El artista y su cruz

“Los envidiosos no encuentran la paz.

 ¡Dios los salve!”

Y así era ese hombre. Fiel a sí mismo, como el arte que convoca y domina, apresando entre sus manos lo infinito. No usaba Giorgio Armani ni Rolex. Simplemente colgaba en su pecho una cruz: Amar al prójimo. Su mano izquierda sujetaba una guitarra y la derecha una flor de lirio para la primera muchacha que se atreviera a mirarlo.

El río estrenó su primera pieza musical. Lo saludaba como a su mejor amigo, sin importarle si llevaba Armani o Rolex, solo sabía de la cruz que colgaba en su pecho: Amar al prójimo. Tenía buenos amigos. Trabajaba y cantaba día y noche, despidiéndose del sol y dándole los buenos días a la Luna.

artista de la calle con su guitarraSe cansó de dar serenatas gratis a la alcaldesa y lo apartaron.  Empezaron a mirarlo con espejuelos oscuros, ignorando todo el arte que había hecho en aras de la libertad; entonces comprendió que se estaba ahogando en el mismo mar donde otros sin talento salían a flote. Continúa en la calle, solitario.

Todos los sábados cruzaba aquél puente, por donde pasan los poetas pensativos y ebrios cuando no pueden silenciar sus penas y las ahogan en vasos de té con menta. Un domingo lo vieron en la iglesia. Se preguntaron: ¿Por qué lo dejaron entrar? Se rieron de su fe, pero él llevaba la cruz en el pecho: Amar al prójimo y la casa de Dios siempre está abierta. No importa los Giorgio Armani ni los Rolex.

Muchos opinan que es una persona rara. Otras que es un homosexual reprimido. Nadie es capaz de penetrar en lo profundo. No pueden saber de qué estrella vino para que lo insignificante se eleve hasta el dominio de lo etéreo.  La música de su guitarra es contagiosa como el Sida. El Sida mata, su música revive a los muertos. Con la esperanza en las cuerdas de su guitarra se presenta a concursos. No triunfa. Tiene su público, pequeño pero lo tiene. ¿Cuál será su sueño?

Cansado de andar se sienta en el andén y como un juglar comienza a cantar. Muchos bravos y asombros.

¿Quién es él? ¿De dónde viene? ¡Qué pelo tan largo! ¡Qué raro es! ¡Qué bien canta!

A lo lejos se escuchan unas voces. ¡Ese hombre es un loco religioso!

Nadie escucha. Su canto apaga toda frase maligna.

¡Ese hombre es un loco religioso!

Gritan de nuevo ellos. Los envidiosos e incapaces, los que fabrican piedras para que los talentosos sin ropas Giorgio Armani ni Rolex caigan al suelo, olvidando que con la cruz en el pecho solo se puede subir al cielo.

Quisieron apagar su voz con pedradas y cadenas. Los allí presentes no entendían lo que sucedía y de esta forma fue herida una anciana. Fue como único él tiró al suelo su guitarra y va al auxilio de la víctima.

¡Ese hombre es un loco religioso!

¡Ese hombre es un loco religioso!

La anciana grita:

¡Este hombre es un caballero, un artista, un laurel, ayúdenlo!

Desapareció el cantor.

Algunos lo vieron por la calle de la capital probando suerte. Otros que se fue a Francia galopando en el caballo del Quijote, con la guitarra bajo el brazo y su cruz: GOTEANDO SANGRE.

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