Cena de reptiles

Diríase que las sillas no se llevan muy bien entre ellas. Las más ancianas se reunen en corrillo. Otra, aquejada de una cojera mal disimulada, parece mirar a través de la ventana. Las cinco restantes están desperdigadas por todo el comedor. Doce descomunales traseros, cuyos propietarios se toman la penúltima en el jardín, llegarán en cualquier momento.

Una luna saturnina confirma la llegada de la noche. El mayordomo, una vez concluidos sus ejercicios gimnásticos, entra en la cocina. Un par de ancianas camareras devoran sendos platos de gachas. Están al corriente del peculiar gusto de los muy peculiares comensales de la casa. No hacen preguntas.

Pasadas las nueve, el mayordomo entreabre la puerta del comedor, y observa con una sonrisa maliciosa como los doce, obesos y beodos, se dejan caer sobre las sillas, ahora perfectamente alineadas a uno y otro lado de la mesa.

Pese a que las hebillas de los cinturones resultan difíciles de tragar, las doce sillas tapizadas con piel de anaconda no tardarán más de media hora en devorarlos a todos.

 

* Finalista categoría Microrrelato en el Certamen (externo) ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2012.

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