En perfecta sinfonía
Nos habíamos cruzado una infinidad de veces. Incontables. Habíamos compartido amigos, reuniones, estrenos, fiestas, cenas… y sin embargo nunca nos habíamos visto hasta aquel día. Porque mirar y ver son dos cosas absolutamente distintas.
Hasta que un día nos miramos a los ojos y nos encontramos. Nos reconocimos inmediatamente como la misma parte de un todo. Sin hablarlo, buscamos dos asientos libres igual que las niñas juntan los pupitres en su colegio. Como si nos conociéramos desde siempre empezamos a compartir el día a día. Nos descubrimos nuestra vida con la facilidad de lo que conocemos sin saber.
Y comprendí que la quería desde mucho antes de conocerla. Porque nos une la esencia, los miedos, los porqués, las inquietudes, la entrega, la ilusión. La pasión por un oficio que es, además, una forma de vivir.
Comprendí que la admiraba mucho antes de escucharla. Porque se puede tener un talento descomunal, como es su caso, pero no es tan sencillo encontrarlo unido a esa sensibilidad, humildad y generosidad que ella pone en cada empeño. Como sin darse cuenta. De una forma natural. Como si todo naciera así.
Por eso, y por una infinidad de cosas más, me emocioné tanto al verla recoger el Premio Nacional de Música. Porque cuando ella toca, el mundo se para para que todos tus sentidos se centren en sentir, en descubrir. Porque nos obliga a centrarnos en la esencia, a escucharnos por dentro. A exteriorizarlo. Porque no hay nada tan poderoso para abrir el corazón, la cabeza y quitar las fronteras. Porque nada nos hace tan libres, tan plenos. Nada nos da esa capacidad de empatía y de comprensión.
Si hubiera muchas más Rosas Torres-Pardo y aprendiéramos a escucharlas, viviríamos en un mundo mejor. Pero tenemos suerte: tenemos una. No se la pierdan.
Decía Manuel de Falla: “La música no es sólo el arte más joven, sino tal vez el único cuyo ejercicio, si ha de ser eficaz, exige una completa juventud de espíritu”.
«Esa es mi amiga» digo con una amplia sonrisa. Eso también une: Nosotras nos enfrentamos a la vida a carcajada limpia. Porque como dice una amiga nuestra: “la alegría es una forma de resistencia”.