Desde el rincón de la celda

Escrito por: Alberto A. D.

Se oye el clamor de los barrotes, una y otra vez en un canto matutino que acongoja y marca su destino. En un rincón sentado, cercado por sus recuerdos, aclamado, melancólico y rodeado por el peso de sus culpas, se dice una y otra vez: ¡esto no ha pasado! Se encuentra equivocado, el destino una vez más se la ha jugado.

En prisiónEstá sentenciado, mas no condenado ¡proclama su inocencia! Pero lo que más desea es que se conserve su nobleza y su decencia, solo le preocupan sus padres y sus hijos, quienes ahora desconsolados, pagan con sus lágrimas y vergüenza, su avaricia, ambición y desmadres.

El sueño de riqueza incontrolable, su vida de alcohol y damiselas, caros perfumes y exóticas flores le ha dejado reducido a una fría celda de fúnebres colores. Desde aquí, agobiado y castigado por el tiempo que no parece correr, carece del más mínimo afecto, entre presuntos implicados con largas condenas, grilletes en el alma y en sus vidas gruesas, cadenas de susurros y pesares.

Corazones derrotados
por la ignorancia del castigo

Corazones derrotados por la ignorancia del castigo que les espera y por sus sueños frustrados, sin más consuelo que el bien vivido en su pasado. Con inverosímiles suspiros, recorre su camino de recuerdos insospechados. Mil vidas parece haber tenido, muchas las bocas que ha besado en un millar de amores consentidos, pero al recordar a tantas que le han aclamado, se da cuenta de que nadie en verdad le ha amado. Por ello día a día se le observa allí ensimismado, en el rincón de su celda abrumado.

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