Desmadres y despadres (V): “Diablos en paro”

Una amiga experta en brujos, magos, hechiceros, inquisidores y otros peligros sutiles me contó un día que el primer fumador del mundo fue uno de los marineros de Cristóbal Colón. Se llamaba Rodrigo de Jerez y se aficionó tanto al tabaco que lo trajo a España y fumó públicamente lo que le vino en gana hasta que fue detenido por la Inquisición, que lo condenó a la hoguera porque alguien que echaba humo por la boca tenía que ser necesariamente un demonio.

Final Copa Davis en SevillaVoy a suponer que las leñas de la pira mortuoria estaban deshumizadas y no provocaron una irritación añadida a los ojos y las narices de los inquisidores ni del público en general asistente a la ceremonia. A partir de entonces, y a pesar de la fumata, la tribu diabluna fue creciendo interminablemente hasta que hubo tanto humo en el mundo que esto parecía un infierno.

Llegó la cosa al extremo de que los políticos, ocupados casi siempre en graves cuitas personales, se interesaron por una vez en los asuntos públicos y decidieron poner coto a la multitud de fumadores que estaba a punto de ahogar las vías respiratorias del planeta. Aquel día comenzó a cundir el paro entre los demonios.

Ya se habían retirado los inquisidores a sus cuarteles de silencio ante lo que se avecinaba en favor de los sentidos corporales; la vista, el gusto, el olfato, el tacto y el oído iban a resultar altamente beneficiados con las medidas restrictivas que el gobierno había decidido imponer.

Porque alguien que echaba humo por la boca
tenía que ser necesariamente un demonio

Los amigos de Rodrigo de Jerez, los diablos perseguidos por la Inquisición, optaron por refugiarse en las puertas de las cafeterías, de los cines, de los templos y de las oficinas del paro. Al verlos delante de las iglesias como limosneros de piedad, los inquisidores se alarmaron y comenzaron a cavilar sobre la conveniencia de darles alguna ocupación, no fueran a pervertir a las ancianas que todavía insistían en sus antiguas devociones pías. Finalmente nada, los inquisidores se dedicaron a la política al servicio de prestamistas y usureros.

FumadorAbandonados a su suerte los fumadores y los diablos que habían sido expulsados conjuntamente de la cercanía de los templos, comenzaron a elaborar una estrategia consistente en simular grandes incendios de humo para atraer a las dotaciones de bomberos y darles ocupación, porque desde la prohibición del tabaco en los lugares públicos las emergencias habían disminuido incluso en los domicilios privados, y se decía que los apagafuegos se dedicaban en sus largos días de ocio a gritar consignas del tipo “¡A por ellos, oe!”, las cuales repetían incansablemente llegando incluso a ponerles solfa, con el consiguiente riesgo de confrontaciones internacionales.

De ahí la fantasía de algunos periodistas empeñados en seguir propalando aquello de que “Toda España gritó“, esta vez con cualquier disculpa, no necesariamente por haber ganado un campeonato mundial de canicas callejeras, como está a punto de suceder, sino por situaciones más consistentes como la consecución de una nueva ensaladera de plata –de ‘argentum’, que dirían los antiguos–, y esta vez con muchísimo más merecimiento tratándose de unos contrincantes, los ‘argentinos’, que tienen ese metal a su favor nominativo e incluso genitivo, dativo y hasta adjetivo.

Lo peor del caso resultaría en el supuesto de que la tal ensaladera argentina, una vez conseguida, fuera utilizada como inmenso cenicero por los impenitentes fumadores y sus colegas los diablos humeantes que siguen al acecho de cualquier oportunidad, haciendo que bomberos y ambulancias estén en guardia permanente por si se suscitan incendios aderezados por los gritos entusiastas de toda la Hispania ulterior, e incluso citerior, siempre jaleados por periodistas jacarandosos, que abundar abundan.

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