Pulsión
El fuego de las entrañas
calcina
los cimientos del sabio.
Da vueltas
sacudiendo el torso,
girando las anclas de sus hombros
contra un suelo perverso
que no recibe sus calores.
Se los devuelve.
Entonces,
ya de pie,
mojando su cara
de placer solitario
frente al espejo
adentra las manos
por su ombligo
hasta invertirse,
regando las vísceras
desde el cuarto hasta la acera
y grita
que ella lo quema,
que ella es el agua.
