De canela, de coco y de limón
Pese a ser un hecho comprobado que cada vez son más las personas que pierden la ilusión por la proximidad de unas fechas tan señaladas, en mi familia no podíamos evitar que todo el año se nos pasara pensando en ello. Ansiábamos el momento en que los operarios del ayuntamiento engalanaban las calles con las luces navideñas, aunque cada año lo adelantasen una semana más, amenazando con proporcionarnos un verano luminoso.
No eran pocos los desencantados con los regalos del año anterior, y quienes llegaban a las fiestas cansados de antemano, tan sólo de pensar en la cantidad de comilonas por las que sus maltrechos estómagos habrían de transitar. Sin embargo, en mi familia la alegría se adelantaba incluso un par de meses, y ya en octubre regalábamos sonrisas a quien quisiera recogerlas.
Sin la ayuda del paro que hacía ya un año había dejado de entrar en casa, la ocupación de toda la familia en la fábrica de mantecados durante los pocos meses que duraba la campaña nos hacía sentir como si nos hubiera tocado el Gordo.
* Finalista categoría Microrrelato en el Certamen (Externo) ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2013.