Las cantelas del cheposo (II): Sustancia

Todo está vivo, todo habla, todo canta… dicen los filósofos presocráticos. Así que los balones también hablan. Yo soy un balón. Un balón chismoso, además de cheposo. Mi sustancia es el chisme, aunque se haya decidido prescindir de mi condición íntima y se atienda más a las apariencias.

BalónSoy cheposo de tanto bregar por el mundo recibiendo patadas en los riñones, en el bazo, en la cabeza, en entrambas espinillas, en la espalda, en el culo y en el punto filipino de mi naturaleza… ¡ay! De tanto bregar me viene la chepa.

Comencé mi patadura en un estadio mundial donde diez chicos en calzones dirigidos desde fuera por un tipo gritador se peleaban con otros diez a los que también voceaba otro sujeto trajeado igualmente en el borde de la pradera. Yo era joven e insensato, me dejaba golpear.

Todos me pateaban salvo un señor vestido de negro que correteaba entre unos y otros tocando el silbato; a veces aquel señor me cogía cariñosamente entre sus manos. Era el más apreciado por mí.

Todos me pateaban
salvo un señor vestido de negro

También había otros dos chavales, uno en cada equipo, quietos junto a unos palos cubiertos con cuerdas cruzadas, que parecían tratarme bien, pero su afecto era engañoso: después de acariciarme un rato con las manos me soltaban un patadón de muerte o me daban un puntapié cuando más tranquilo estaba reposando sobre la hierba de la pradera, pensando que ya se había terminado el suplicio.

Ésos fueron mis comienzos. Lo que vino a continuación, pareció, pero no. Lo cuento pronto.

 

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