Claveles

‘‘Sólo se siente culpable quien cedió en su deseo.’’
-Jaques Lacan

Los claveles son animales con la boca abierta. Parecen estar destinados  a enamorar a la mujer, pero encontrarlos allí, presionados contra su pecho, los convierte en un puñado de secretos floridos.

Él busca en su bolsillo los fantasmas de las flores. Saca una navaja que le devuelve la sonrisa plateada. El filo bajo la falda de ella a penas la roza. Un quejido fugaz revela la herida. El dolor imita al placer. Los claveles se estremecen igual que las piernas y los libros. Ella siente el fino hilo de sangre que nace de su cadera.

flor-clavel

La saliva va espesándose entre los labios como la tinta que los poetas intentan tragar. No creía en los libros, no la conocen. No saben ni siquiera su nombre. Odiaba a los escritores. También odiaba la oscuridad. Ella consideraba que él era sencillamente un cuerpo que podía disipar sus temores. Él siempre se interesó por los cuerpos del miedo que pudieran disipar su oscuridad.

Ambos deseaban, en carne y palabra, todo lo que los libros no logran imaginar.

Él descubre el sendero de sangre que desciende por la pierna de ella.‘‘Ésta es sólo una herida más. La historia es desangrarse’’ –piensa. Los pétalos naufragan por el aire sin poder evitar el abismo de la gravedad. La delicada gota de sangre finalmente se desmaya en el tobillo y transforma su lengua en claveles miniatura a los pies de ella.

Los arropa la culpa.

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