Comunidad de Aldeas de Daroca en los siglos XIII y XIV: origen y proceso de consolidación”, de José Luis Corral, así como en el libro de Pascual Diarte Lorente “La Comunidad de Daroca, plenitud y crisis. 1500 – 1837”.