Es un libro

Un libro es (alguien lo dijo antes que yo, pero no por eso deja de ser verdad, y verdad útil) un diálogo imaginario (o real si se quiere), pero es más la propuesta de un diálogo; es una invitación libre en sí misma que apela a nuestra libertad; es un libro una aventura, pero es, más que la que cuenta, la propia de hacernos partícipe de ella; un libro es un somnífero, un despertador, reto con resultado de muerte o una resurrección; es la memoria un libro que olvidamos y el recuerdo transcrito de lo que callamos un día; un libro es nuestro espejo opaco, acaso un fantasma transeúnte que nos delata e inútilmente ocultamos con la voz; un sol cenital que nuestra cabeza enciende y bajo los pies esconde nuestra buena sombra; pero no es un libro una cultura si es información; leer un libro no cultiva, releerlo sí; un libro forma si se vive y deforma cuando sólo echamos mano de él como quien pide un favor clandestino; un libro debe solicitarnos, embellecernos, vestirnos con las palabras que imaginamos sin saber o sin imaginar sabemos; un libro debe reconstruir nuestra ruina o arruinarnos; es un libro muchos libros, pero puede ser el libro; un libro educa sobre todo nuestro corazón, pero agiliza nuestro verbo para modelarlos; un libro es un bisturí, una autopsia que contemplamos con náusea o nos seduce; es un libro vértigo, abismo, laberinto, ignorancia a veces u horizonte de mármol, hielo deslizante, espino, amplio mar inagotable, borrasca o placer de arena del náufrago, o naufragio, polvo de la ventisca, brisa… Es un libro una selva con lianas que nos cuelgan, del que pendemos y dependemos o finalmente nos ahorca; un libro es un campo lleno de cadáveres que debemos enterrar; un fragor de combate interminable, eterno vestigio de batallas; un libro es una multitud pidiendo a gritos su rescate, un rapto, un balazo, explosión de ánimas, implosión de ánimos y de cuerpos, esqueleto propio, osamenta viva que nos llama, coma; luz, vergel, páramo de palabras; errante semilla es tanto tiempo un libro deambulando por los territorios de quienes no saben leer. Es posesión que se arroja al desdén de toda virtud, prostíbulo, taberna, copa ensangrentada, vil defección de una firma o brillo esculpido de un nombre en el aire para siempre es un libro. Un libro es azar y, al azar, nuestro libro transitorio, nunca el último, jamás.

Un libro es un destino: el nuestro tal vez y, tantas veces, otro sin él.

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