Por la aurora y el ocaso
Escrito por: Roberto Pulido
Abrió los ojitos puntual como casi siempre, con la misma esperanza, pero como de costumbre fue tarde y no tuvo tiempo. Esperó… Toda su vida, y eran bastantes años ya, aguardando la oportunidad de únicos momentos; maldiciendo al tiempo por hacerlos efímeros, y a sí mismo por dormirse pronto y despertarse tarde.
Pero con la alegría de siempre, aun con la tristeza que a veces le invadía, él mantenía la misma ilusión: Ker-Brei estaba locamente enamorado de ella; y aunque ella, Afródix, sentía lo mismo por él, apenas podía ni mirarle fijamente.
Dependiendo de las fechas, a Ker-Brei y a Afródix les cambiaba el estado de ánimo. A veces lloraban sin cesar y, por su dolor, el firmamento se teñía de gris derramando lluvias. En otras ocasiones sonreían y, por su entusiasmo, el cielo brillaba azul, o constelado, susurrando agradables brisas.
Si sentían frío, por tanta soledad, el ambiente era gélido por sonde pasaban. Si en sus seres clamaba el fuego de tanta pasión, el aire, a su paso, quemaba o agobiaba.
Así, día y noche, volvieron
a prometerse amor eterno
Y en esa última alba que Ker-Brei despertó, tras el fracaso habitual, se propuso, para no variar, no dormirse para permanecer junto a su amada durante todas las horas de oscuridad. Como siempre, no lo consiguió. Sin embargo, gracias a un eclipse, él y ella pudieron abrazarse, admirarse y besarse, durante varios minutos, como si nunca lo hubieran hecho. Así, día y noche, volvieron a prometerse amor eterno: como siempre, justo antes de la aurora y después del ocaso.
* 1º Premio categoría Microrrelato en el Certamen ”Picapedreros” de Poesía y Microrrelato 2011 para centros penitenciarios