Cómo ser mujer y no morir en el intento

Pienso en lo que quiero contar en este artículo y no consigo hacer algo conexo. Es lo que tienen los recuerdos, los sentimientos, los porqués. Que se desordenan, se amontonan, se encadenan.

Inevitablemente, una crece con referentes. A veces van cambiando a lo largo de los años. No está mal, en un momento dado cumplieron una función, algo aprendiste: seguro. Porque siempre se aprende y de esa evolución se amplía el foco. En mi caso, en cambio, no han cambiado. Se han ampliado eso sí. Mi capacidad de admiración es tan grande como mis ganas de aprender y mi convencimiento de que todo suma.

Ana BelénNo recuerdo cuando Ana Belén se convirtió en un referente. La recuerdo ahí desde que tengo uso de razón. Una se hace mayor y lo que antes era visceral, intuitivo, tiende a racionalizarlo. A buscar el porqué. Porqué en una época donde todas las niñas y los niños imitaban sin descanso a grupos de moda yo no. Yo me empapaba de Ana. Ahora lo sé. Porque Ana me descubría un mundo nuevo. Un mundo que habitaba en mí pero que del que aún (por edad, por conocimiento) no tenía remota idea de su existencia.

Escuchando sus canciones aprendí a engullir a Lorca muy jovencita. Investigando sus trabajos di con unos Estudio 1 que me descubrieron un sinfín de actores maravillosos de los que he aprendido y sigo aprendiendo. Escuchándola descubrí que este oficio se aprende, se estudia. Yo hasta entonces pensaba que un actor nacía, aparecía ahí, como de siempre, como de la nada. Valiente ignorante. Este oficio requiere una preparación bestial y constante. Pero lo importante es que descubrí que esto se estudia. Y ahí me encontré a mí misma. Encontré el oficio. La pasión. La fuerza. La ilusión. La entrega. El porqué.

Ana me descubría
un mundo nuevo

Aprendí dónde podía formarme. Aprendí que la entrega y dejarse la piel es la única forma posible. Aprendí a amar este oficio sobre todas las cosas. Y a través de él mirar el mundo con una perspectiva más amplia y aprender a no juzgar. Para que luego digan que la cultura no es necesaria. Es vital. Porque nos enseña a abrir la mente, a escucharnos por dentro, a comprender. A encontrarnos a nosotros mismos.

Os invito a todos a coger un libro, ver una película, ir a un museo, a un teatro, a un concierto. Estoy segura que vuestra vida mejorará considerablemente.

Gracias mamá por abrirme la mente. Por llevarme al teatro antes de que pueda recordar la primera vez. Por llenar la casa de música, de poesía, de muchísimo cine, de libros por cada rincón. Por enseñarme que la cultura es un arma cargada de futuro. Porque así es como pude encontrarme. Tener herramientas. Gracias por apoyarme siempre. Por enseñarme a atreverme a soñar mi vida y a vivir mis sueños.

Por todo eso y muchas cosas más, me emocionó tanto ver recoger a Ana el Goya de honor. Porque sé del arduo trabajo durante estos años. De la entrega y el tesón. Porque nos ha abierto caminos a muchos. Porque los sigue abriendo. Porque no es una profesión fácil. Porque, como ella misma dirigió: no es fácil ser mujer y no morir en el intento. Tampoco es fácil ser cómica y no hacerlo – Y más tal y como están las cosas – Pero ahí sigue con ilusión, ganas, tesón. Aprendiendo. Por eso sigue enseñándonos a los demás. (Ella, que no es nada de dar lecciones) Por eso me parece tan merecido.

Desde aquí: Mil gracias. Una y mil veces.

Salud y trabajo.

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1 comentario

  1. Interesante artìculo.Es importante y quizàs algùn dìa se extiendan y divulguen las experiencias de aquellos que enseñan teatro en escuelas y liceos..El teatro de la mano con la mùsica,la danza y el arte como aplicaciòn pràctica y bùsqueda de conocimientos ,que sin duda pueden ser fundamentos de un mundo mejor y en paz.

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