Más allá de la ciencia (Cap. 11): “Ley de atracción magnética”

Apreciados amigos lectores:

Estamos ante uno de los misterios más grandes que los seres humanos podemos imaginar. Para hacernos idea de cuán involucrados estamos, podríamos recordar que desde el punto de vista del esoterismo, nuestro sistema solar está unido a otros seis sistemas solares que juntos forman el espacio donde se desarrolla la actividad vital de una Entidad tan majestuosa para quien se utilizan términos como “Aquel de quien nada puede decirse” pues es una incógnita para los más sabios de los humanos.

La primera pregunta que surge es: ¿Entonces cómo se sabe que existe? y la única respuesta es que en algún lugar se ha oído hablar de tan increíble Entidad. Puesto que se supone que existe una cadena interminable de conciencias que componen el universo, es lógico pensar que Sanat Kumara o el Eterno Joven, Cristo, Buda, y ciertos Maestros, han sido capaces de recibir de alguna Fuente, algún signo que certifique tal unidad de sistemas solares.

via-lactea¿Es necesario hablar de algo que ni siquiera sabemos que existe para descender hasta uno de los mayores problemas que tenemos los seres humanos como es el sexo?

En mi opinión, sí. Porque el sexo está envuelto, es una parte de la gran Ley de Atracción Magnética. Quizás, algún día, la ciencia en general y la astrofísica en particular llegarán a la conclusión de que existen ríos de energía, rayos cósmicos o como se tenga a bien denominarlos, que forman parte de una circulación mayor. Dicho de otra forma. Puede llegar un día en el que exista la carrera universitaria de Biología Solar, y entre sus asignaturas, algo equivalente a “Circulación Sanguínea” que podría llamarse, “Circulación Energética del Sistema Solar” cuyo sistema principal de distribución es nuestro Sol.

Es por ello que en nuestro sistema solar, concretamente, se reciben y distribuyen energías tan distintas como puedan ser las de los otros seis sistemas solares que acompañan en su devenir existencial al nuestro, que no es el más importante, pero que para nuestro propósito sirve de ayuda en nuestro vano intento de especular sobre el origen de la poderosa Ley de Atracción Magnética que rige nuestro sistema solar.

Reúne toda clase de
materia-conciencia del sistema solar

Podríamos decir que la Ley de Atracción Magnética, que algunos llaman Amor, es la fuerza que impele a todas las partículas de nuestro sistema solar a mantenerse unidas. Desde el punto de vista de la ciencia, a estas fuerzas se las denomina de otra forma. Tal vez, fuerza atómica débil, fuerza atómica fuerte, gravedad y electromagnetismo. Desafortunadamente no estudié física, lo que ahora me vendría muy bien. Igual, en la próxima vida estudio ya la asignatura que he mencionado al principio.

Lo que intento decir es que nosotros, seres diminutos en comparación con el Sistema Solar, estamos inmersos en unas fuerzas tan tremendas que semejamos pequeñas barcas perdidas en un océano infinito, e intentamos mantenernos a flote. Ello no nos debe atemorizar, sino al contrario, nos debe animar a intentar comprender la existencia de ciertas leyes inmutables, pues el ser humano tiene una extensión en el tiempo que hace que tales leyes sean así para él, y en las que también podemos confiar.

Nosotros mismos, seres que vivimos setenta años, constituimos unas leyes inmutables para las pequeñas partículas que circulan inconscientes de tal magnitud por nuestras venas y capilares. Podríamos afirmar que la Ley de Atracción Magnética reúne toda clase de materia-conciencia del sistema solar. Y que tal materia está graduada desde lo más denso como es la tierra hasta lo más ligero como es el pensamiento más volátil que pueda ser expresado en un momento determinado.

fuego-tierra-aire-aguaAntiguamente se solía expresar tal diversidad de materiales como: tierra, agua, aire y fuego. Actualmente podríamos decir: cuerpo físico, sentimientos y pensamientos. Y allí donde terminan los pensamientos comienza otro nivel de partículas todavía más diminutas. Y es desde este punto de vista, desde el que todos los seres del Sistema Solar, por minúsculos o inmensos que sean, por densos o de una levedad inimaginable, virus, bacterias, minerales, vegetales, humanos, sabios, superhumanos, semidioses…todas las conciencias, todos los cuerpos… todo es atraído hacia el Corazón del Sol por su Voluntad.

El ser humano, que está compuesto de diversos grados de materia, siente e interpreta tal atracción de diversas formas. Y aquí, en este punto, podríamos encontrar parte de la explicación de la tremenda potencia que puede llegar a tener el sexo entre los humanos, debido a que en el mismo se engloban, no únicamente la atracción material, sino también la atracción sentimental, intelectual y espiritual (distintos tipos de materia-energíaconciencia).

Caminamos por la calle. Vemos una atractiva señorita con minifalda, y aunque parezca algo trivial, nos preguntamos: ¿Qué es lo que estamos viendo de verdad? ¿Por qué nos atrae? ¿Qué es lo que queremos de ella? Una pregunta tan simple y puede ocurrir que no seamos capaces de contestarla. Podríamos decir que es un bello cuerpo. Pero… ¿De verdad es lo que nos atrae? Nosotros mismos podemos tener un extraordinario cuerpo… y sin embargo… ¿Queremos otro cuerpo? ¿Queremos poseerlo? ¿Queremos que nos pertenezca? También podríamos pensar que lo que queremos es placer. Pero… ¿Acaso no podemos tener placer nosotros mismos? Entonces… ¿Es en verdad una cuestión de placer?

No queremos otro cuerpo puesto que ya tenemos uno, no queremos placer, que nos puede salir muy caro, porque lo podemos conseguir por nosotros mismos… Entonces… ¿Qué es lo que en verdad queremos? ¿Una familia? Pero si ya la tenemos, está claro que tampoco es lo que perseguimos ¿No estar solos? Existen los amigos, los grupos de diversión… Sinceramente, es difícil, saber lo que pasa por nuestros cerebros. Tal vez, con sólo un solo vistazo, hemos atribuido a la estupenda figura femenina todo lo que realmente queremos.

¿Qué es lo que
en verdad queremos?

Felicidad, riqueza, paz, amor, eternidad, belleza, inteligencia, maestría, una madre, un hijo, amistad… Puede ser que lo que vemos al mirar el cabello dorado, las piernas largas y blanquecinas, el busto, la elegancia de su figura… puede ocurrir que en realidad no vemos lo que hay fuera, sino que proyectamos en aquella figura femenina todo lo eterno y bello que pueda haber en nosotros mismos.

Quien mira, quizás, tal vez, no se da cuenta de que lo que está viendo es un estereotipo ideal del sexo opuesto. Quien observa puede ser un bruto o una mente privilegiada, puede expresarse de una forma burda o elegante, pero… ambos están sujetos a un espejismo. El maravilloso espejismo del ideal femenino o masculino.

Y en muy pocas ocasiones, los seres humanos hemos sido capaces de sobreponernos a tan tremendo espejismo. Nos puede ocurrir con todo. Por ejemplo, quien ve una bicicleta puede estar imaginando en ese preciso instante la maravillosa excursión que el domingo pasado tuvo la suerte de disfrutar entre unos inmensos pinares.

espejismoDos segundos de contemplación de la belleza femenina o masculina es suficiente tiempo para sumergirnos en nuestro propio espejismo, pero no para salir de él. Si estamos atentos, podremos analizarlo un poco después, si no es así, continuaremos inmersos en el estereotipo que hay en nuestro interior. No todos los caracteres humanos son tan proclives a tal sugestión. Pero como norma general, podríamos asegurar que así es. Puesto que el sexo pagado mueve millones y millones de dólares, de euros y demás divisas, y el sexo con amor casi todo lo demás.

La fuerza del deseo sexual existe tanto en la atracción física y el deseo de placer como en el oculto anhelo del ser humano de unión espiritual. Y tal vez ahí es donde puede encontrarse cierto esclarecimiento de las causas subyacentes. Si ahora enlazamos esta parte con el primer razonamiento, podremos comenzar a comprender de qué forma somos inducidos por la Ley de Atracción Magnética.

No es únicamente la atracción física la que sentimos, sino también la atracción que ejerce el universo sobre nosotros en sus aspectos más ocultos e internos. Muchas relaciones sexuales pueden llevar a cierto desencanto porque no satisfacen el anhelo de unión de las otras partes más sutiles de nuestro “cuerpo”. La unión puramente física no sirve, en muchas ocasiones, puesto que es simple placer. Tiene que haber algo más: unión sentimental, lo que hace que la relación sexual reúna las partes sentimentales de los dos “enamorados”.

Tras miles de años, tras cientos de vidas que el ser humano ha transcurrido en este planeta, ha adquirido algo intrínseco y sustancial que existe en la constitución de sus vehículos. Por un lado ha modificado las diversas sustancias constitutivas de la Tierra. Al igual que transforma los mares y océanos, cada ser humano fija una impronta en la materia sentimental y ésta queda modificada. Materia sentimental, conocida por algunos como materia astral, que adquiere ciertas peculiaridades. Cada acto de amor, de odio, de rencor, de expresión artística… todos los miles de millones de impulsos sentimentales coloran la esencia del océano de partículas sentimentales.

La unión puramente
física no sirve

Y por otro, cada nueva encarnación de un alma se surte de la materia sentimental o astral que es un inmenso océano, reservorio para la creación de nuevos cuerpos humanos. Imaginemos que en algún lugar que rodea la Tierra, o en un espacio interno, residen las almas. Cada cierto tiempo, las almas, en formación grupal, regresan a la reencarnación. Son partículas mucho más diminutas que el átomo físico.

Imaginemos ahora que la Tierra está compuesta de un océano de “pensamientos”, un segundo océano de “sentimientos” y un tercer océano de átomos físicos. El alma comienza a sumergirse en el océano de materia mental y a su alrededor constituye un “cuerpo de materia inteligente”, después se sumerge en el océano de materia sentimental y adquiere un “cuerpo de materia sentimental” y por último se une a la matriz de la madre, de donde comienza a tomar el cuerpo físico, que a lo largo y en el transcurrir de los años será propiedad y dominio del alma.

ReencarnaciónDesde el punto de vista del esoterismo, de esta manera, grosso modo, ocurre la reencarnación. Así venimos a la vida. Por lo tanto. Cuando nacemos, no solamente tenemos un alma, también hemos tomado de los diversos océanos de materia, los otros tres cuerpos. Las partículas que atrae la fuerza dinámica del alma tienen que ver con el propósito de esa encarnación.

Pero lo más importante es que estamos constituidos de tres clases de materia, que en otro tiempo perteneció a otras personas, fue propiedad de millones de seres que han nacido y renacido a lo largo de millones de años, dependiendo de la edad del alma o experiencia acumulada en anteriores reencarnaciones, la calidad de tales materiales.

Y estas tres clases de materia son las que también perciben atracción. No es pues únicamente la atracción de un cuerpo físico, sino la atracción abstracta que ejerce un cuerpo sentimental y un cuerpo mental. Es por ello que cuando se logra unificar, unir los dos cuerpos, el físico y el sentimental, surge una especie de aureola, se origina un enamoramiento. Esta fuerza atractiva y cohesiva está basada en la inteligencia instintiva que los distintos cuerpos poseen. Hay que recordar que la materia es inteligente, tanto la física propiamente dicha, como la sentimental y la materia mental.

Así, de tal forma, surge el espejismo. Todo tipo de materia, cada una a su manera, recuerda la unidad que en algún momento fue parte del mismo océano. Esta materia semi-inteligente tiene un instinto y unos recuerdos abstractos de otras épocas de unión.

Respecto al sexo, podría afirmarse que la atracción entre los cuerpos sentimentales es mucho más poderosa que entre los cuerpos físicos. Y esto es lo que causa la sed devoradora de aquellos que satisfacen el cuerpo físico, pero no consiguen mantener la unión sentimental o del vehículo astral. El recuerdo de unión quiere perpetuarse, y el cuerpo físico no da más de sí, llegando al agotamiento de sus energías. Y sin embargo, necesita una y otra vez más completar la unión de los cuerpos sentimentales o astrales. Puede ser tan fuerte el mencionado deseo que en ocasiones, parte de nosotros mismos se evaden del cuerpo físico en pos de la unión.

El ser humano tiene algo así como
tres individualidades semi-inteligentes

Hay que recordar que el océano de materia astral o sentimental es conocido también como el océano del amor. Algo que nunca se suele mencionar es que el ser humano tiene algo así como tres individualidades semi-inteligentes y semi-independientes del núcleo central de voluntad que es el alma autoconsciente. En algunas ocasiones, se dice que hay quien han observado figuras livianas, mientras duermen, pudiendo ser ellos mismos, o más bien, sus componentes materiales sutiles que suelen abandonar el cuerpo.

Como puede deducirse, no estamos hablando sólo de fuerzas individuales, sino de poderosas fuerzas, planetarias, interplanetarias y de sistemas solares que hacen que exista la vida tal y como la conocemos. La materia de diversas densidades se atrae entre sí. El océano de sentimientos que podría denominarse, cuerpo de sentimientos de una Entidad, se ve momentáneamente separado, desgajado, divido, cada vez que se individualiza una entidad menor, y su tendencia innata es hacia la unificación.

156-tierra_y_lunaLa materia que tomamos prestada, que nuestra alma toma de cada uno de los océanos, del océano de la inteligencia, del océano del amor, y del océano de la materia propiamente dicha siente, percibe la fuerza que une y tiende a tal unión. Es la fuerza del planeta, la que se puede observar en cada abrazo amoroso a que se entregan los amantes. Inconscientemente anhelan regresar a su origen. La tierra a la tierra, el agua al agua, el aire al aire, y el fuego al fuego. Los cuatro puntos cardinales, los cuatro elementos que mantienen “prisionera” al alma.

Tal vez algún día se podrá hablar de distintas leyes de la gravedad y calcular la fuerza con que se atraen o repelen unos planetas a otros, unos soles a otros de acuerdo a su constitución más liviana y etérea, más sutil que la del átomo físico. Mientras tanto, todos seres humanos percibimos la inmensa fuerza de atracción que nos obliga a fusionarnos unos con otros y el cierto desencanto que acontece cuando los cuerpos sentimentales no participan en el abrazo amoroso de los distintos océanos de partículas.

Podríamos añadir que es probable que el dominio de cada uno de los cuerpos materiales del ser humano señala el peldaño en el que nos encontramos como entidades que evolucionan. Por ejemplo, aquel ser humano que domina su cuerpo etérico y lo fusiona plenamente con su conciencia hasta el punto que consigue utilizarlo está a punto o ha conseguido la primera iniciación. Quien domina el cuerpo sentimental o astral con pleno dominio está a punto de recibir o ha conseguido la segunda iniciación. Aquel humano que tiene control sobre el cuerpo mental y los otros dos más, está a punto de recibir la tercera iniciación.

La tercera iniciación tiene también
el nombre de transfiguración

La tercera iniciación tiene también el nombre de transfiguración. Indica el pleno dominio del alma sobre los tres cuerpos, que quedan iluminados y sometidos al resplandor y potencia del Ángel Solar. Aunque aparentemente nos hemos salido del tema, no es así, pues la Ley de Atracción Magnética impele tanto a los minerales, a las plantas, a los animales, a los humanos, como al reino de las almas. Podría decirse que el Corazón del Sol obliga a toda la materia que circula por el Sistema Solar a pasar a través de Él.

Cerramos el círculo del misterio recordando que la materia-energía-conciencia es cualificada y reenviada a los otros seis sistemas solares. Si esto es así… tal vez algún día la ciencia pueda ser capaz de averiguarlo.

 

Nota: Que el autor escriba sobre estos temas, no indica que los comprenda totalmente y los domine. Es una forma de ampliar horizontes mentales y de abrirnos a las posibilidades de la Vida misma. También intenta ser un grito de aliento para que comprendamos que hay algo más allá, algo que continuamente nos llama, y que si somos capaces de responder, se torna en un pensamiento equilibrante ante lo absurdo de las apariencias en que continuamente estamos sumergidos.

Afectuosamente,
Quintín.

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