El amor exponencial

Hoy voy a adentrarme, como un José Luis Perales del teclado, en el universo del amor y los enamorados. Lo hago desde la experiencia y el convencimiento, porque estoy enamorado desde hace más de quince años, mantenemos la pasión del primer día y nos amamos más allá de las dificultades cotidianas y las zancadillas de la vida. No soy ejemplo de nada ni busco categorizar ni dar consejos, Dios me libre de ello. Pero sí me apetece plasmar sobre el papel o la pantalla algunas de las experiencias y los aprendizajes acumulados durante todo este tiempo.

amorEs más sencillo enamorarse que amar. Porque el enamoramiento es algo pasivo, accidental, que sobreviene igual que un premio de la lotería o un resfriado en invierno. Amar es un acto de la voluntad y, en consecuencia, una manifestación de libertad y, por ende, una expresión incomparable de la grandeza del alma.

Escoger es, desde luego, renunciar. Elegir a una persona como tu media mitad, comprometerse con ella y esbozar juntos un proyecto de vida compartido es el punto de partida imprescindible para el amor conyugal, independientemente del tipo de unión escogido. Es cierto que la rutina, el destino y los imponderables tratan de obstaculizar a menudo ese vínculo amoroso; todos somos, en demasiados momentos, torpes, ignorantes y patosos. Y por supuesto egoístas. Pero las parejas que se aman, que han sido capaces de fundir su alma con la de su pareja, se encuentran afianzadas en su viaje como Ulises se amarró a su barco para resistir los cantos de sirena.

Es más sencillo
enamorarse que amar

Amar es compartir, respaldar, confiar y hacerse confiar. Sonreír, apoyarse, sostener, compartir, renunciar, explorar, mirar en la misma dirección y acumular recuerdos, vivencias y lecciones en esa mochila común que ambos portan a intervalos. Amar es palpitar. Decir sí a las dificultades: aquí estamos los dos y no tememos porque somos uno. Porque estamos juntos. Y nada ni nadie va a ser capaz de derribarnos.

Además de contar con este amor voluntario y trabajado, unos pocos afortunados disfrutan además de una clase de pasión exuberante, continua, exponencial, indestructible. No sé si se trata de una suerte de talento individual, de una sinergia dual, de un regalo divino o de una chispa interminable producida por una conexión física, mental y química perfecta. Esas parejas se miran en la inmensidad de sus pupilas y se sienten plenos, se entienden sin hablarse, se acarician como seda humana y viven un latido permanente de excelencia cuando se encuentran pegados.

Este regalo vital convierte el amor diario, trabajado, en un festival emocional y sensorial que trasciende el plano físico y que, al mismo tiempo, regresa a él noche tras noche, sobre ese lecho que no habla pero tiene tantas, tantas cosas que contar.

Es el amor integral. Exponencial. Interminable.

Y gracias a ti, Noelia, sé muy bien de lo que escribo.

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1 comentario

  1. Quisiera que me amara alguien asi… que bello mensaje.
    saludos desde Venezuela

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