Las luces de la calle (dedicado a los niños de Alepo)
En Alepo no hay tregua. Alepo es la última frontera. El único lugar del mundo al que el ser humano teme en cada segundo de su cruel existencia. No obstante, para Hamza no hay alternativa. Alepo fue, y es únicamente su hogar.
Ayer fue un día muy diferente. Dos bombardeos masivos, cruentos, sanguinarios. Un hospital de campaña y una escuela de párvulos. Salina, la madre de Hamza, recuerda a la mayoría de sus vecinos dentro del refugio antiaéreo, que tenían la edad de su hijo.
El refugio es pestilente. La cocina diminuta, los aseos son lúgubres, y la estancia principal, que es compartida por más de cien vecinos es pequeña, mal iluminada y tétrica, en definitiva.
Alepo fue, y es
únicamente su hogar
Tan solo una pequeña claraboya cuadrada separa la realidad exterior y la vida de Hamza. Karim, el anciano del refugio, ha instalado un pequeño transistor para seguir el curso de los ya diarios acontecimientos. Sin embargo, Hamza prefiere observar el exterior por sí mismo.
En el exterior estaba su casa, sus amigos, el parque y la escuela. Recuerda a su hermano Rhani jugando al fútbol y paseando con su bicicleta. Todo el entorno está lleno de tonos cálidos y muy coloridos. Hoy es intrínsecamente gris.
