Escrito por: Juan José M. L.

La Vespertina tormenta había parido una noche calurosa. Desde la ventana de mi celda contemplaba un patio semimojado antes de que la luz, quizá por las condiciones atmosféricas dejadas por la tormenta, hiciera mutis, y nos sumiera en una oscuridad apenas rota por las cuchillas lunares cortando las nubes.

Me tumbé en la cama y, en la frontera de la somnolencia, le oí. No sé cómo había entrado en la celda, pero el monstruo me acompañaba. Había oído hablar de él y nunca consideré su existencia como real. Pero lo era. Y lo sentía cerca de mí. Escudriñé la oscuridad en el más absoluto silencio hasta que conseguí verlo. Estaba pegado a la pared y reptaba lentamente hacia mí.

Un sudor frío recorrió mi cuerpo y, aterrorizado, me apresté a defenderme. Sin apenas moverme, cogí una zapatilla única arma a mano. Impulsado por el más potente de los resortes, el miedo, me lancé contra él. Le sorprendí y le di tantos golpes, y tan rápidos y potentes, que noté su cuerpo sanguinolento pegado a la pared.

Ya tranquilo, y ante la falta de luz, decidí esperar a la alborada para contemplar su cuerpo exangüe. Me acosté de nuevo, me relajé, y cuando estaba entrando en un profundo sueño, me levanté aterrorizado y preguntándome: ¿habrá otro mosquito?

* 1º Premio categoría Microrrelato en el Certamen ”Picapedreros” de Poesía, Guión y Microrrelato 2017 para centros penitenciarios