Viaje musical por Francia e Italia en el siglo XVIII

Charles Burney, aristócrata y musicólogo de la Inglaterra dieciochesca, emprendió un viaje en junio de 1770 que lo condujo a visitar Francia e Italia con la finalidad de conocer de primera mano el tratamiento musical dado a este arte en sendos países. No en vano, se lo conoce como el pionero de la crónica musical moderna, hallándose en sus exquisitos escritos información de lo más diversa, desde datos histórico-artísticos de carácter general en los albores de la Revolución Francesa hasta descriptivas anécdotas narradas en primera persona acerca, por ejemplo, de sus asiduas visitas a bibliotecas u otros archivos de interés. En estas líneas, en concreto, nos centraremos en su método investigativo a través del análisis del capítulo de París, determinante a la hora de pergeñar el libro cuyo título inicia este artículo.

Viaje musicalCharles Burney facilita una información minuciosa y rica en detalles de todo tipo. Aparte de sus crónicas musicales, no es nada desdeñable el detallismo que aporta acerca de la vida en las grandes urbes de la época y, sobre todo, cómo era el ámbito cultural y refinado (especificando cuestiones culinarias, literarias…). En el relato, a modo de diario personal, va detallándonos un contacto directo con ediciones musicales de la época, libreros, acceso inmediato a catalogaciones varias, músicos y actores, representaciones artísticas junto a su ambiente y un sinfín de aspectos más que nos permiten exponer que su método, aunque en sus escritos tengan cabida la subjetividad y el gusto personal, está en todo momento basado en la aproximación en primera persona al arte musical, empapándose, además, de todas las características que lo rodean (vivencias, singularidades, correlaciones artísticas…). Es decir, el autor está permanentemente inmerso en el ámbito musical del núcleo urbano que visita. Por ejemplo, en la página 30, nos inserta datos sobre el Concert Spirituel, prestigiosa agrupación fundada por Philidor, así como del Thêatre Italien, donde pudo presenciar dos dramas musicales.

Su conocimiento queda debidamente acreditado en múltiples fragmentos, pues realiza comparaciones estilísticas aplicadas a la interpretación (como “tañer al estilo antiguo”, procedimiento de ejecución musical anterior sólo conocido por expertos en la materia).

No todo son críticas y opiniones destructivas, aunque abundan, puesto que las loas también tienen su espacio en su estructurada redacción, describiendo de manera excepcional interpretaciones que fueron de su agrado, mencionándolas con un acertado soporte teórico. Existe, también, un tratamiento humorístico del texto, ya que incluye comparaciones animalescas como la siguiente: “el contratenor principal berreó un versículo…”. Son constantes las alusiones a su trabajo personal en bibliotecas, archivos y otros edificios de interés, resultando esclarecedoras porque otorgan al lector una información pormenorizada de sus actuaciones (aunque, quién sabe, tal vez el ego personal se apoderara de él en alguna que otra ocasión) y, además, guardan en muchos casos relación con los conciertos presenciados. Es decir, relacionaba el material de todas sus investigaciones con los escritos concertísticos (esta afirmación puede sostenerse a través de la información aportada por el autor; sírvase de ejemplo aquélla puesta en la página 41, hoja en que nombra los estrenos que había tenido la ópera Zaide). Otra afirmación que sustenta la anterior la descubrimos en la página cincuenta, donde incluye una pequeña reseña organológica acerca del órgano de la Iglesia de Saint-Roch.

El capítulo, en determinados fragmentos, concentra valiosa función didáctica (página 50, donde habla de anteriores sistemas notacionales, y página 55, mencionando De arithmetica, geometria et musica, del famosísimo Boecio). Resulta asombrosa la descripción que efectúa de la señora Brillon en la página cincuenta y seis, alabando su talento compositivo e interpretativo. A continuación nombra relevantes personalidades musicales, como Tartini, Boccherini y otros compositores menos conocidos que, a su juicio, poseían gran talento y dotes para la música. Desde este punto hasta la finalización del capítulo se limitará a reflexionar sobre temas varios, sin desdeñar, como ha sido costumbre, detalle alguno de sus gozos y peripecias.

Como conclusión, por tanto, nos es factible determinar que todo el procedimiento investigativo de Charles Burney se realizó con un contacto directo con las fuentes, los músicos y las vivencias (lo que coloquialmente se conoce como “trabajo de campo”). Es decir, no se limitó a extraer información de publicaciones coetáneas y, por ende, trabajar con comodidad desde su despacho, sino quiso viajar con el objetivo de conocer de primera mano todo cuanto acontecía musicalmente- y de otras disciplinas artísticas- en el continente europeo del siglo XVIII.

Se recomienda animosamente a todos los lectores disfrutar de tan célebre obra.

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