Los pájaros y la libertad

La perspectiva no era muy halagüeña. En el mejor de los casos, toda la vida entre rejas. La apelación había causado efecto y la pena capital, vigente en aquel estado de los U.S.A., le había sido conmutada por la perpetua.

Burt LancasterNo había sido un buen chico y él lo sabía. Con dureza iba a pagar sus desencuentros con la ley. Ya no podría disfrutar de la libertad como lo hacían esos gorriones que se posaban en su ventana enrejada.

Empezó a darles comida, con el tiempo vio cómo tres de ellos se dejaban acercar y con mucho tiempo más, incluso tocar. Sintió curiosidad por ese mundo, pidió en la biblioteca de la prisión algún libro sobre ornitología, se aficionó a ese mundo, consiguió una pareja de canarios, los estudió, comenzó a tomar notas sobre ellos y con el tiempo convirtió su celda en una suerte de aviario.

Empezaron a conocerle como un experto en pájaros, su fama traspasó los muros de la prisión, lo que no pudo hacer nunca físicamente, ni tan siquiera para ver la película que sobre él, Robert Stroud, y su circunstancia, acabó dirigiendo en 1962 John Frankenheimer, nada menos que con Burt Lancaster como “Hombre de Alcatraz”.

En 54 años en la prisión, ese fue su contacto con la libertad: la que le transmitían los pájaros, todo un símbolo de ella.

* Finalista categoría Microrrelato en el Certamen (externo) ”Picapedreros” de Poesía y Microrrelato 2011

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