Misión en México: En San Antonio Juanacaxtle

Los misioneros de la Consolata llegaron a San Antonio Juanacaxtle el 27 de diciembre de 2008. La comunidad estaba formada por los Padres. Álex Conti y Abishu Morke y la familia IMC Hernández Roa compuesta de Wilmer y Ginette y sus dos hijos, Francisco Javier y Andrés Miguel, de ocho y siete años respectivamente.

Habían transcurrido veintiséis días desde que llegaron a México el 1º de diciembre. Durante ese tiempo estuvieron conociendo la realidad del centro y sur del país junto con los misioneros que se establecieron en la comunidad de Tuxtla Gutiérrez: los pp. Noé Antonio Romero y Ronildo Pinto de França, y la laica IMC María Elsia Cheverría.

Antes de llegar a su morada, la comunidad de San Antonio Juanacaxtle, pasó a saludar al equipo sacerdotal de la parroquia de Juanacatlán, que era la parroquia a la que iban a pertenecer territorialmente. Allá les acogieron calurosamente los pp. Efrén, párroco, y Jesús, vicario, con el típico tequila destilado en esta tierra tapatía.

A continuación, llegaron a su hogar, una casa a las afueras del rancho, que había sido prestada por la familia Huertas Ramos, una familia que vive en Guadalajara y que fue su primer contacto en este extenso país.

Al día siguiente, los misioneros presidieron la eucaristía a las 10:30 de la mañana en el Templo de San Antonio Juanacaxtle que quedaba a una media hora a pie desde su casa. Era el día de la Sagrada Familia, una fiesta muy evocadora para la espiritualidad de los misioneros de la Consolata. La asamblea fue numerosa aquel día y fue la ocasión para presentarse a todo el pueblo y dar a conocer que los misioneros de la Consolata habían llegado al rancho.

Tras la celebración, toda la comunidad se dirigió al colegio para conocerlo y hacer una primera toma de contacto para poder inscribir a Javier y Andrés. Después, fueron a visitar a la comunidad de jesuitas que tiene una casa de Ejercicios Espirituales a escasos 500 m. de la casa. Antiguamente, esta comunidad fue la sede de su noviciado, juniorado y teológico, razón por la cual los jesuitas han estado muy presentes en la vida de San Antonio Juanacaxtle.

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La realidad de San Antonio

San Antonio Juanacaxtle es un rancho de unos mil trescientos habitantes formado por siete u ocho familias que conforman la mayor parte de la población. Por esa razón, es una realidad bastante endogámica y donde todos se conocen bastante o son parientes próximos. Aquí se vivieron combates durante la guerra cristera y las convicciones católicas están muy arraigadas con prácticas devocionales que se convierten desde muy temprana edad en prácticas sociales de obligado cumplimiento.

Ante esta realidad, los misioneros de la Consolata entraron en contacto con parroquias vecinas y realidades de frontera y periferia que tenían que ver con la juventud, las familias y el acompañamiento psicológico y espiritual. De hecho, varios misioneros que han vivido en esta comunidad han hecho estudios de psicología o psicoterapia. Toda esta lectura de la realidad les condujo a abrir un Centro de acompañamiento psicológico y espiritual en un lugar más céntrico y cercano a Guadalajara, en la Colonia Atlas.

Este Centro ha llevado durante estos años el nombre de Naím y, desde hace un año, se está haciendo un camino para que este servicio de promoción humana no esté ligado a una estructura, sino que sea más bien un espíritu que vive toda la comunidad. Así ahora se habla más de vivir el espíritu de Naím allá donde estemos. De forma que esta estructura está pasando a manos de una asociación laica que lleva el nombre de MATI, que quiere decir familia en lengua oromo, y que ha sido también impulsada por los misioneros de la Consolata.

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Nuevo campo para la misión

Dentro de esta profundización de la lectura de la realidad que han hecho los misioneros de la Consolata, identificaron dos fraccionamientos situados a unos seis kilómetros de San Antonio Juanacaxtle donde tenemos el compromiso de acompañar pastoral y socialmente estos lugares.

Se trata del fraccionamiento de El Faro, con más de mil familias; y el de Villas Andalucía, con más de nueve mil familias. Están formados por personas que han venido de distintas partes del Estado de Jalisco y de otros estados de México. Se trata de trabajadores poco cualificados y con situaciones familiares complicadas por su diversidad y descomposición. Otra realidad de frontera y periferia donde los misioneros de la Consolata intentan llevar la consolación y una forma de vivir la fe que mejore las condiciones de vida.

Más allá de estas dos realidades humanas: el acompañamiento psicológico y pastoral de personas y familias; y el servicio pastoral y social de El Faro y Villas Andalucía; los misioneros de la Consolata colaboran con la iglesia local con la celebración en nuestra casa, los sábados por la tarde, de la eucaristía dominical anticipada en la que participan numerosas personas de San Antonio Juanacaxtle, El Salto y otros pueblos vecinos. Dentro de este ámbito de colaboración con la iglesia local, ayudamos a otras parroquias como Reina del Rosario, que está en la Colonia El Rosario; y Santa Rosa que está en Tonalá.

La animación misionera y vocacional se lleva a cabo a través del acompañamiento personal y del grupo de jóvenes que se reúne en nuestra comunidad una vez a la semana. El hecho de no tener una responsabilidad parroquial directa en esta comunidad nos permite acompañar a este grupo aportándole nuestras características misioneras IMC.

Actualmente, la comunidad está formada por los pp. Patrick Mungai, de Kenya; Álex Conti, de Italia; Abishu Morke, de Etiopía; Clovis Audet, de Canadá; y Ramón Lázaro Esnaola, de España. El primero lleva más de tres años aquí; los otros dos están desde el inicio; el cuarto vino de paso, pero la COVID-19 le ha retenido aquí y ya es uno más de la fraternidad; y el último lleva poco más de cuatro meses.

Una de las señas de identidad de nuestro servicio misionero es la disponibilidad de las demandas de las personas que nos rodean. Eso conlleva una gran flexibilidad y el saber convivir con lo inesperado que se vuelve prioritario. Un misionero demasiado cuadrado encontrará muchas dificultades de integración en nuestra comunidad.

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Desafíos de la misión

El misionero que vive aquí tiene que tener una fuerte experiencia de fe para poder acompañar los procesos de maduración de la fe. Aunque la mayoría de la población es católica, la fe es más social y devocional que personalizada. Uno puede participar perfectamente de los rosarios y adoraciones y ser un violento con su mujer. Los procesos de conversión son más lentos que los organizados para los sacramentos. En ese sentido, el misionero tiene que saber acompañarlos y saber hacer frente también al miedo que produce el chamuco o el miedo a estar poseído o embrujado. Son palabras frecuentes aquí que requieren una sólida experiencia de Dios porque las personas creen al testigo, no al predicador.

En ese sentido, la colaboración con la iglesia local es fundamental y conlleva también desafíos porque vivimos en una zona que sufrió mucho las atrocidades de la guerra cristera y se vive como un ataque religioso la pluralidad religiosidad o los desafíos de la posmodernidad. Nuestra formación como misioneros de la Consolata, nuestra riqueza intercultural e intercontinental nos configura y hace que seamos personas abiertas a los desafíos, no temerosos de ellos. Pero esto puede conllevar conflictos con la iglesia local que tenemos que aprender a gestionar sin dejar de ser lo que somos y sabiendo estar al lado de las fuerzas vivas de la diócesis.

La Animación Misionera y Vocacional es un desafío a nuestra presencia porque no se han establecido programas en este sentido. Más bien se ha trabajado de una forma personal que depende de las cualidades del misionero responsable. Tenemos que hacer un trabajo de lectura de la realidad, discernimiento, programación y acompañamiento de los jóvenes que están alrededor nuestro y para aprovechar las condiciones que nos da ser una comunidad insertada en una realidad sin una responsabilidad parroquial directa. En este sentido, el establecimiento de grupos de jóvenes, de amig@s de la Consolata, así como la propuesta de itinerarios de Formación Misionera son caminos que queremos ir asentando poco a poco.

Por tal motivo, la continuidad del servicio misionero y el trabajo de equipo son dos características fundamentales que tenemos que ir haciendo realidad en nuestra comunidad. Toda misión donde el personalismo está muy acentuado acaba por desaparecer. Es mejor dar un paso juntos y con una cierta coherencia que ser misioneros snipers muy valorados por la gente pero que no hacen posible un trabajo duradero y efectivo en el tiempo.

Por último, la autofinanciación es otro gran desafío de nuestra comunidad porque al no tener responsabilidades diocesanas, dependemos únicamente de lo que las personas de buena fe quieran compartir con nosotros. En tal sentido, hemos dado algunos pasos porque intentamos vivir un espíritu sobrio, transparente y comunitario, sin individualismos. Y sabemos que la Providencia está presente en tantas buenas personas que nos ofrecen lo que tienen al ver que nosotros nos damos por ellas.

La comunidad de San Antonio Juanacaxtle es una fraternidad que vive la interculturalidad y la inter-generacionalidad con alegría, esperanza y fe en Nuestra Señora de la Consolata y el Beato José Allamano. Y damos gracias a Dios que nos ha enviado con este resto de Israel para hacer presente la consolación y misericordia de Dios Abbá.

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